La dura carrera del trailero
Un recorrido les puede tomar hasta 28 horas de viaje y descansar apenas 4. Muchos enfrentan procesos por accidentes con muertes
Un pie en el cementerio y otro en la cárcel. Así confiesa que vive Armando Gutiérrez, quien desde los 8 años de edad quiso conducir un camión.
La imagen de su padre frente al volante de un vehículo de carga pesada en los viajes que, de repente, realizaba con él, saltan a su memoria en lo que fue el inicio de su carrera como trailero, quienes en los últimos meses han sido protagonistas de lamentables accidentes de tránsito en Guayaquil.
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Leer másUna profesión que la inició tras salir del colegio y con estudios en el Sindicato de Choferes del Guayas. En esa época le tocó pagar a su padre 150 sucres (moneda que en ese entonces circulaba en Ecuador).
Ya a los 18 años alcanzó su gran sueño: conducir un tráiler. Era un Mack, con 315 caballos de fuerza con dos palancas que se llaman maxitorque. “Fue un poco difícil conducirlo, pero no imposible. Hasta la fecha llevo conduciendo 24 años, ahora viajo en un Kenworth de 600 caballos de fuerza”, cuenta orgulloso de sí mismo.
En sus viajes, suele cubrir la ruta entre Guayaquil y algunas poblaciones de la Amazonía. Sentado tras el volante, puede cubrir trayectos de ida y regreso de hasta 28 horas, de las cuales descansa no más de 4 horas en toda la vuelta entera.
Pero el cansancio no es el único problema. Ni tampoco su peor preocupación.
Asegura que “esta profesión no es nada fácil, vivimos con un pie al cementerio y un pie a la cárcel”. Lo dice en referencia a la siempre latente posibilidad de sufrir algún accidente.
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Leer más“Ahora mismo estoy con un problema por un accidente”, relata. “Yendo por mi carril salió una motocicleta en la que viajaban tres personas sin casco y, lo peor, en estado de embriaguez”, revela el hombre de 41 años.
El estar alejado del hogar, de los suyos, sin ver crecer a sus hijos es otro asunto que le apena. “Casi siempre no estamos y compartimos poco con ellos. Tengo una hija de 23 años y ella sí me ha recalcado la falta de amor como padre”, señala el conductor mientras saca una tarrina para degustar un arroz con seco de pollo, previo a su viaje a la Amazonía.
Dependiendo de la temporada cuando hay más trabajo, hay ocasiones en que solo llegan uno o dos domingos al mes. Y cuando ocurre eso, al llegar a casa es solo para descansar. “Ese es el sacrificio que debemos pasar por amor a nuestra familia y el amor a la profesión de ser camionero”, precisa.
Aunque también tiene claro que hay quienes son más bohemios y llegan a tomarse unas bielas con los ‘panas’ en la esquina. Y a descansar luego. ¿Y la familia? Saludos de llegada y nueva despedida. Nada más.
Como él, Enrique Acebo tiene 18 años conduciendo camiones. Asegura que “este trabajo es muy duro al principio, hasta enseñarse. Aquí se trabaja día y noche, no tienes feriado ni nada, a veces llegas los sábados en la tarde y ya el domingo sales de nuevo con otro rumbo”.
Sin embargo, comenta que hay que sacarle el lado bueno a todo esto. “Lo bonito de ser trailero es que conoces todo el Ecuador”.
EXPRESO encontró a Acebo mientras hacía tiempo en una de las gasolineras que quedan por el sector de El Fortín, al noroeste de Guayaquil. Esperaba que le entregaran la carga que debía llevar en su camión hasta una ciudad de la Sierra.
Una hamaca bien asegurada a los extremos de la parte baja de su plataforma le servía para el descanso. Sin zapatos, por supuesto, “para que los pies descansen, porque lo que se viene es durísimo”, dice.
Llama a los demás camioneros ‘su otra familia’, pues con ellos a veces llega a compartir mucho más tiempo. “Llegamos a las paradas, sea en una gasolinera, restaurantes de paso o una UPC, esta última es más segura por tantos robos que tenemos en las vías. Así vivimos los camioneros”, sentencia.