Daniela Hill, la mujer que recoge basura del mar como 'hobby'
Personaje de la semana: Ella es la fundadora de Amiguitos del Océano, una ONG dedicada a educar a las nuevas generaciones en el cuidado del mar y del planeta. Es bióloga e instructora de buceo
Siempre hay un espacio donde, pese a no ser nuestro hogar, nos sentimos más como en casa. A algunos les pasa en la oficina, a otros en un avión, a otros en reunión con los amigos y hay quienes, incluso, sienten esa intensa mezcla de emociones estando bajo el océano.
Este último, es el favorito de Daniela Hill, bióloga y guayaquileña de 37 años de edad. Para ella, no hay nada mejor que sumergirse en las profundidades del mar, donde hay un mundo maravilloso por recorrer y amigos de diferentes especies que proteger.
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Leer másCon una encantadora sonrisa y con los brazos abiertos, Daniela recibe a EXPRESO en uno de los bordes la ciudadela Puerto Azul de la vía a la costa, a orillas de un brazo de mar. Allí puede apreciar los mangles, percibir el olor del agua salada; y hasta admirar el paso de un cocodrilo de casi cinco metros, que se desliza sin temor, ante la vista de algunas personas que lo captan en fotografías.
Velar por la salud del océano y del medio ambiente, es lo que mueve el activismo de Daniela. Cuenta que su hobby es recoger basura del mar. Lo narra mientras se arregla un poco su cabellera rubia, para sentir menos calor. Esta sentada bajo el techo de un espacio de comidas, que la cubre de un penetrante sol de media día y nos cuenta cómo inició su pasión por cuidar el océano, y sobre la alegría que le produce ver a las especies del mar disfrutar a gusto de su hábitat.
Ella es la fundadora de la organización sin fines de lucro 'Amiguitos del Océano', que trabaja desde hace tres años por el cuidado del mar, a través de mingas de recolección de plásticos y de otras basuras en las playas de Ecuador, que incluye a los niños y a las comunidades costeras y pesqueras.
Amiguitos del Océano ha estado en 34 comunidades costeras entre las provincias de Santa Elena y Manabí y ha trabajo con más de 10.000 niños, en las limpiezas de las orillas de arena. Ha recolectado hasta hoy, casi 4 toneladas de desechos.
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Leer másLas actividades se realizan en época escolar y la organización tiene un programa de educación ambiental con los permisos del Ministerio de Educación, para ingresar a las escuelas y concienciar a los pequeños.
“El programa cuenta con tres fases: sensibilización y concienciación donde llevamos, a través de videos, el mar al aula de clase; luego llevamos a los niños a la playa para la recolección de la basura y después clasificamos los desechos”, explica.
Son los mismo niños quienes hacen la clasificación: fundas, vasos, envoltorios de comida, entre otros. “En ese momento los niños se enteran de cuánto contamina su comunidad y que no deben botar basura al agua. De esa manera direccionamos el cambio de hábito y práctica que no involucren un gasto económico a las familias y que ayuden al medio ambiente y a la salud”, recalca.
Compartir océano y educar para conservar, ese es el único interés de Amiguitos del Océano. Pues este proyecto que incentiva a cuidar al medio ambiente a las nuevas generaciones, tiene sus fuentes de financiamiento, entre donaciones de empresas, realización de shows y eventos para recaudar fondos.
Pero el activismo no solo se da en las playas. En Guayaquil, Amiguitos del Océano, recorre las orillas del Estero Salado, recogiendo basura con los niños de los sectores aledaños y brindando conciencia a las familias, para que ese espejo de agua vuelva a brillar.
“El año pasado trabajamos con pequeños de una escuela situada al pie del Estero y ahora el sector replica la actividad. Nos envían fotos y videos y vemos cómo Amiguitos incidió y sembró en ellos la inquietud de mantener limpio ese espacio”, lo cuenta con un gesto de satisfacción.
¿Cómo inició su activismo?
“Esta organización se dio, tras una cadena de eventos de mi vida personal y profesional que se han venido engranando”, cuenta Daniela, quien también es instructora de buceo.
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Leer másSu pasión por el océano nació desde muy temprano. Cuenta que de niña se pasaba horas viendo en la televisión, programas de expediciones del mar y de buzos que mostraban toda una vida moviéndose bajo la superficie.
Ya en el colegio, Daniela supo que quería ser bióloga. Incluso, las pruebas de aptitud se lo confirmaban. Sin embargo, fue recién en 2002 cuando una coincidencia le hizo saber que su decisión era la correcta.
Cuenta que el psicólogo del colegio sorprendido por su pasión por el mar, le prometió presentarle a una amiga bióloga que vivía en Galápagos, pero nunca se dio la oportunidad. Luego Daniela entró a la universidad y a una fundación para realizar prácticas en el Parque Histórico de Samborondón, con la siembra de mangles. Después, por un papeleo, volvió un día al colegio, saludó con el psicólogo y le contó cómo le iba en la universidad y como voluntaria en el proyecto de manglares donde su jefa era una bióloga. “Le dije el nombre de mi jefa y el profesor me dice sorprendido que es la misma persona que hace años intentó presentarme. Cualquier duda sobre mi carrera se esparció en ese momento, creí en mi corazonada”, recuerda.
“Cuando entré a la universidad, en 2003, tuve la oportunidad de hacer un curso de buceo y fue como ir a casa, una sensación maravillosa. Fue estar en contacto con la divinidad. Y supe que no solo había ballenas, mantarrayas, tiburones, lobos marinos y otras especies lindas, sino que también basura marina y que debía hacer algo”, sonreída recuerda su primera experiencia bajo las aguas del islote El Pelado, de Ayangue en Santa Elena.
En 2015, junto a un grupo de amigos, desarrolló un documental donde mostraba la fauna marina y ecosistemas de las costas del país que deberían ser conservadas. A partir de ese proyecto inició su voluntariado en la recolección de plásticos y basura en las orillas del mar, el que se convirtió en uno de sus mejores pasatiempos.
Pero la idea de concienciar y realizar acciones para ayudar a salvar el océano y al ecosistema que vive en él, Daniela la maduró y la despuntó hace tres años cuando acudió a una reunión de padres de familia de la escuela de su hija Ornella, quien para entonces tenía 4 años de edad.
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Leer más“Mi hija me invitó a su escuela. A ella le había impactado las imágenes de tortugas con sorbetes en sus narices”, indica. Con una exposición, les mostró a los compañeritos de su pequeña, videos del fondo del mar, de los animales marinos y del plástico que les hace daño.
Los rostros sorprendidos y el interés de los niños, le dio el empujón y la guía que tanto esperaba. Desde entonces, supo qué hacer para ayudar al océano: Educar a las nuevas generaciones, para que ellos cuiden del mar y del planeta.
“Cualquier actividad está vinculada con el medio ambiente. Tras el coronavirus, este es el momento donde las empresas deben repensar sus modelos de negocios que involucran la parte ambiental y social y no solo la parte económica”, enfatiza.
Además de Daniela, hay cuatro personas más sosteniendo permanentemente la organización Amiguitos del Océano, más varios voluntarios y amigos que buscan apoyar la iniciativa.
"Muy poca gente presta atención a lo que Daniela se dedica, a su activismo, pero si en el mundo existieran más personas como ella, con las ganas de ayudar al medio ambiente y sin interés de lucrarse, viviremos en un mundo mucho mejor", dice Jorge Gómez, uno de sus amigos y admiradores de su noble trabajo.