Esteban Jácome: un arquitecto que construyó desde pequeño su futuro

Guayacos es una sección en la que contamos historias de los habitantes de Guayaquil, vidas que alimentan y hacen más rica esta ciudad. Relatos que ayudan a conocer mejor la madera de la que están hechos.

A sus 26 años, Esteban Jácome tiene su propia empresa, un estudio de arquitectura fundado cuando apenas recibía clases y conceptos como estudiante de dicha profesión. A diferencia de muchos jóvenes, desde pequeño él ya sabía lo que quería, pues en su subconsciente se manifestaba frecuentemente aquella voz que anunciaba dónde y cuál era destreza.

Siempre fue muy observador y analista. Se detenía a pensar en la distribución del edificio de su colegio por ejemplo, de las áreas y espacios de un lugar e incluso comparaba cómo era la repartición de esa casa respecto a otras.

Y realmente su sueño empezó a materializarse en un espacio en casa de sus padres en el que para montar su primer estudio a la edad de 21 años tuvo que solicitarle a su madre mover la lavadora y secadora, en otras palabras el área de lavandería, a lo que su mamá respondió ‘tú encárgate de la obra y mueve la lavadora y la secadora a otro lado y pon tu estudio, entonces’.

Lo que ahora hace, simplemente es una proyección distinta de arte. Una que ya habita en sus manos y en su cabeza solo que de maneras diferentes, pues en el colegio se especializó en la rama de Artes Visuales y de allí también su fuerte y muy marcado interés por los detalles que para él no son simples detalles sino que hacen el diseño como tal. Además, le gusta la pintura y en su actual estudio muestra algunos de los cuadros que ha realizado.

Comenta que en su círculo familiar no hubo alguien que lo influenciara de manera directa a dedicarse a lo que ahora es o que, de alguna manera, haya sido el punto de partida para que se interesara por el arte visual y la arquitectura; sin embargo cree que el amor por el arte es lo que le motivó y su constante deseo de mantenerse activo le ayudaron.

Y eso, tal vez, esté en la sangre ya que su abuelo era poeta, escritor y también tocaba la guitarra y aunque sólo mantuvo contacto con él hasta sus doce años, fue el tiempo suficiente para que ambos coincidieran en hacer arte con las manos y disfrutar e inmortalizar los detalles.

Esteban se describe como “loco” e “hiperactivo” y cree que justamente esas particularidades lo llevaron a sentirse orgulloso del camino que ha recorrido a su edad siendo tan joven.

Al culminar el colegio, en sus primeros días como universitario, consideró que tenía demasiado tiempo libre y fue cuando le pidió a su padre que deseaba saber cómo funcionaba realmente un trabajo, y así a sus 17 años empezó a tener sus primeros acercamientos reales con la arquitectura, desde almorzar con los obreros hasta observar los planos y las construcciones.

Con casi 18 años adquirió experiencia en estudios de arquitectura, en estudios de decoración, en construcciones y a esa edad también fiscalizó una obra. Aquello despertó su gusto por la parte artística, la parte técnica de la construcción, la de las obras, la fiscalización y todo lo que componen a la arquitectura integral.

Aún conserva su primera libreta en la que guarda como reliquia sus primeros trazos, garabatos y bocetos. Como él le llama “su primer cuaderno de necesidades”, ya que allí plasmaba las ideas de sus clientes y los proyectos que tenían en mente, mismos de los cuales lograba extraer su concepto para entregarle al cliente su propio sueño.

Junto a su equipo buscan siempre brindar lo mejor a quienes los solicitan por su trabajo, ya que esa es su marca y son sus obras y proyectos quienes hablan por ellos- son su carta de presentación. Manejan el concepto de lo atemporal, aquello que persiste durante el tiempo, pues Esteban considera que, por ejemplo, una casa es algo que debe durar para toda la vida, no se puede cambiar tan pronto o por moda como los muebles o una silla, y por ello es necesario ofrecer una pieza única basada en todas las necesidades del cliente, sus gustos, estilo de vida y esencia.

“Aprendí un poco a nadar en contracorriente”, menciona el joven arquitecto y justamente por esa manera distinta de ver las cosas fue que descubrió que su oportunidad estaba en dejar de hacer lo repetitivo y empezar a entregar modelos y diseños únicos.

Le gusta dejar que su imaginación fluya con lápiz y papel, y a pesar de contar con programas especiales para su trabajo considera que esas son las bases para explorar su creatividad y además porque menciona que “un arquitecto que no es capaz de hacer un bosquejo a mano alzada, no es un buen arquitecto”.

Actualmente está por abrir una sucursal de su estudio en Quito y espera continuar estableciendo alianzas para trabajar proyectos en el exterior, pues ya han formado vínculos con otros estudios en Miami.

Respecto a lo que hasta ahora ha logrado con esfuerzo menciona: