Dos científicos locales apasionados del mundo de las ballenas
Ben Hasse y Fernando Félix llevan más de 30 años estudiando a los cetáceos. Han publicado investigaciones y son creadores del Museo de las Ballenas.
La ballena jorobada (megaptera novaeangliae) ha frecuentado la costa ecuatoriana al menos por dos millones de años. Viaja desde la Antártida, en un recorrido de hasta 16.000 kilómetros. Su población se estima ahora entre 10.000 y 12.000 ejemplares.
Tener esos datos recopilados es parte del resultado de más de treinta años de investigación de dos científicos apasionados por las especies marinas: el biólogo ecuatoriano Fernando Félix y el naturalista y guía holandés Ben Hasse.
La antigüedad de este gran mamífero en aguas ecuatorianas se basa en la presencia de conchas fosilizadas del crustáceo ‘Coronula diadema’, en estratos del Plioceno tardío y Pleistoceno en una zona de Canoa, Manabí. Estas tienen a las jorobadas como su único anfitrión. Se adhieren a diferentes partes de su cuerpo.
En cuanto a las distancias y rutas, las han obtenido colocándoles marcas o dispositivos en las aletas como parte de un proyecto pionero que efectúan desde 2013. Ese año pusieron 21 marcas y las ballenas transmitieron por 300 días, tiempo en el cual recorrieron más de 25.000 kilómetros. Una de ellas llegó al oeste de la Península Antártica.
También descubrieron que las madres y sus crías prefieren hacer ese largo viaje cerca de la costa, en aguas poco profundas (quizás para protegerse de sus depredadores), mientras los machos lo hacen mar adentro.
Para población y otros temas relacionados con su conducta, una de las técnicas que utilizaron es la ‘fotoidentificación’, que aprovecha el patrón de coloración de la cara ventral de la cola: afirman que cada ballena tiene un patrón único que la diferencia e identifica como una huella digital.
Gracias a ello cuentan con un catálogo de más de 2.000 ejemplares. Han recibido imágenes de esas mismas ballenas en Colombia, sur de Chile, en la Antártida, e incluso, una en Brasil.
Félix es catedrático e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Sus 124 publicaciones académicas suman casi 1.800 citas en otras investigaciones científicas. Su ‘Guía de campo para el avistamiento de ballenas’ es un manual recomendado para operadores y turistas, además de un compendio muy didáctico sobre los cetáceos.
Hasse, además de investigar sobre la jorobada, realiza el monitoreo de aves playeras y acuáticas en Santa Elena. En 2019 ganó el premio ‘Pablo Canevari’, de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Acuáticas (WHSRN, por sus siglas en inglés), por su prolijo censo de aves de las extensas piscinas de la empresa Ecuasal.
En 2004 crearon el ‘Museo de las Ballenas’, en Salinas, que si bien es iniciativa privada, cuenta con el apoyo de la Fundación Ecuatoriana para el Estudio de Mamíferos Marinos y es una plataforma para investigadores, operadores turísticos y estudiantes.
“Nos conocimos a finales de los 80 en una reunión de un grupo de estudiantes de biología de la Universidad de Guayaquil que estaban interesados por la conservación de los mamíferos marinos. Nos dimos cuenta que teníamos intereses en común y decidimos unir fuerzas para iniciar la investigación de mamíferos marinos en Ecuador”, relata Félix.
Sobre el museo, cuenta que Hasse había comenzado a conectar los huesos de cetáceos varados y decidieron aumentarlos, acudiendo a los varamientos de ballenas y delfines, hasta que la colección se hizo demasiado grande para tenerla embodegada. Así que Hasse, que había comprado una casa en Salinas con un patio grande, ofreció el lugar para implementarlo allí, en pleno malecón del turístico balneario peninsular.
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— MunicipalidadSalinas (@enjoysalinas) December 12, 2017
El lugar exhibe restos y ejemplares de cuatro especies de ballenas grandes, diez de delfines y ballenas dentadas, tres de lobos marinos y numerosas muestras de aves, peces, calamares, etcétera. El ingreso es gratuito, previa cita. Literalmente, permite un recorrido por dentro de las ballenas.
Hasse ha contado que para obtener el esqueleto de uno de los especímenes más grandes, se pasaron “diez días, con cuchillo en mano, eliminando todo el tejido blando del gigantesco animal, con sangre hasta las rodillas y soportando que se encontraba en estado de descomposición”.
Es algo, corrobora Félix, que han realizado con pasión, pero que no ha estado exento de dificultades y anécdotas. “Muchas: desde haber sido considerados locos porque la gente pensaba que no había ballenas en Ecuador; hasta haber sido marginados en los buses por el olor que nos quedaba impregnado luego de haber trabajado cortando ballenas”.
AYUDE A IDENTIFICAR LAS BALLENAS
Identificar a una ballena permite un seguimiento individual, definir su uso del hábitat, sus rutas migratorias, estimar el tamaño de la población, entre otras cosas. En ese sentido, todos los turistas que salen a avistarlas pueden colaborar con el programa de investigación sobre estos cetáceos, enviando copias de las fotos de las colas de ballenas, sin importar el lugar donde fueron tomadas.
Los científicos del Museo de Ballenas tienen un catálogo de más de 2.000 individuos para comparar o agregar las imágenes. Las fotos pueden ser enviadas a la siguiente dirección: Museo de Ballenas, Av. General Enríquez Gallo, entre calles 47 y 50, en Salinas, Santa Elena. O también al correo: fefelix90@hotmail.com
Aparte de los datos del autor, se debe incluir la fecha en que se tomó la fotografía, el lugar (con posición geográfica si es posible) y la hora, entre otros detalles.