El despertar de la Aurora Gloriosa en los barrios

Jamás levantarse a las 04:00 fue tan gratificante para Yolanda Gavilánez, habitante de la ciudadela Sauces 2, una de las cuatro que ayer, por primera vez en la historia de la ciudad, recordó aquel amanecer del 9 de Octubre de 1820, en el que Guayaquil fue libre e independiente.

Con banderas y banderines y acompañada de una veintena de vecinos, algunos ataviados en trajes del Guayaquil Antiguo y guayaberas, Gavilánez inició con ansias el ‘Saludo a la Aurora Gloriosa’. Un acto que por decimotercera ocasión se llevó a cabo en la Fragua de Vulcano, también ayer y a la misma hora en pleno centro de la ciudad, pero que fue inédito en los barrios.

“Quisimos que el civismo vuelva al corazón de la ciudad, que es su gente... Quisimos que este comportamiento regrese a los niños y a las familias; y que desde cada vecindario no solo resaltemos la gesta heroica de los próceres, que es lo que estamos haciendo ahora, sino que empecemos a valorar los símbolos patrios, como antes se lo hacía”, explicó.

Gavilánez, quien días previos a esta actividad, que se llevó a cabo en las canchas del vecindario, recibió los lineamientos del programa de manos del historiador Fernando Mancero, miembro de la Fundación Bienvenido Guayaquil, organizadora del emblemático ‘Saludo a la Aurora Gloriosa’; vio con orgullo que entre los espectadores no solo estén adultos mayores, sino jóvenes que, en un silencio sepulcral, escuchaban atentos la lectura íntegra del Acta de Independencia, y luego, a viva voz, en cambio, entonaban el Himno al 9 de Octubre.

“¡Viva Guayaquil! ¡Qué viva por siempre!”, se escuchó decir a la también residente María Cristina Meza, quien alentaba a los vecinos a repetir el acto y a recuperar el patriotismo. Esto, mientras al tanto que amanecía, el cielo se llenó de luces de colores. Los fuegos artificiales retumbaron en el sector. Y Luis Heredia, habitante de Sauces 7, la etapa aledaña, despertó contento.

“El sonido me obligó a ponerme en pie, y en buena hora. He recordado este día, pero como lo celebraba con mi padre y mi abuelo: cantando el Himno, escuchando pasillos y canciones guayaquileñas todo el día. Esa época sí que era buena”, aseguró, desde el interior de su casa y todavía en pijama.

En la ciudadela Martha de Roldós, donde al término del acto los vecinos hicieron un desayuno festivo; así como en la ciudadela Bellavista y la 9 de Octubre, donde se replicaron los encuentros; los residentes se comportaron de igual manera. Con alegría y respeto.

En la ciudadela 9 de Octubre, de hecho una corte de honor integrada por los alumnos del Pabellón Nacional de la Academia Naval Visión dieron la bienvenida al acto. Siempre erguidos y con las banderas de Guayaquil flameando, participaron del tributo cívico que terminó con el desfile de los exalumnos de la banda del colegio Eloy Alfaro.

En el grupo, como publicó EXPRESO, desfiló Miguel Pincay, uno de los mejores cachiporreros que tuvo Guayaquil en las décadas de los 60 y 70, quien ahora tiene 66 años y, junto a otros 29 compañeros de la institución educativa, volvió a caminar por las calles, esta vez de la 9 de Octubre, con toda la energía.

Para Ivonne Pinzón, presidenta del concejo de la ciudadela, volver a escuchar los tambores sonar fue más que emocionante. “Ver a Miguel, que es un hombre totalmente preparado, marchar con tal garbo, es maravilloso. Él es un ejemplo de valor y constancia. Lo que han hecho hoy es digno de un millón de aplausos”, señaló.

En Bellavista Alta, donde a decir de Laura Zambrano de Arteta, coordinadora general de la confraternidad Laura Zambrano, ya se hizo un acto similar el año pasado; el mirador se llenó de patriotismo. Hasta allá llegaron residentes incluso de ciudadelas aledañas. “Este homenaje que nace desde el barrio, surge por Guayaquil y por la juventud. Necesitamos inculcar en ellos el amor a la patria. Los jóvenes deben amar lo que tenemos y nos representa. Estos actos son el camino a lograrlo”, señaló Zambrano.