Una esquina en la calle Ayacucho se vuelve un nuevo ‘hotel’ para indigentes
Algunos dueños de negocios han tenido que cerrar por el perjuicio
No importa el día ni la hora, los dueños de los negocios y los residentes de la octava y Ayacucho ya se han acostumbrado a ver a personas durmiendo en los portales, consumiendo droga y hasta haciendo sus necesidades como si se tratara de su propia casa.
La mafia de revender los repuestos de carros robados
Leer másA decir de los moradores del sector, esto se ha vuelto un ‘hotel’ para los indigentes que pernoctan en la zona. “Prácticamente viven aquí, por las noches esto se repleta de decenas de indigentes, pero ya no solo son nocturnos, ahora vienen y van como se les da la gana. Es como si fuera su hotel. Usan la vía pública a su antojo. Esto debe cambiar urgente, estamos cansados”, reclamaba enérgico Jofre López, uno de los trabajadores de la zona que cuenta que tiene que convivir con esto hace ya mucho tiempo. “Es horrible cada mañana tener que venir y limpiar su orina y hasta sus heces que nos dejan aquí en el portal de nuestro local. En las noches es cuando más llegan. Duermen, comen, fuman, prenden fuego y quién sabe qué más harán cuando nadie los ve. Es invivible”, comentaba el hombre que asegura que esto no es nuevo. “Por lo menos unos diez años, pero cada vez son más abusivos e irrespetuosos con los dueños”, insistía.
Duermen, comen, fuman y hasta hacen sus necesidades en plena vía pública.
Gino Villagómez es uno de los afectados que decidió hasta cerrar su negocio y migrar a otra calle para evitar más perjuicios. “Se orinaban en las puertas enrrollables, dañaban los candados, quemaban el piso y una vez hasta me amenazaron con un cuchillo. Preferí irme a alquilar a otro lugar porque era muy perjudicial”, comentaba el comerciante de repuestos de vehículos.
Los ‘hoteles de paso’ al pie del río, destruidos
Leer másPor otro lado, don Salvador Ortiz cuenta que tuvo que tomar medidas para evitar más problemas. “En la parte de abajo de mi casa vivían. Tuve que poner unas rejas para que nadie entre. Eso me costó como $ 800. Era eso o vivir con ellos a diario con toda su bulla por las madrugadas y sus indecencias”, comentaba.
“Ojalá las autoridades hagan algo. Aquí ellos hacen, deshacen y hasta se ponen más bravos si alguien reclama. Necesitamos que alguien les ponga un pare urgentemente”, sentenció enérgico Samuel Logroño.