Guayaquil está más enjaulada y con carencia de convivencia
La vida barrial fuera de los barrotes se pierde cada día. Temor obliga a unos a evitar los parques o sitios turísticos. Fantasma del encierro persiste
Cuatro años de pánico. Si en la pandemia las personas se guardaron en sus viviendas por el miedo a contraer el mortal virus de la COVID-19, hoy lo hacen para sobrevivir a la inseguridad. Más de uno está aterrado, ya sea por recibir una bala perdida, puñalada, ser secuestrado o ser la víctima de un atentado terrorista. Una vida con miedo.
En vista de que el toque de queda limita una vez más y la violencia continúa aterrando, una mayoría en Guayaquil ha optado por blindarse. Basta con observar cómo más ciudadelas y barrios se ‘enjaulan’ como medida de seguridad y de supervivencia. A esto se suma que en los parques son pocas las almas que los visitan, pues muchos tienen daños o están ocupados por consumidores de drogas, lo que lamentan vecinos.
En medio de este escenario hay comunidades que adoptan medidas que apuntan a una mayor seguridad. ¿Pero detrás de los barrotes hay vida barrial y espacio para la convivencia? Para diferentes líderes barriales y residentes, eso ya se ha esfumado o languidece.
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Leer másOswaldo Matamoros, uno de los líderes de Las Orquídeas, opina que ya no existe dicha convivencia. “La violencia ha cambiado nuestras vidas. No podemos salir como lo hacíamos un fin de semana a un centro comercial o al Malecón 2000. Cada día nos encerramos más por este grave conflicto interno que existe”, manifiesta con desencanto el ciudadano.
Un comentario similar suelta Carlos Pastenes, residente de una de las urbanizaciones que se levantan a lo largo de la vía a la costa. Para él, este tema es grave y cada vez le preocupa más.
“¿Qué va a suceder después que termine el estado de excepción? La violencia va a seguir, la droga va a seguir, la emigración va a seguir...”, comenta Pastenes, al calificar como una especie de “obligación” el encerramiento.
En un recorrido realizado por un equipo de EXPRESO, por diferentes puntos de la ciudad, se comprobó que en el interior de ciudadelas son escasas las actividades que se ejecutan en comunidad; y, en las áreas verdes, son pocos los que se atreven a andar.
Entre las ciudadelas Sauces 7 y 2, por ejemplo, hay áreas verdes y recreativas donde diferentes puertas están abiertas, pero otras cerradas. Por otra parte, aquellos espacios que funcionaban como canchas para que jóvenes o adultos hagan deporte, hoy son parqueaderos de vehículos. Y ya parece que seguirán así, pues hay hasta guardianía.
En otro punto de la ciudad, Dannis Delucca, líder de la Martha de Roldós, cuenta que ahí “no importa el toque de queda”. “Hay una contaminación sonora tremenda, no hay respeto a los adultos mayores ni al descanso de la comunidad en general. Acá no hay encierro, la mayoría vive su vida, los hacheros siguen fumando en los parques...”, comenta.
Delucca agrega que el parque Triángulo, al ingreso de la ciudadela, se ha convertido en un tendedero de ropa usada. “Ni el Municipio ni la ATM, cada uno dentro de sus ámbitos de competencia, hacen algo. La Martha de Roldós, tierra de nadie, de drogas, delincuencia y quemeimportismo de sus habitantes”, expresa la ciudadana.
Esto, a juicio del morador Rodolfo Chóez, ha hecho que quedarse en casa sea lo ideal, aunque espera por la recuperación de áreas verdes y exista concientización de vecinos en torno al problema de la contaminación por desechos. “No se puede tener más problemas; suficiente con lo que pasa el país”.
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Continuando por el norte, este Diario recogió el testimonio de un padre de familia que esperaba a su hijo en un parque de la avenida Juan Tanca Marengo. “Debido a la inseguridad lo acompaño y lo espero, no queda de otra”, expresaba mientras otros jóvenes llegaban con patinetas.
Mientras tanto, en la ciudadela Los Esteros, en el sur, Clara Gómez aprovecha el día para realizar actividad física en el parque principal del sector, aunque reclama por máquinas y mantenimiento. “De noche prácticamente no salen los vecinos al parque, ya que el temor continúa, nos gustaría más atención al área para así poder tener un poco de distracción”, recalca.
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Leer másAsimismo, en el emblemático barrio Orellana también se percibe la preocupación. Ya que son escasos los moradores que se adentran al parque principal del sector. Les atemoriza la presencia de personas que no son al barrio. Viven con miedo.
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