Expertos enseñan cómo se puede arborizar la ciudad
Una familia siembra y regala ancestrales pijíos. Jardineras verticales y terrazas verdes son otra opción.
El pijío es un árbol frondoso que crece en los bosques tropicales secos, como el que caracteriza a la Costa y rodea a la cordillera de Chongón-Colonche. Logran vivir hasta por 500 años, sobrepasan los 25 metros de alto y tienen una circunferencia que promedia los 10 metros. Su copa es el hogar ideal del papagayo, ave insignia de Guayaquil, y junto a su tronco suele crecer el neem, un arbusto insecticida.
Así lo explica Arnoldo Alencastro, ingeniero civil que desde 1998 con su familia dedica tiempo a investigar el estado de esta especie en Guayaquil y sus zonas aledañas, principalmente en el sector de Casas Viejas, donde se puede observar varios de estos árboles que ya tienen 300 años. Pero no solo eso, pues también anualmente cultivan semillas del pijío, siembran y donan incipientes arbolitos de esta especie a personas, fundaciones e instituciones.
“Como madera no sirve porque es como una balsa, pero ambientalmente sí. A medida que se va perdiendo el pijío, se va extinguiendo el papagayo. Este árbol está muriendo con los incendios forestales y por su tala descontrolada. Su extinción es nuestra preocupación”, sostiene Alencastro.
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Leer más“Además, este árbol es parte del ecosistema propio del bosque seco. Mantiene la humedad dentro, y otras especies del bosque se benefician de aquello”, acota Ana Belén Alencastro, hija de Arnoldo y arquitecta.
Durante un recorrido por terrenos en la vía a la costa, donde esta familia guarda más de 100 pijíos incipientes y algunos ya plantados de 10 años de edad, Arnoldo cuenta que sembrar uno de ellos significa crear una historia, porque quienes lo hacen no lo verán crecer hasta su límite, sino que lo harán sus descendientes.
Asimismo, cree que plantar estos y otros tipos de árboles en ciertas zonas de Guayaquil es necesario para crear sombra y aumentar el aire fresco de la urbe.
Su iniciativa es una forma de arborizar la ciudad. Sin embargo, su caso es una excepción y para que el amor por la conservación de los árboles nazca en otros guayaquileños, el urbanista Johnny Burgos, decano de la facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil, cree que hay que generar una cultura verde, lo que puede lograrse con ordenanzas municipales. “Se puede hacer conciencia ciudadana con una ordenanza que indique que en las casas de una determinada superficie, con un patio muy grande, el 20 % debe ser área verde. O hacer como en países europeos donde por ceder parte del patio para área verde, se le reducen al ciudadano los impuestos. Ese es el incentivo”.
Otro ejemplo, según el experto, quien además es PhD en Urbanismo y Arquitectura, es el de la ciudad de Barcelona, en España, donde se hizo hace años un estudio de las manzanas donde se descubrió que hay intersecciones con edificios abandonados. Esas estructuras fueron municipalizadas y convertidas en áreas verdes.
Sugiere, además, que los parterres amplios de Guayaquil se deberían aprovechar para plantar allí árboles, cuya copa brinde sombra a los caminantes. Y que en lugar de retirar los árboles para realizar una construcción, más bien los proyectos deben adaptarse a la presencia de estos y mantenerlos.
El también arquitecto y docente de la Universidad de Guayaquil Brick Reyes sugiere otras formas de arborizar la ciudad, que pueden venir desde sus habitantes. “Incorporando una cultura ecológica de jardinerías verticales y de terrazas verdes en las casas. Eso ayuda al oxígeno”, sugiere.
Otra propuesta, indica Reyes, que no solo planificó y diseñó con estudiantes de maestría de Arquitectura, sino que expuso para que el Cabildo la analice, es que una vez que el aeropuerto sea trasladado, en el espacio de la avenida de Las Américas se implementen 264 hectáreas de áreas verdes, convirtiéndose esa zona en un pulmón gigante de aire puro para Guayaquil.
Cada año la Familia Alencastro cultiva en su vivero cientos de árboles de esta especie y regala árboles incipientes a las personas e instituciones