
"Aquí todos los días son domingos"
La desolación reina en los exteriores de los centros educativos. Cafeterías, cíber y copisterías se mantienen a media llave; otros ya han sucumbido
Hay un sector en el que aquel panorama de ciudad en pausa que se evidenció al día siguiente de que se aplicaran restricciones para enfrentar al coronavirus no ha cambiado: el comercio aledaño a los planteles educativos. Cerradas las puertas de los centros, los negocios que vivían de los estudiantes siguen parados o a media llave, mientras el resto de la ciudad se esfuerza por recuperar el ritmo normal.
Hay centros de copiados, cíber, restaurantes y cafeterías, pero también están los vendedores de churros, granizados, entre otros, quienes se instalaban en los alrededores de los establecimientos para recibir a los estudiantes y maestros luego de que terminaban la jornada educativa.
Aquellas imágenes se han esfumado desde hace más de cuatro meses y la desolación ahora es lo que único que se percibe al recorrer las calles cercanas a los planteles. Sin embargo, algunos propietarios han decidido volver a reabrir, pese a que la incertidumbre sigue creciendo. Esto se debe a que las clases presenciales todavía no tienen una fecha tentativa de retorno.
Andrés García, gerente de un centro de copiado ubicado en la avenida Delta, frente a la Universidad de Guayaquil, se lamenta de que por la pandemia, la mayoría de los 50 locales de este tipo que recorren la transitada arteria, hayan cambiado de línea de negocio, mientras que otros ya han sucumbido.

Ejemplo de ello son los carteles de ‘Se alquila’ que cuelgan en los exteriores de diversos establecimientos. No obstante, hay otros que le hacen frente al virus y decidieron volver a reanudar la atención desde hace unas semanas. Aunque el escenario es poco alentador, pues las ventas, coinciden, han caído hasta un 60 %.
“Hay que pagar el arriendo y siguen llegando las planillas. Apenas llegan unas cinco o diez personas, y eso nos afecta porque no sabemos hasta cuándo aguantaremos. Aquí todos los días son domingos o feriados, nadie viene”, lamenta García.
A ese pensamiento se suma Omar Salazar, trabajador de un cíber que antes de la llegada del virus recibía a 300 universitarios, pero que ahora se ha transformado en un centro de impresión de gigantografías donde llegan unos 50. Asegura que este es el tipo de negocio que durante los últimos días ha ganado terreno, puesto que “llegan a imprimir las señaléticas de medidas de bioseguridad y las ofertas de los restaurantes o de otros comercios”.
Las ventas han bajado en un 60 %, ya que nadie viene. Algunos dueños de locales ya han cerrado definitivamente porque no tienen ni para el arriendo o para pagarles a los empleados.
Unos metros más adelante, frente al auditorio de la facultad de Ciencias Médicas, se levanta una plazoleta con 20 locales, pero solo cinco tienen abiertas sus puertas, en su mayoría restaurantes, que con pancartas donde se leen promociones, buscan captar la atención de los escasos peatones y residentes que circulan por el sitio.
Las escenas se repiten en los exteriores de la Universidad Laica Vicente Rocafuerte, en el norte de la ciudad, donde todos los locales de los exteriores están cerrados. Allí, solo un restaurante abre, hasta pasadas las 14:00.
Lo mismo sucede en el entorno de planteles como el Simón Bolívar, Guayaquil, escuelas y otros bares, como los ocho que están instalados en los costados de la puerta principal de ingreso del colegio Vicente Rocafuerte, en la calle Lizardo García y Hurtado, cuyos comerciantes han tenido que dedicarse a otras actividades para tener nuevos ingresos económicos.
“Y lo peor es que la factura de luz sigue llegando, y no sabemos qué más hacer”, expresa Fernando Ortiz, quien junto a sus compañeros solo abre cada mañana para corroborar que los antisociales no hayan hecho de las suyas.
Todos los consultados mantienen la esperanza de que vendrán días mejores. Se reinventan o tratan de continuar con el negocio que, en muchos casos, tienen el mismo sello característico de la escuela, colegio o universidad.
- Diferentes alternativas para generar ingresos
Por la crisis sanitaria generada por el coronavirus, algunos vendedores de los tradicionales churros, los granizados o el mango con limón y sal, que se instalaban en las inmediaciones de los centros educativos, sobre todo de las escuelas y colegios; ahora no solo se han visto empujados a cambiar la ubicación de los sitios donde vendían sus productos, sino también sus negocios.
Para sobrevivir, como lo reconoce la mayoría, los comerciantes han tenido que cristalizar nuevos emprendimientos, entre los que figura la venta de comida típica y de productos de higiene y elementos para evitar la propagación del virus: mascarillas, guantes y alcohol antibacterial. La venta la realizan en las esquinas de los barrios, las calles principales de Guayaquil o en los semáforos.
“Afuera de un colegio vendía empanadas y pasteles; en los meses críticos, vegetales, frutas y lácteos, pero ahora me dedico a repartir comida a domicilio. Esto nos ha cambiado la vida a todos”, señala el comerciante Elvis León.