En Durán el gris llega a unas calles; mientras a otras, desechos
El Municipio avanza con obras viales en la 28 de Agosto. Vecinos se quejan que solo fueron unas cuadras. En otros sectores rellenan con desalojo
Sentado en una silla de ruedas, a un costado de una vía secundaria polvorienta y donde vende las dulces chabelitas, Agustín Pacheco mira con sentimientos encontrados la esquina de su barrio, en la cooperativa 28 de Agosto, en el cantón Durán.
Dos escenarios distintos chocan en su vista. De un lado, una vía completamente asfaltada, con aceras, bordillos y calles secundarias asfaltadas,por donde cruzan pocos vehículos; mientras que del otro lado observa la realidad que ha imperado por décadas: calles de cascajo desniveladas, con profundos huecos, montes, agua empozada, sin ningún tipo de obra pública, pero por donde cruzan los buses de la única cooperativa de transporte urbano que circula por la zona.
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El pasado 25 de enero, el Municipio de Durán informó acerca de los “cambios significativos” que experimenta el sector, con la colocación de 15.000 metros cuadrados de asfaltado de vías, la implementación del sistema de alcantarillado pluvial y la construcción de 1.500 metros lineales de aceras y bordillos. Una intervención que contempla la colocación de una capa asfáltica de 3 pulgadas en 60 mil metros cuadrados de vías, como parte de una primera fase que abarca el 50 % del sector, beneficiando a 3.500 hogares de la zona.
Una obra que Pacheco espera se extienda a la 28 de Agosto 1, a unos metros de donde se han asfaltado unas cuantas calles. “Aquí no hay arreglos de nada y esta es la calle principal donde pasan muchas personas que están enfermas, porque estos baches profundos han descolumnado a gente, hasta jóvenes. Uno llega con un dolor terrible de cintura a la casa, nadie se salva, sobre todo cuando se moviliza en tricimotos, las que en algunas ocasiones se viran”, lamenta el habitante de 60 años, a quien se le hace difícil circular en la silla de ruedas que utiliza, por el 45 % de discapacidad que registra por la pérdida de su pierna izquierda.
Aquí no hay arreglos de nada y esta es la calle principal donde pasan muchas personas que están enfermas por estos baches profundos. Uno llega con dolor de cintura...
Maribel Olmedo, quien habita en la manzana 15 de la misma cooperativa, apenas a unos metros de las calles asfaltadas, recuerda que se hablaba de ese proyecto desde 1996, pero comenzó en 2004 y se estancó. Sin embargo, a pesar de que su calle no ha recibido ninguna obra, en administraciones pasadas les subieron el impuesto “como si nosotros fuéramos ciudadela... nos cobran hasta guardianía que no tenemos”, cuestiona, al asegurar que paga 50 dólares por los prediales.
El sector colinda con la cooperativa San Gregorio, donde sus calles también se inundan y donde esperan que comiencen a llegar las obras viales, con el respiro que está dando el estado de excepción, que se decretó por la violencia que se desencadenó en el país, especialmente en Durán, una de las jurisdicciones que integran la Zona 8 (incluye Guayaquil y Samborondón).
A unos diez minutos, en la cooperativa Los Ficus (compuesta por siete manzanas) también esperan que las autoridades se acuerden de ellos. No obstante, ante la llegada del invierno, que deja sus calles llenas de agua y lodo, los vecinos optaron por rellenar sus calles hasta con desechos.
“Nosotros compramos desalojo (escombros o desperdicios de construcción). Lo que hicieron desde el Municipio es prestar las máquinas y dejar tres volquetadas de piedra”, revela un morador que prefiere no identificarse por temor a represalias.
A pocos minutos, en Una Sola Fuerza viven una situación similar. En una de las calles polvorientas del sector de la 40, varias volquetas están en el sitio llenas de cascajo. Mariuxi Castro explica que todos los días llegan a vender entre 45 y 50 dólares la volquetada a quien desee echarlo en su casa, patio o hasta en la calle de su sector. El precio puede llegar hasta $ 65 la ‘mula’ (de mayor carga).
En este sector cada quien rellena su casa, o si quiere la calle, por su cuenta. Llegan volqueteros a vender entre 45 y 50 dólares y las ‘mulas’ que cuestan 65 dólares.
“Aquí, el que tiene plata rellena su casa, su calle. Se les compra a las volquetas que se colocan en las esquinas”, indica Flor Mosquera, mientras hala un tanque de agua vacío, en medio de charcos de lodo y aguas negruzcas que rodean la casa donde ha residido 35 de sus 75 años de vida. “Solo clamamos a papito Dios y los corazones buenos que nos vengan a ayudar”, pide, al contar que recién se levantaba de la cama donde estuvo postrada un mes tras enfermarse de dengue, por las aguas putrefactas que hay en el sector, donde muchos niños juegan hasta sin zapatos.
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