Guayaquil: Ni el descanso eterno perdona el delincuente
Denunciantes aseguran que hay asaltos, adictos y hasta actos sexuales en el sitio Por el miedo, las familias visitan las tumbas apenas unos minutos
Es normal ver caminar a las personas presurosamente, mirando para todos lados o hasta con las manos en los bolsillos para que nadie le arrebate lo suyo. La situación que se vive en el Cementerio General de Guayaquil es crítica. Al igual que en varias partes de la ciudad, la delincuencia quita la paz de los que transitan por las calles del camposanto principal de Guayaquil.
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Leer másA la redacción de EXPRESO llegaron varias denuncias de los asaltos, de cómo se consume droga entre los matorrales y las tumbas y hasta de los actos sexuales que, advierten los visitantes, se practican en el cementerio. Un equipo de este Diario llegó al lugar para comprobar las quejas y confirmó que hay más miedo del que se esperaba.
“Hay que caminar lo más rápido posible. Si no corro es por mi edad, pero si pudiera hacerlo, lo haría. Aquí nadie está seguro”, precisó Luis Galarza, quien se encontraba visitando a su padre, cerca de la puerta 14 del cementerio, ubicado en la avenida Pedro Menéndez Gilbert.
Hay poca gente por los pasillos, pero los pocos que se logran observar con un evidente miedo se detienen a denunciar lo que viven. “Acá, al igual que en todos lados, es peligroso. Uno no puede rezarle ya a su muertito en paz, por el temor de que venga alguien y con amenazas te lo quite todo. Dejamos las flores y nos vamos de inmediato”, comentó Antonio González, quien hace tres semanas, en compañía de su sobrino, fue víctima de un robo. Al interior del camposanto les robaron los celulares. Pidieron ayuda, pero no hubo nadie cerca.
“Vimos un guardia de seguridad recién cerca de la puerta de salida. Ahora estoy yendo, pero no llevo nada. Nada de valor, apenas voy con un dólar para el pasaje. No me puedo arriesgar a que por un celular o por unos dólares me quede en el cementerio para siempre”, ironizó González.
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Leer másMientras EXPRESO recorrió el sitio en compañía de los familiares de los difuntos, ellos -entre susurros- indicaron quiénes o por qué podrían ser adictos y posibles delincuentes. Señalaron a quienes se encontraban en grupos en las partes más altas de los cerros que custodian las tumbas, y quienes estaban agrupados entre los sarcófagos; todos con chompas, pasamontañas y con actitudes “fuera de lo común, riéndose como si fuera un lugar de fiesta; fumando y mirándote de forma desafiante”, dijeron.
Ricardo Naveda, otro de los visitantes, siempre acude a la tumba de su padre, cerca de la puerta 12, aledaña al cerro. “En la parte más alta, por la cruz grande, las parejas se encuentran. Hay unas banquitas, empiezan a besarse y terminan hasta haciendo el amor. En el mismo sitio, pero más tarde, los consumidores aprovechan para ir a drogarse. Allá no llega la seguridad del sitio, esa zona rara vez se la visita, porque quien lo hace sale sin nada. Es un secreto a voces”, relató; al solicitar más seguridad a las autoridades.
Sobre esta situación, la seguridad que dan los guardias con los que cuentan y las medidas que tomarán de forma inmediata, EXPRESO consultó a la Junta de Beneficencia de Guayaquil, que regenta este espacio, y desde el Departamento de Comunicación la entidad defendió que cuentan con dos empresas de seguridad privada que trabajan las 24 horas, que tiene un sistema de cámaras de seguridad y de sobrevuelo de drones, y que además hace rondas constantes.
Por la parte más alta del cerro van parejas a hacer el amor y consumidores a drogarse. Debería existir más vigilancia en todas las zonas del cementerio. Hay mucho peligro aquí.
“Incluso la semana pasada se realizó un acercamiento con la Corporación para la Seguridad Ciudadana de Guayaquil para que se hagan rondas constantes con patrulleros”, afirmó, al asegurar que, contrario a lo que denuncia la ciudadanía, no conocen de asaltos, ni de actos indebidos en el camposanto.
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Leer másRoberto Molina, quien junto a su pareja, ambos de la tercera edad, de forma regular visitan el camposanto; no obstante, hacen hincapié en recorrer el lugar con los nervios de punta.
“He escuchado que te arranchan las cosas o que te amenazan con un arma. Gracias a Dios no me han robado, pero he escuchado los gritos, son constantes y no sabemos qué hacer”, opinó.
Pilar Cueva coincide en que debe pasar varios tramos casi que corriendo por el temor. “Tenemos que caminarlo a toda prisa, sin hablar con nadie. Y es que la modalidad de ellos es que se te acercan como que si te fueran a preguntar algo y luego te amedrentan y te roban”, sentenció.
Lo mismo ocurre con los objetos de valor que los deudos les dejan a sus fallecidos. “Se llevan cruces de plata, los portaflores metálicos y hasta los ramos”, cuentan algunos trabajadores del sitio, que consideran que son los mismos consumidores de droga que buscan dinero para el vicio. A decir de Telmo Moreira, pintor de bóvedas, ni los gatos se salvan de los asaltantes. “He visto cómo vienen y se llevan a los gatos en mochilas. No sé para qué, pero he sido testigo de eso. Uno reclama y lo amenazan. ¿Qué hago en esos casos?”, comentó Moreira, que lleva 23 años ganándose la vida pintando, limpiando y arreglando bóvedas.
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Leer másSegún la ciudadanía, esta situación se intensifica en las noches en los alrededores del camposanto, donde la iluminación es escasa, al igual que el control policial. “Está todo botado, no hay ni un solo guardia, ni policía que ronde. La oscuridad llama la delincuencia, al igual que en todo Guayaquil, y siempre el peatón termina siendo el más afectado”, reclamó el guayaquileño Marlon Aguirre.