La Garzota se apaga y deja de ser el barrio tranquilo de antes
La ciudadela parece desierta al caer la noche. Los residentes exigen mayor vigilancia y patrullaje
No hace mucho, La Garzota era considerada una ciudadela pacífica, donde existía armonía entre las plazas comerciales, las funciones públicas se situaban allí y las casas o condominios eran bastante cotizados dentro del sector inmobiliario. Hoy, al igual que ha ocurrido en sectores como Urdesa y Kennedy, esa armonía no se siente entre sus habitantes y moradores.
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Leer másSi bien en el día no deja de ser una zona transitada debido al comercio, llegan las ocho de la noche y las esquinas de La Garzota se tornan inhóspitas. A lo largo de la avenida Guillermo Pareja, la calle principal de esta ciudadela, se divisan locales cerrados que años atrás atendían hasta en horario extendido, las personas caminan con prisa para guardarse en sus hogares o salir de allí. El barrio luce desolado.
‘‘Es por la delincuencia. No se puede andar seguro. En los parques paran fumones. Esto era comercial en la noche, ahora a partir de las 19:30 esto empieza a morir’’, cuenta Elián Anzules, quien trabaja en la logística de una plaza comercial desde hace más de 20 años. Su compañero de oficio, Marcelo Sancán, también compartió a EXPRESO su sentir, a través de anécdotas de robos que se han dado en los últimos meses.
‘‘A este sector le hace falta vigilancia de parte de los policías, hasta de militares. Aquí, a vista y paciencia asaltan personas en moto, camuflados de repartidores; hace pocos días así asaltaron a unos chicos de un colegio’’, contó.
La Policía Nacional dice cumplir la vigilancia y patrullaje
EXPRESO conversó con el capitán Erick Mena, policía encargado de la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) del sector, ubicado en la avenida Eloy Vázquez, diagonal al reconocido templo budista. El oficial asegura que se realizan patrullajes constantes y que el número de agentes del circuito sí abastece las rotaciones de vigilancia.
Sobre esta última aseveración difiere Blanca Rodríguez, quien es residente de la ciudadela desde hace 17 años. Ella describió cómo la inseguridad fulminó la vida nocturna en los últimos años.
“Yo cuando recién llegué era universitaria, podía caminar por este tramo a las 22:00, nunca me pasó nada. Antes uno podía llamar a la policía, había botones de pánico, pero hoy no se los ve, se llama al 911 y nunca llegan’’, indicó Rodríguez. Ella tiene que pasear a su mascota todas las noches, pero se ha acostumbrado a hacerlo lo más temprano posible, porque considera que el sector queda ‘botado’ a merced de delincuentes que cometen robos en automóviles o motocicletas. ‘‘Esto se perdió, La Garzota ya no es la ciudadela residencial que era antes, donde uno venía a vivir aquí por la tranquilidad. También han llegado extranjeros que han dañado el sector, porque traen con ellos personas que no son de buen vivir’’, agregó.
El triste panorama nocturno de La Garzota
Hay cuadras que han decidido cerrarse con portones, cortando la circulación peatonal. Aunque el alumbrado ha sido renovado en ciertos tramos, sobre todo de la avenida principal, a lo largo de las calles transversales se pueden extender penumbras en horas de la noche.
Irónicamente, el perímetro del edificio aledaño a la empresa eléctrica está oscuro por faroles quemados. A pesar de que el Garzocentro intenta mantener el comercio activo en la noche, se divisan pocos o nulos comensales.
“Yo adoraba ir al Garzocentro, iba por tacos y hacía pícnic en la plaza. Era increíble. Ahora solo paso de lejos. El sitio está apagado. Y cerca, como ha sido público, se han registrado incluso atentados. Me da miedo”, señaló Patty Matute, residente.
Los parques también cuentan con luminarias parcialmente dañadas, y en sus esquinas se estancan numerosas fundas de basura que no siempre son recogidas el mismo día, según los moradores. Este es el panorama nocturno de una ciudadela que está borrando la serenidad de sus características.
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Leer másLa nostalgia de lo que era antes
‘‘Se ha deteriorado para mal, si la Guillermo Pareja está vacía, la calle Hermano Miguel es peor, no hay nada, no encuentras a nadie en la calle. Las pocas personas que ves a veces van con prisa y miedo, porque saben que ya no es un área tranquila’’, explica Erick Vargas, de 24 años, residente desde que nació. Él lamentó con nostalgia que la ciudadela donde creció no volverá a ser la misma y que la situación no tiene tendencia a mejorar debido a la violencia que atemoriza a toda la ciudad.
‘‘Extraño la paz, poder salir a caminar con mis amigos, tus mascotas, sabiendo que no te va a pasar nada’’, agregó. Vargas también cree que un causante de inseguridad son los dueños de condominios, quienes según él, están aceptando inquilinos que no siempre aportan una buena vecindad.
Los residentes exigen puntos de vigilancia, además de patrullajes intensivos y mantenimiento a las luminarias averiadas. Estas serían acciones que devolverían un poco la serenidad que con el tiempo se ha ido desvaneciendo.
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