Testimonios del COVID-19: La desesperación arriba a Emergencias
En el IESS, estar afiliado no es garantía. Hay luchas por tanques de oxígeno y decesos antes de entrar al hospital.
El documento reza: “El hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social está abastecido de tanques de oxígeno para cubrir la actual demanda, la alimentación está garantizada, contamos con profesionales de la salud comprometidos a enfrentar esta Emergencia Sanitaria por COVID-19 y así salvar vidas. A nadie se le niega atención; a nadie se deja morir”.
“Dicen que tienen todo, pero es mentira. Aquí no hay nada”. La mujer que llora después de decir esa frase no pasa de 50 años. Viste un jean y una camiseta gris. Tiene una botella de agua en la mano izquierda y un celular en la derecha. Está parada en la parte exterior de la sala de Emergencias del hospital del IESS de Ceibos. Su esposo acaba de morir.
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Leer másEs martes 7 de abril de 2020, pasadas las 14:00. Acaba de empezar el toque de queda en Guayaquil. La mujer empieza una especie de monólogo, en medio de gritos y sollozos, una suerte de plantón improvisado que devino de la desesperación de la pérdida.
“Mi esposo no respira, les decía. Y me decían: no, señora, está bien, váyase. Ahora está muerto. Este Gobierno es una porquería. Y nadie hace nada. Necesitamos ayuda internacional para que la gente no siga muriéndose. Pedimos auxilio”. Mientras habla, levanta los brazos. El tapabocas que tiene le queda grande. Tose.
ECOS DE DOLOR
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Leer másEsta casa de salud tiene 271 camas hospitalarias. Todas llenas. Otros 114 pacientes se encuentran en las diferentes áreas de Observación de Emergencia, a la espera de un espacio para hospitalización. Dice el IESS de Ceibos que mientras aguardan reciben atención. Pero los parientes de los enfermos lo niegan.
La mujer ha dejado de gritar. Alrededor de ella, quienes estaban sentados a la espera de información de sus pacientes, se acercan al equipo periodístico. “Ayuda. No quiero que mi mamá se muera”, suplica Danny Jaime.
Su madre, María Espinoza, entró a la casa asistencial el miércoles 1 de abril. Danny grabó un video de dentro. “Reparten el oxígeno entre dos pacientes. A mi mami le daban un ratito y luego le tocaba a otro. (...) No hay atención, uno tiene que estar atrás de los doctores. No hay nada. Aquí la gente se muere porque hace falta oxígeno”.
María Espinoza estuvo dos días en una silla de ruedas porque no había cama para ella. “Esperaba hasta seis horas para un suero”. Danny llora. Y vuelve a llorar al teléfono, ayer, cuando contó que, al día siguiente de la entrevista, su mamá murió.
DISCURSO OFICIAL
Tres días antes de su deceso, el 5 de este mes, el viceministro de Salud, Ernesto Carrasco, aseguraba en una rueda de prensa que el sistema de salud no colapsa, que es “dinámico”, que esto es “una enfermedad grave, letal en adultos mayores” y, como muchos repiten en muchos lados, que “ningún país del mundo estaba preparado para esto”.
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Leer másPero cuando alguien ha aportado por más de 30 años a un sistema de salud, en el marco de un ‘seguro social’, lo mínimo que espera son seguridades, reclama Josué Torres mientras levanta, también frente a Emergencias de Ceibos, el maletero de su auto para mostrar los tanques de oxígeno que tuvo que comprar para su padre.
“Traje a mi padre por presunto COVID la semana pasada. Eran las cuatro de la mañana y recién a las nueve lo atendieron. O bueno, más bien me dijeron que lo podían atender solo si yo traía el oxígeno, porque adentro no hay oxígeno. ‘Usted debe comprar’, me dijeron ese día”.
CARRERA POR EL OXÍGENO
Entonces empezó su travesía. En el mercado negro se puede conseguir un tanque de oxígeno en 700 u 800 dólares, a 1.000 si es con válvula. “Empeñé lavadora, televisores, pedí dinero. Fui hasta el trasero del diablo para hallarlo”.
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Leer másUna vez en el hospital, de nuevo, cargó el tanque, lavó las válvulas, secó todo. Lo hizo adentro de Emergencias. Alrededor, muchos pacientes sentados tosían. “Yo no sé si hoy tengo COVID-19”.
Josué no entiende cómo es que no se pide ayuda. “Si no hay tanques, si falta oxígeno, tienen que decirlo, pero el discurso oficial es que nada falta, que todo es perfecto. Acá uno se choca contra la realidad. Es desesperante ver a tu familiar muriendo por falta de aire”.
LOS QUE SE VAN / LOS QUE SE QUIEREN IR
Por eso la madre de Lorena Almazán, otra de las denunciantes, mejor le ha pedido que la saque del hospital. “No dejan entrar para que no veamos las cosas que suceden. Mi madre me dijo que no hay camas. Me dice que la saque porque la van a matar. A ella también le comparten oxígeno”.
Agentes de las Fuerzas Armadas y la Policía custodian día y noche el frente del hospital. “Ellos tampoco tienen cómo protegerse”, grita alguien. Un guardia de seguridad llama por nombre a un familiar. Llanto otra vez. Un nuevo fallecido se suma a las estadísticas aún ocultas.
Mi papá estuvo cuatro días sin que le dieran ningún medicamento. Solo lo tuvieron en sala y murió allí. No llegan a salvar vidas. Solo los dejan tirados para que se mueran.
Sentados en la vereda, tres hombres lloran con la cabeza gacha. Uno de ellos es Jaime Aymaya. “Mi padre murió. Ellos, en cambio, perdieron a su madre (señala a los deudos). Aquí no hay esperanzas”, dice.
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Leer másAntonio Aymaya llegó con problemas respiratorios. “Lo tuvieron en sala y murió porque no hay oxígeno. Solo los dejan tirados para que se mueran. Más de 30 años asegurado y muere así, abandonado”.
Es viernes 10 de abril. Un correo electrónico contiene la respuesta del IESS de Ceibos a este Diario. El documento que reza: “El hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social está abastecido de tanques de oxígeno para cubrir la actual demanda (...). A nadie se le niega atención; a nadie se deja morir”. En Emergencias la historia es otra. Es que, al llegar allí, como dice Josué Torres, uno se choca contra la realidad.