Santa Elena grita desde sus comunas
El olvido de los territorios menos desarrollados consta en una investigación. Recursos médicos y servicios básicos, entre las necesidades.
El paisaje rústico que envuelve a las comunas de Santa Elena ha sido opacado por el COVID-19. Atrás quedaron los días en que sus playas, comedores y hoteles se llenaban de turistas. Atrás quedaron las miradas del mundo puestas en sus paradisiacos paisajes. A cambio, y hasta el 25 de abril, decenas de familias sufren el luto por sus 691 muertos. Todos se fueron con síntomas del virus.
Así lo devela el diagnóstico que realizaron las antropólogas Guadalupe Rivadeneira y Marie Lager, con la ayuda de la Federación de Comunas de la provincia, que tuvo como objetivo visibilizar la situación de 70 territorios en el marco de la emergencia sanitaria.
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Leer másComo médicos en tiempos de pandemia, las antropólogas tomaron el pulso de las comunas a través de la teleconsulta. Se realizaron 16 preguntas con la intención de reflejar no solo el número de los fallecidos en cada lugar, y por parroquia, sino también los aportes y apoyos recibidos por parte de las autoridades y el grado de la vulnerabilidad en la que se encuentran los habitantes.
La situación económica y la accesibilidad a medidas de protección jugaron como piezas claves en la lectura en las 70 comunas, que cuentan con 182.700 habitantes y un total de 40.846 familias.
Se determinó, por ejemplo, que en las 70 comunas hay 33 centros de salud, de los cuales únicamente 26 atienden y algunos solo a los afiliados del Seguro Social Campesino.
Por la emergencia sanitaria los centros de salud no funcionan de manera regular y sus horarios se redujeron a entre 2 a 3 horas al día. Además, 98 % de los centros no cuenta con los implementos necesarios, ni medicamentos.
En lo que tiene que ver con implementos de bioseguridad, como mascarillas, guantes y desinfectantes, en la mayoría de comunas se provee la misma familia; en algunas la misma comuna proveyó a la comunidad y en muy pocas excepciones fueron entregados por alguna autoridad de los GAD’s o del gobierno central.
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Leer másOtro de los escenarios indagados fue el acceso a servicios básicos. De 70 comunas, 65 tienen acceso a agua potable. Ciénega, Bajadita de Colonche, Aguadita, Calicanto y Limoncito, en cambio, deben comprar tanqueros de agua.
La antropóloga Marie Lager explica que las comunas siempre fueron desatendidas por parte de las instituciones públicas, y rescata su organización.
La supervivencia de estas poblaciones y persistencia se debe a las estructuras sociales internas, el tejido social basado en redes del parentesco, el apoyarse entre ellos, implementar acciones a favor de toda la comunidad y crear alianzas con actores sociales externos.
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La hambruna preocupa a las antropólogas. Aunque el 40 % de las familias se benefició de raciones alimenticias que fueron entregadas por diversas entidades: comuna, actores externos, instituciones gubernamentales, hay territorios que no han recibido donaciones o lo han hecho solo una vez.
La investigación afirma que el 77 % de la población vive en situaciones de alta vulnerabilidad. Los porcentajes más altos de familias con esas condiciones se concentran en la parroquia de San José de Ancón, Atahualpa y en las comunas que pertenecen directamente a Santa Elena.
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Leer másEsta alta vulnerabilidad responde, además de los factores mencionados, a que, por miedo al contagio, muchos comuneros prefieren no salir de sus casas e incluso han dejado sus actividades. “Las restricciones por el toque de queda y el descenso en las ofertas laborales también dificultan la actividad laboral y, por lo tanto, la consecución de recursos”, se resalta. Por eso subrayan que las necesidades más urgentes son raciones alimenticias y brigadas médicas. “Hay preocupación por la necesidad de reactivación económica”.
“Pensamos que esta información resulta vital para transferirse a las organizaciones e instituciones que tienen que llevar a cabo intervenciones en el campo de la salud”, precisan las investigadoras, en un comunicado en donde explican el trabajo realizado.
A fines de abril, Santa Elena se convirtió en la segunda provincia con más defunciones de la pandemia, luego de Guayas. Grace Borbor, presidenta de la comuna Montañita, recuerda esos días.
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Leer másMontañita, un territorio de 1.200 familias, recibía 150 raciones del Municipio. Y a eso se sumó la falta de un centro de salud. “Debimos atender a nuestros enfermos en la casa. Acá perdimos a ocho comuneros”, lamenta la líder.
Toda ayuda gubernamental, de haber llegado, ha sido insuficiente. “Organizarnos con amigos de fuera y fundaciones ha sido un gran soporte”, recalca Borbor.
El 95 % de esa comunidad tiene actividades de tipo turístico. Ni el cambio de color a amarillo del semáforo, hace seis días, abre en su totalidad las puertas, porque la gente aún no está haciendo turismo.
Marie Lager, una de las creadoras del estudio, señala que el problema es que la situación no se visibiliza. Rescata, no obstante, las muchas acciones y gestión de los comuneros con pocos recursos.
Su compañera de investigación, Guadalupe Rivadeneira, considera que lo que aquí existe es un problema estructural. “Las comunas no están en el olvido porque quiere hacerse. Aquí hay intereses. Al Estado no le interesa dar atención a una población que está asentada en estos territorios, ricos en turismo, explotación minera y recursos petroleros”.
Hay que revisar la historia, sugiere esta experta quiteña. Hoy se conoce, por ejemplo, que territorios comunales han sido entregados como privados y eso transgrede la Constitución y la ley. “La comunidad, a lectura del poder, impide que los intereses proliferen. Es un freno, por eso este olvido intencional”, lee la especialista. La investigación será presentada a las autoridades.
Si la comunidad no ha muerto es por el esfuerzo de la gente. La comunidad cobra un sentido que ha aflorado en esta situación de crisis. La organización ha suplido la participación del Estado, que no ha llegado o ha sido mínima.