El descontento por la falta de atención corroe a Miraflores

La dignidad no solo la perdió la urdesina Laura Gómez “gracias” a la administración de Cynthia Viteri. Esa característica también se desvanece de la existencia de un grupo de residentes de la ciudadela Miraflores, situada en el norte de Guayaquil, que se cansa de esperar la llegada de la regeneración urbana en el vecindario.

Aceras y calles con desniveles, deficiente iluminación, un parque cerrado, la ausencia de una propia Unidad de Policía Comunitaria (UPC), forman parte del abanico de ‘dolores de cabeza’ que enfrenta la comunidad cada día, y que los detallaron a EXPRESO en un recorrido en el sector, que mantiene su sello residencial pese al aumento de los negocios, sobre todo los gastronómicos.

La residente Mónica Pozo se lamenta de observar el estado actual del pequeño malecón, que colinda con una parte del estero Salado, en la calle Séptima. Resume que se ha convertido en un basurero y urinario público y donde las latas de cerveza y tarrinas de comida se salpican entre la maleza.

Allí, el barrio anhela que el espacio se convierta en un área verde donde aterricen las familias sin tener la molestia del ruido de los automóviles, y que se aproveche el arbolado. Hasta sugieren que se instalen más bancas y farolas con el fin de que sea un punto de encuentro para toda la ciudadela. Concuerdan que la caminera no debe ser de más de dos metros.

“Aparte de eso necesitamos más seguridad para poder salir y disfrutar de nuestra ciudadela. Los robos aquí ocurren, en su mayoría, en la noche y madrugada. Tenemos tantos comercios, por lo que nos urge las rondas”, expresa la mujer que sugiere, además, el retiro del árbol en el parque de la ciudadela debido el temor de que una rama caiga y los golpee.

Pero en el barrio plantean otras acciones para tratar de ser escuchados, al menos de la vía formal. Es el caso de una nueva directiva de comité pro mejoras Miraflores, cuyos miembros, en los últimos días, comenzaron a enlistar las atenciones que urgen en el barrio.

Para esto, Edgar Armijos, otro residente, cuenta que ya se están haciendo fuerzas, aunque es consciente que lo primero es volver a tener trato con sus vecinos. “La idea es empezar a unificar a los moradores, que vemos que poco o nada le damos la preocupación debida por tener una mejor calidad de vida”, admite el arquitecto.

Tiene esperanzas que lo lograrán pronto. Hasta eso, en su caminata por las arterias de su ciudadela, tiene que andar con mucho cuidado como, por ejemplo, en la Séptima. En este sitio algunos adoquines se han desprendido o figuran como rampas, por el desnivel. Armijos asegura que la última regeneración urbana aquí se dio hace 10 años, y que fue ligera: instalación de cerámicas, soterramiento de cables y mejora en las tapas de alcantarillas.

A él también le preocupa los espacios a oscuras que se multiplican debido a la poca intensidad de las luminarias. Una de sus propuestas consiste en enviar los reclamos, especificando los puntos más vulnerables, a la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL), así como a la Agencia de Tránsito y Movilidad (ATM), para una correcta señalética y ordenamiento.

“Vamos a hacer fuerzas y mandar las cartas al Municipio para que haga lo que le dé la gana, pero que haga algo. Nosotros también pagamos impuestos”, argumenta el arquitecto, al subrayar que, sobre la inseguridad, se podría levantar una UPC en la calle Linderos, cerca de la transitada Carlos Julio Arosemena.

En este último punto la comunidad alerta de una vivienda abandonada en la intersección con la calle Porvenir, y que se ha convertido en un espacio donde se concentran consumidores de drogas. Es la vía por donde se fugan los delincuentes tras cometer los asaltos, cuyos delincuentes no solo andan en vehículos sino que lo hacen a pie, advierten.

Esto ha obligado a más de uno a frenar sus caminatas o actividades deportivas a cualquier hora, por lo que con la puesta en marcha del comité, también esperan que la autoridad por fin los escuche.