Patricia March, la mujer que refloreció junto a su jardín
Guayacos: Impulsada por su esposo, el desempleo y su amor por las plantas; Patricia March, se convirtió en una emprendedora de productos orgánicos para huertos
Guayacos es una sección en la que contamos historias de los habitantes de Guayaquil, vidas que alimentan y hacen más rica esta ciudad. Relatos que ayudan a conocer mejor la madera de la que están hechos.
Patricia March recorre su jardín con mucha paciencia y delicadeza. A cada una de sus plantas y flores les dedica varios minutos. Las riega, las observa, las acaricia y la sonrisa no se le desdibuja. Tiene bonsais, veraneras, bromelias, orquídeas, cuernos de alce, olivos negro, fénix, rafis y otros tipos de flores que embellecen las paredes, esquinas y bordes del patio de su casa, situada en Samborondón, al norte de Guayaquil.
Ese es el espacio donde su familia suele compartir momentos de relajación, pero tiene un significado más para ella: es el lugar donde cada día reflorece junto a su jardín.
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Leer más“Cuando estoy con las plantas es como si se acabara el mundo, nada me puede molestar cuando estoy en el jardín. Siento que es una comunicación de doble vía, que cuando las riego ellas me dicen ¡al fin saliste!”, comenta sonriente, como si hablara de uno de sus dos hijos, de 23 y 20 años de edad.
Pero su vergel no siempre tuvo este tinte embellecedor. Florecía menos hace dos años, antes de que ella, Patricia de 50 años de edad, hallara la mejor vía para emprender, obtener ingresos para la casa y sentirse 'viva', gracias al uso de dos productos naturales a base de nutrientes y extractos de ciertas plantas medicinales.
“Yo perdí mi trabajo hace cinco años, después de haber trabajado por 18 años. Me quedé sin ahorros, con deudas y muy desmotivada y triste. Mi esposo me animaba todos los días a que emprenda con algo relacionado a las plantas, que es lo que me gusta, y como él es importador de productos naturales para plantaciones, me decía que sacara un derivado de ellos para mis plantas. Cuando le hice caso y empecé a ver los resultados, me animé a ofrecerle el producto a mis amigas”, narra.
Los productos, llamados Selective Killer y 6-in-1, de su marca Biogardens (uno para combatir plagas agresivas y otro para fertilizar y promover la floración), dieron el salto de los jardines de las amigas de Patricia a los jardines, huertos y macetas de las amigas de estas. Con ese incentivo, esta guayaquileña creó su cuenta de Instagram que acaba de pasar los 5.000 seguidores.
“Y todo fue gracias a mi esposo, por su insistencia. La idea nació de él”, recuerda con gratitud y sonriente esta ingeniera comercial, mientras riega a unas de sus bromelias.
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Leer másDesde que se animó, cada semana ha tenido pedidos. Sus clientes son personas amantes de las flores, dueños de viveros y de jardines de diferentes partes de Guayaquil y de otras ciudades, como Quito y Santo Domingo, a quienes les envía los productos a domicilio.
Su rutina pasó de ser aburrida y triste a un ajetreado y feliz ritmo de trabajo. Despierta, hace ejercicios y enseguida empieza a empacar, etiquetar y despachar los productos. Le ayuda Ángela, su asistente doméstica. A las 18:00, cuando termina la jornada laboral, empieza con la revisión de nuevos pedidos que le llegan por redes sociales. Al mes vende entre 200 a 250 litros de Biogardens.
“No solo se trata de un negocio, sino de educar a las personas y ayudarles a hacer conciencia de que no hay que abusar de los químicos. Mi insistencia fue porque conozco su amor por las plantas y de las bondades de los productos que yo importo, que son 100% naturales. Además de que sabía que ese nicho podía ser rentable”, dice su esposo Javier Alarcón, agrícola, quien conoce muy bien los campos y los negativos efectos de los químicos en el área agrícola.
Se dio cuenta entonces que su actividad no se trataba solo de un negocio, sino que se había convertido en una ventada por donde entraba aire puro que calmaba la tensión del estrés de la pandemia del coronavirus. Cuidar de las plantas y verlas crecer era para miles de personas, un respiro, un desahogo, una terapia. “Era muy lindo ver luego las fotos que me enviaban donde sus plantas habían florecido”, acota.
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Leer másEl amor por estos coloridos capullos, nació en ella desde muy pequeña, cuando acompañaba a su mamá a regar y conversar con las flores. Su primer jardín lo formó con pocos maceteros, cuando se casó por primera vez. Tras 14 años de divorcio, se dio una segunda oportunidad en el matrimonio con Javier con quien suele recorrer y admirar su espacio de florecimiento.
Patricia además ha donado varias flores para las áreas comunes de su urbanización y da asesoría personal, gratis, a sus clientes.
“Las plantas siempre dan un ambiente cálido, respiras mejor, respiras paz, sientes un amor que te rodea. Amo las plantas”, concluye.