Conviviendo con el enemigo
Quienes viven junto a los puentes soportan bulla y esmog. Profesionales plantean colocar muros naturales para revertir los daños
Varios edificios habitacionales o sitios comerciales de Guayaquil conviven con los pasos elevados, en calles como la Chile, José de Antepara y Eloy Alfaro, pero quienes sufren las consecuencias de tenerse como vecinos son las familias que habitan en ellos y han tenido que soportar, por años, el ruido, el esmog y hasta la delincuencia.
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Leer más“Llevo más de diez años intentando vender mi casa, pero por el sector donde se encuentra nadie quiere comprarla. Y lo entiendo. Tener como vecino al puente y esmog que generan los cientos de vehículos que pasan por allí ha hecho no solo que mi venta se quede estancada, sino que mi salud se vea directamente afectada”, asegura Maritza Gutiérrez, quien reside entre las calles José de Antepara y Portete de Tarqui.
Gutiérrez tiene como vecina desde hace una década a una estructura de casi 200 metros que conecta el centro con el sur, y aún no se acostumbra a convivir con ella.
“No puedo tener un momento, ni siquiera cinco minutos, abiertas las ventanas de mi casa porque entra el humo de los carros, motos, buses, incluso camiones pesados”, agrega. El puente está separado de su casa por apenas un metro.
“A veces pareciera que lo puedo tocar, desde mi balcón da la impresión de que me estiro y toco hasta los carros”, asegura; al hacer hincapié en que el ruido le ha causado dolores de cabeza tan continuos que “ya es un milagro” cuando despierta y no los siente.
“La bulla es diaria y esa es otra traba por la que nadie quiere este bien. Ni siquiera puedo alquilarlo”, dice Rodríguez, mientras suelta un suspiro por el desaliento que le genera la situación.
A Jéssica Murillo, quien vive a unas casas de Gutiérrez, lo que más le molesta es la vibración que causan los vehículos pesados a los pilares de su vivienda. Que cada que atraviesan la estructura es como si pasara un tren, se queja.
Pérdida de sueño, hasta problemas cardiovasculares, son efectos de la contaminación sonora en el cuerpo humano.
“Esto, el Municipio lo ve como un efecto colateral. Solo nos dicen que son las consecuencias de tener como vecino al puente, que si queremos aplacar los daños, lo que hagamos dependerá de nosotros. Los gastos, todo, va por nuestra cuenta”, indicó.
Murillo asegura que en los últimos seis meses ha tenido congestionamiento nasal y de hecho cada que estornuda, la secreción le sale de color negro, que atribuye al hollín de los automotores. Este escenario le preocupa, pero también lo hace la situación económica. “No tengo para gastar en un especialista ahora, simplemente no tengo”, piensa.
No solo mi salud ha sido afectada, con el pasar diario de carros y buses, los pilares de mi tienda se desgastan con la vibración que crean.
En el puente de la calle Eloy Alfaro se repite la historia. Alrededor de 600 comerciantes conviven con esta estructura, que genera tanto ruido y contaminación, que los ciudadanos han tenido hasta que tapar las ventanas y balcones con cemento o planchas de madera. Uno pasa por ahí y ve nada más que una “caja vacía”. “El inmueble se ha convertido en esas casas que uno siendo muy niño dibuja, esas que tienen errores, donde no hay ventanas ni orificios alguno por donde pase la luz, ni siquiera una partícula”, menciona Wendy Olmedo, habitante del centro que labora a cuadras del viaducto.
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Leer másMayte Velasco, comerciante de ropa en la bahía, sector que colinda con la estructura, relata que el bullicio diario de los coches que pasan prácticamente sobre los negocios los aturde a tal punto que hay días que ni ella ni sus compañeros quieren comer. “La migraña que sentimos nos mata...”, alerta. “Lamentablemente es lo que tenemos y es nuestro espacio para laborar. ¿Irnos de aquí? Ni siquiera lo barajamos. Con nuestros negocios alimentamos a la familia. Toca entonces convivir con las dolencias y los gritos entre nosotros y los mismos clientes, pues acá abajo tampoco nadie se escucha...”.
Quiero irme de aquí, pero no puedo, la casa se ha devaluado por el sector y no me queda más opción que aguantar el ruido y humo diario.
Velasco añade que, a causa de las nubes de esmog que los rodean, la ropa que venden se tiñe de polvo, lo que dificulta la venta.
Francisco Plaza es expresidente del Consejo Médico Andino y expresidente de la Fundación contra el Ruido y Ambientes Contaminantes y Tabaquismo (Fumcorat), y asegura que las afectaciones causadas por esta problemática pueden ser igual de severas que las generadas por fumar; sin embargo en Latinoamérica, confiesa, las autoridades no le han dado la importancia adecuada.
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Leer más“El aparato auditivo, los problemas de sueño, el estrés, la psicosis, neurosis, los males digestivos como la úlcera péptica, además de los trastornos cardiovasculares, son apenas algunas de las secuelas que te genera vivir junto a un contaminante de este tipo”, sentencia; al hacer un llamado a que en los negocios y en las viviendas se hagan remodelaciones para aminorar las secuelas.
Para Plaza, colocar paneles o muros aisladores del ruido sería ideal. “Una alternativa son los muros naturales, los árboles autóctonos de Guayaquil, que son muy buenos amortiguadores de bulla, pero lastimosamente gran parte de esta vegetación se han cortado y se los ha reemplazado por palmeras, que no sirven para esta labor”, recomienda.
Plaza exhorta al Municipio a que se encargue por completo de esta labor, sea plantando árboles o reforzando las paredes de quienes residen por estos sectores, que destaca no es algo tan caro en comparación al malestar físico que les genera vivir al lado de los puentes.
El urbanista Luis Alfonso Saltos coincide, y si bien considera que cualquier medida que se tome será solo para compensar el daño provocado, apunta a que la Municipalidad debe compensar a las familias.
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Leer más“Por ejemplo, para aquellos que viven por estos puentes se les podría hacer descuentos en los impuestos prediales”, piensa. En el caso de aquellos que buscan salir del sector, pero no pueden debido a los bajos precios en los que se venden sus hogares, una alternativa es pedir permisos al cabildo para que estos espacios puedan ser usados como bodegas, a fin de obtener ingresos que les permita cambiarse.
“Esa sería una opción buena, siempre y cumpla con los protocolos y parámetros, y no ponga en riesgo a otras familias. En esta zona, en todo el centro, vale la pena reorganizar el área. Estas viviendas podrían servir de bodegas y las que hoy son mal utilizadas como bodegas y no tienen este problema, podrían transformar sus espacios, a fin de que la gente se sienta atraída para habitar en ellas y así volver a poblar el centro. Pero para ello se necesita de planificación y de la voluntad del cabildo”, señaló el arquitecto Danilo Bermúdez, quien habita en el Centenario; y considera más que necesario que las autoridades vean hacia este punto de la ciudad, al corazón de Guayaquil, para definir qué está mal, qué falta y qué sobra, para volver al centro en el lugar “emblema y más atractivo del Puerto Principal”.