Estudiar, hasta en vacaciones
Los vacacionales ahora son espacios para reforzar conocimientos. Los vacíos académicos que dejaron las clases virtuales les pasa factura a los estudiantes
Jhon Ortiz (7) se levanta del pupitre, sale al pizarrón y resuelve una operación matemática. No está en la escuela, por eso no luce uniforme; tampoco lleva una maleta cargada de libros. No obstante, está rodeado de otros niños y niñas de diferentes edades que quieren seguir aprendiendo.
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Leer másOrtiz, junto a otros 30 menores, está de vacaciones desde hace dos semanas; pero también están nivelando sus conocimientos en materias como Lenguaje y Matemáticas, con las que han tenido muchas dificultades de aprendizaje durante las clases no presenciales que empezaron en marzo de 2020, por la pandemia mundial de COVID-19, cuando se cerraron los planteles educativos.
Tres veces a la semana ellos llegan al centro comunal de la cooperativa Janeth Toral 2, noroeste de la ciudad, donde una decena de líderes comunitarias (todas madres de familia) se encargan de que jueguen y se diviertan mientras nivelan sus conocimientos.
Los tradicionales espacios vacacionales en donde los menores aprovechaban para practicar algún deporte, se han convertido en cursos de nivelación donde los estudiantes tratan de llenar los vacíos académicos que han dejado las clases virtuales en los últimos dos años.
Los problemas de conectividad, la falta de herramientas tecnológicas, la falta de maestros capacitados, la deserción escolar, los vacíos de aprendizajes son algunos inconvenientes que persisten desde la emisión de clases virtuales, por el inicio de la pandemia de COVID en 2020.
— Diario Expreso (@Expresoec) January 9, 2022
“Me hubiera gustado que mi hijo se vaya a pasar las vacaciones escolares a la casa de sus primos que viven en Quevedo; pero quise aprovechar este espacio de aprendizaje que se ha abierto en el barrio, para que pueda repasar algunas materias que verdaderamente han sido muy irregulares por la falta de un maestro que le enseñe de manera presencial. Frente al computador o por WhatsApp ha sido difícil el proceso de enseñanza”, manifiesta Miriam Figueroa, madre de familia de este sector popular de la urbe.
Nosotros no cobramos nada por esta tarea que realizamos. Nuestra mayor gratificación es ver a nuestros niños felices con ganas de seguir aprendiendo, aún en las adversidades.
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Leer másEn esta cooperativa, que pertenece a Monte Sinaí, los niños han tenido problemas para recibir las clases virtuales durante estos últimos dos periodos escolares, debido a que no tienen los equipos tecnológicos ni el servicio de Internet para conectarse con sus maestros.
Aquellas líderes comunitarias que durante este tiempo se han preocupado de que ellos no abandonen los estudios, ahora se encargan de que nivelen sus conocimientos.
“Estamos haciendo repaso con el material de las asignaturas que ellos han recibido en este ciclo. También trabajamos con tutoriales de YouTube de donde sacamos nuevos contenidos que los chicos deberían conocer, de acuerdo al nivel educativo en el que se encuentran”, explica Beatriz Menoscal, la líder que sigue prestando su teléfono celular para que los niños continúen en su proceso de enseñanza y aprendizaje.
Las clases virtuales han originado vacíos, retrasos y déficits de conocimientos, especialmente en los niños más pequeños, que están desarrollando sus destrezas.
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Leer másReconocen que ellas no son maestras; pero sí madres que saben las falencias y vacíos que tienen sus hijos. “Por eso tratamos de ayudarlos para que en el siguiente año lectivo no vayan arrastrando más vacíos en la enseñanza”, anota Miriam Figueroa, otra líder.
Pero en la casa comunal no todo es tarea y lecciones. También hay tiempo para jugar y divertirse entre amigos.
“Tenemos tiempo para jugar a las rondas, brincar la cuerda o inventar otras actividades divertidas. La verdad es que la estoy pasando bien, ya que estas tareas no son estresantes y tampoco tienen la presión para obtener un puntaje”, indica Belén Pin, de ocho años.
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Leer másMishell Morán, de 15 años, también se divierte mientras aprende. Durante los recesos, ella enseña a bailar a los más pequeños, para luego dedicarse a repasar y a desarrollar algunos ejercicios de Matemáticas, junto a otros vecinos. “Esto es interesante porque no estamos perdiendo el tiempo”, puntualiza.