Guayaquil: Aún falta encierro y sobra aburrimiento
El confinamiento insta a los jóvenes a cambios de look, no por moda, sino para salir de la monotonía, como pintarse el cabello de morado o raparse
Apatía, desmotivación, aburrimiento, irritación son parte de los síntomas de lo que la Organización Mundial de la Salud ha denominado fatiga pandémica. Enfrentar esto no está resultando fácil para nadie, mucho menos para los jóvenes, quienes tras permanecer encerrados más de un año en casa, en su desesperación -como reconocen a EXPRESO- han optado por raparse, pintarse el cabello de colores o colocarse un piercing.
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Leer másJulián Sarmiento, de 17 años, se graduó hace apenas unos meses y por ser casi un adulto mayor, como advierte entre risas, una noche se encerró en el baño y con la rasuradora de su padre empezó a raparse. “Quedé liso como un coco en cuestión de 15 minutos y mi madre casi me mata. Me gritaba: loco, loco... Le decía que solo estaba aburrido, que ya crecería”, precisa; mientras advierte que espera que llegue pronto agosto, que cumple 18, para perforarse la oreja y hacerse un tatuaje.
Sarmiento lleva 13 meses sin ver a sus amigos, con ellos habla solo por Whatsapp y juega en línea prácticamente todas las noches. “Ese ha sido mi único escape para no estresarme, mis padres no me dejan salir a ningún lado. Eso me agobia, me ha hecho hasta llorar. Extraño mi vida de antes y no es un secreto”, cuenta. Su madre, Patricia, lo confirma. “Ha pataleado y ha maldecido al coronavirus cientos de veces. Unos días ha amanecido bien y otros ha sido el chico más rebelde. He tenido paciencia porque de esto se trata. Sé que para el adulto mayor el encierro ha sido desastroso, pero también lo ha sido y es para los chicos”, argumenta.
Y lo reconocen no solo los padres, sino los psicólogos clínicos: “el encierro te empuja a hacer locuras típicas de la edad. Sé de casos de jóvenes que se han cortado las cejas, ponerse tatuaje, pintarse el cabello de tres colores, son casos que he atendido en mi consultorio”, indica la psicóloga Andrea Sánchez. Y el reflejo de eso está en Guayaquil, en las calles.
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Leer másEn la avenida Orellana está Adonai Carbo, de 16 años, salió a caminar un poco. Cuenta que el encierro lo llevó a ponerle colores a su cabello, ya que por ahora los días son sombríos sin vida social. Los rayos del sol destacan los colores de su cabello con un movimiento de cabeza, unas veces es verde, amarillo y castaño. Sonríe y dice que hace dos meses usaba un corte de cabello tradicional.
Sobre los cambios de look atrevidos por el encierro y no por moda, la maestra de belleza Giomar Henriques, propietaria de Ego Peluquería, ubicada en Miraflores, manifiesta que desde que empezó la pandemia un 20 % de los jóvenes se hace cambios en su apariencia más extremos, para salir de la monotonía del encierro.
En el parque Forestal, al sur de Guayaquil, no hay las risas de los niños, no hay pelotas que rebotan, se extraña hasta la música del gusanito recorriendo el lugar. Lo que sí escucha con nitidez el pasar de las hojas del libro de Alejandra Lager, una joven guayaquileña que lee rodeada de árboles, flores y del canto de los pájaros.
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Leer más“Ya me dolía hasta la espalda de estar muchas horas sobre el sofá. Así que opté por salir a caminar y traje un libro para leer”, comenta Lager, quien luce en su brazo izquierdo un tatuaje de una ranita.
La nueva realidad que impone la COVID-19 no solo ocurre en Guayaquil, un sondeo de Unicef muestra que es un problema en la región y en el mundo.
Unicef hizo un sondeo a 8.444 adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años, en nueve países y territorios de la región. Entre los participantes un 27 % reportó sentir ansiedad y 15 % depresión.
En Guayaquil no es diferente y el sentir de Lager tampoco es distinto del que tiene Enrique León, de 17 años. Él sale a hacer ejercicios al parque Samanes para vencer el aburrimiento.
Aunque hay los que no han salido desde marzo de 2020, como Fernando Romero, de 14 años, quien optó por decirle a sus padres que no se va a cortar el cabello hasta que vuelva ser libre en ir a clase presencial y pueda salir con sus padres. A esta fecha tiene una melena larga y tal como va la situación con la pandemia, esta aún crecerá más.
“Según los datos de las autoridades todavía falta estar encerrado, pero a nosotros nos sobra aburrimiento. Nos sentimos cansados de vivir con tantas restricciones. Ha pasado un año y da la sensación de ser un año perdido”, señala Sara Carrasco, de 19 años.
En efecto el mismo sondeo de la Unicef indica que la situación ha afectado el día a día de los jóvenes, un 46 % reporta tener menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba; y la situación se complica cuando la mediación muestra que un 36 % se siente menos motivado para realizar actividades habituales.
Para salir del tedio del encierro Andrea Vaca, de 12 años, se pintó el cabello de verde. Mientras que Betsabeth Piña de morado. Se sabe que hay quienes se han teñido el cabello con chocolate o usando la anilina que les sobró del carnaval.
Las reacciones son variadas, hay otros jóvenes que han optado por ver series. “He visto tantas películas que ya voy por los dibujos animados que veía mi papá cuando era un niño, como el Lagarto Juancho, Picapiedra, Supersónico”, comenta Pepe Alcántaro, de 14 años.
Para su hermano, Nahum, de 12 años, no fue fácil aceptar no tener fiesta de graduación por terminar la escuela. “Hicimos una piñata con una caja, que luego la pintamos y el color nos quedó en las manos y ropa, hubo de todo para una fiesta; nos divertimos, pero faltaron nuestros amigos”, detalla Alcántaro.
Este caso es un ejemplo de padres que están pendientes de atender a sus hijos, que es una de las soluciones que recomiendan las psicólogas Sandra Moreira y Andrea Sánchez, consultadas por este Diario.
Según Unicef, entre quienes sintieron la necesidad de pedir ayuda en relación a su bienestar físico y mental, solo 1 de cada 3 lo hizo a familiares o amigos.
Al final los expertos en salud mental hacen hincapié en recobrar ánimo y reconocer que existe la fatiga pandémica para también hacerle frente con ocurrencias sanas.
La fatiga pandemica : lo que nos pasa con la pandemia es que nuestro cerebro ha empezado a creerse que esto no acabará y sumado al cansancio, genera esa fatiga y actitud depresiva que estamos observando tanto en el entorno como en nosotros mismos. https://t.co/XH5KIlwRxC
— Julieta Sagnay Dra 🇪🇨 (@JulietaSagnay) April 6, 2021
OPINIÓN DE EXPERTOS
- “Los jóvenes presentan ansiedad depresiva”
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Leer másLos psicólogos destacan que están atendiendo a jóvenes con sintomatología ansiosa depresiva. “Es decir, se sienten ansiosos y deprimidos por la pandemia por no poder salir, por no poder socializar con sus amigos”, dijo a Diario EXPRESO la psicóloga Sandra Moreira.
Agregó que hay un alto índice de casos de jóvenes con alteraciones de sueño y vigilia. “Al no tener clases presenciales se acuestan a dormir tarde o tienen insomnio y se pasan en videojuegos. Así se altera todo, en la noche no tiene sueño y pasa despierto; y en el día pasa con sueño”, indicó Moreira.
También se sienten de mal humor e irritados.
Más allá de ver como un año perdido la experta anima a valorar lo que se ha ganado.
Ecuador sumó este viernes 533 nuevos contagios de la covid-19 y acumula 355.964 desde que se inició la pandemia, además de agregar 33 decesos. https://t.co/Vm6SiHOSX5
— Diario Expreso (@Expresoec) April 16, 2021
La atención de los padres es fundamental. “En mi consultorio he visto casos de depresión con problema de alopecia y que por la ansiedad se muerden los cueritos de los dedos”, manifestó la psicología Andrea Sánchez.
Lo más preocupante es que hay casos de jóvenes que literalmente desde marzo de 2020 no salen de casa. “Estos extremos de cuidado los ha afectado más”, dijo Sánchez.
Los casos de ira, de mal humor por el encierro, están saliendo de control. El psicólogo del hospital de Neurociencias, Andrés Ashby, contó que atendió un caso de un joven de 14 años que sacó un cuchillo a su padre, porque apagó el Wifi para que no exista internet y no se pase toda la noche en videojuegos. Otros han estrellado el dispositivo, o golpeado las puertas o paredes.