La danza típica del Ecuador le rinde homenaje a Guayaquil

Con sombreros negros, blusas con bordes de lana colorida en el centro, collares de bolas, pendientes ovalados, anacos plisados con flores en los bordes y alpargatas que zapatean sin cesar... así las pequeñas cayambeñas se deslizan por la explanada con sutiles movimientos y grandes destrezas. Van de un lado al otro, dan volteretas y exhiben al público que les aplaude pequeñas macetas que simbolizan la tierra donde nacen la hierba, los árboles y la vida.

Minutos después aparece en escena y para acompañarlas, los aruchicos (campanilleros), representados por niños, quienes lucen en su cabeza un sombrero de paño con cintas multicolores, un poncho, zamarro de borrego y una guitarra para cantar las coplas. Uno de ellos porta la máscara del Diablo Huma, que simboliza el día y la noche.

Ellos son del cantón Naranjito y representan el baile de Cayambe, una danza tradicional de la serranía ecuatoriana. Llegaron a Guayaquil para rendir así homenaje al Puerto Principal en el inicio de sus fiestas julianas.

“Es una buena oportunidad para ubicar en el mismo escenario a niños, jóvenes y adultos mayores que mantienen viva nuestras danzas tradicionales. Nosotros llegamos desde Naranjito a Guayaquil a bailar la danza de Cayambe”, le cuenta a EXPRESO Iván Pérez, director general del grupo folclórico Semillero Agustín.

BAILES ANCESTRALES PARA ABRIR FIESTAS

Esta es una de las 40 agrupaciones que, con folclor, color y tradición llenaron de aplausos la plazoleta del Teatro Centro Cívico de la urbe porteña que este mes conmemora sus 489 años de fundación. El Movimiento Integral de Danzas Formativas del Ecuador (MIDFE) fue el encargado de realizar el acto y de invitar a las distintas agrupaciones. “Abrimos las fiestas de Guayaquil con bailes ancestrales que son parte de nuestra cultura ecuatoriana”, indicó Cinthia Espinosa y coordinadora del MIDFE.

Los trajes del grupo Semillero Agustín son representativos del cantón Cayambe, en la provincia de Pichincha, y son adquiridos en el cantón Otavalo. Para reunir los fondos y comprar los vestidos, sus integrantes realizan actividades como rifas y venta de comida en Naranjito.

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“Llegamos con 10 parejas de niñas y niños. Este tipo de actos les da la oportunidad a nuestros niños de poder instruirse en algo tan valioso como la danza y poder transmitir la cultura, ya que las nuevas generaciones están desactualizadas de las vivencias y costumbres de nuestros antepasados”, destaca Pérez.

ARRIBAN DESDE LA SIERRA Y LA COSTA

Los 40 grupos de danza llegaron desde cantones como Santa Elena, Posorja, Simón Bolívar, Machala, Cuenca, Ventanas y de algunos barrios de Guayaquil.

Otro de los protagonistas fue el grupo artístico La Sultana del cantón Jipijapa en Manabí, que llegó a Guayaquil con una delegación de adolescentes para mostrar su baile representativo de la cosecha de la lana.

Con faldones y blusas holgadas de colores, cabellos recogidos con enormes moñas tipo rosas, las bailarinas acompañadas de caballeros con pañuelo en los hombres y sombreros de pajas, brindaron un espectáculo acompañado de dramatización que narra sus costumbres montubias.

“En Jipijapa siempre están las cosechas de los ceibos de donde se saca la lana. Con esta lana, las manabitas hacen las almohadas y cojines. Por medio de este baile, demostramos la importancia de este material en nuestra zona y cómo los campesinos hombres recogen la lana y las mujeres trabajan con ella”, menciona a EXPRESO Joyce Moncada, directora de esa compañía de arte.

El acto en el que participaron, además, reconocidas agrupaciones de la ciudad como el grupo Bormense y Los Montubios del Tablado y hasta contó con declamaciones poéticas, tomó de excusa las fiestas julianas para mezclar las tradiciones folclóricas de las distintas regiones del país y mantener viva las danzas ancestrales.

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