Ocultó a su familia que había dejado la universidad para vivir de los helados de licor
GUAYACOS. Frederick Intriago no se arrepiente e inauguró su segundo local en plena pandemia. Ya regresó a los estudios
Guayacos es una sección en la que contamos historias de los habitantes de Guayaquil, vidas que alimentan y hacen más rica esta ciudad. Relatos que ayudan a conocer mejor la madera de la que están hechos.
Un nuevo local del helados llamado Fred's Ice Cream abrió el pasado 30 de octubre en la avenida Leopoldo Carrera y circunvalación, de la ciudadela Los Ceibos, en el norte de Guayaquil. Allí, una joven entra entusiasmada. A ella le encanta este postre, especialmente el de menta y vainilla, pero cada vez que se le antojaba uno, debía sacar su auto y manejar varios kilómetros para llegar a un heladería. Ahora solo necesita caminar un par de cuadras.
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Leer másEste nuevo sitio está decorado con sillas y muebles de colores vivos y llamativos. Sus paredes y pisos, impecables, también tienen colores pasteles que refrescan el ánimo. La clienta, recorre las exhibidoras estudiando el color, la textura, la imagen y el nombre de cada helado. De pronto algo se roba toda su atención: algunos sabores se llaman bailey's, honey whisky, tequila, caipirinha, vino tinto, entre otros nombres de licor.
“¿Acaso tienen alcohol?”, pregunta con los ojos casi desorbitados. El encargado de la tienda le responde que sí, pero que no puede emborracharse con ellos al menos que los consuma en grandes cantidades. Llena de curiosidad, la muchacha escoge el de vino tinto y se sienta a disfrutar encantada. “Sí sabe a vino, es una mezcla perfecta”, alza la voz sonriente desde su mesa.
Este punto de venta es el segundo de la marca Fred's Ice Cream. El primero abrió hace dos años en la avenida Las Monjas, entre las calles Víctor Emilio Estrada y Acacias, de Urdesa Central, también en el norte de Guayaquil. Su creador es Frederick Intriago de 26 años de edad.
“Siempre me han encantado los helados, pero en Guayaquil solo veía y consumía los sabores comunes. Como quería consumir algo diferente empecé a investigar y me di cuenta de que podía crear mis propios sabores. Entonces empecé a hacer helados cuando tenía 21 años de edad y estaba en la universidad”, recuerda.
Con esa idea, en una boda, Frederick probó el granizado de margarita y aquello finalmente le dio total forma a su plan. “Tenía hielo y licor y mientras lo tomaba, pensaba ¿puedo convertir este cóctel en un helado?”, cuenta. Desde entonces no paró de buscar recetas y tutoriales en YouTube de cómo hacer helados de licor.
Empezar a emprender no era ciencia para él. Ya tenía experiencia creando y vendiendo galletas y shawarmas a sus 12 años en el colegio. Es que como deportista necesitaba reunir fondos para viajar a los torneos. Además trabajaba para su mamá en la fabricación de conos de helados. “Siempre tuve la idea de tener mi propio negocio”, recuerda.
Sus primeros experimentos de helados de licor los hizo en un balde de madera, que tenía su mamá en casa, justamente para hacer helados artesanales. Allí ponía hielo y sal, un cilindro de helados en la mitad y después de media hora de vueltas, se creaba el granizado espeso.
“El primer sabor que hice fue el de tequila. Me gustó mucho entonces empecé a hacer más y a regalarles a mis compañeros de clase en la universidad. A ellos les gustó mucho y fue ahí que decidí hacer para vender a domicilio”, detalla.
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Leer másEntusiasmado, promocionó su creación en sus redes sociales. Los pedidos empezaron a llegar y para ahorrar, cuando las distancias no eran muy largas, tomaba buses en lugar de taxis para hacer las entregas. Luego quiso ir más lejos y se inscribió en cuanta feria podía participar, para ver al instante la reacción del público. La delicia, exquisitez y la concentración al punto del licor que se siente en su producto le daba el visto bueno de la gente.
Luego no lo pensó más y se enfocó en el que quería fuese su negocio: una heladería con sabores de licor. Para ahorrar dinero, optó por retirarse temporalmente de la universidad y empezar a trabajar duro para poder tener su local físico.
El dinero que hasta ese momento ganaba en las ferias y con la venta a domicilio y que usaba para pagar las pensiones de su universidad, las guardaba para su negocio. “Me retiré un año de la carrera pero no le dije a mi familia porque estaba seguro de que se enojarían. Entonces ese año seguí actuando como si iba a la universidad, tomaba mi mochila, me despedía, cumplía el horario, pero en verdad iba a entregar helados”, recuerda ahora entre risas.
Después de tres años de ahorrar, llegó el momento. “Cuando ya podía abrir el local, entró en mí el miedo. Miedo a no poder administrarlo, miedo a no estar a la altura, a perder la inversión, perder mis ahorros. Pero luego lo medité mejor y me arriesgué, porque si quería seguir adelante con mi marca, tenía que lanzarme”, detalla.
Su heladería de Urdesa, de 50 metros cuadrados, fue un éxito. Incluso, pudo dar trabajo a otras personas. Y aunque la pandemia del coronavirus le afectó, como a la mayoría de negocios, gravemente, no lo derrumbó. Durante el confinamiento, Frederick pudo seguir creando helados y entregando a domicilio, gracias a los clientes que ya había fidelizado.
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Leer más“Mi visión es poder abrir más locales e incluso darme a conocer internacionalmente. Ahora volví a la universidad a estudiar Desarrollo de Negocios, carrera que me servirá mucho, y mi familia me apoya en todo”, concluye.
ABRIR UN NUEVO LOCAL EN MEDIO DE LA PANDEMIA
El nuevo local en Los Ceibos, (Calle Leopoldo Carreta, edificio MBC) es un negocio compartido con una pareja de publicistas y fieles clientes de sus helados. Justo cuando Frederick pensaba en expandir su negocio, llegó la propuesta de los esposos Melany Farías y Javier Baldón.
“Nosotros éramos clientes de la heladería de Frederick y desde que los probamos supimos que era un producto con mucho potencial. Conversamos con él y acordamos en abrir juntos un segundo local en otro sector de la ciudad. Es una alianza estratégica, Frederick tiene el producto y nosotros trabajamos en el desarrollo de la marca”, cuenta Melany.
Lanzarse a abrir un negocio, cuando la pandemia de la COVID-19 y las restricciones que por ella no dejan de llegar por parte de las autoridades, continúan, es una acción osada, pero estos emprendedores optaron por tomar el riesgo.
“En medio de la pandemia vimos una oportunidad de negocio, porque hay personas que quieren salir de casa pero no de su sector. Aquí no había heladerías y la gente viene desde que abrimos, les gusta mucho el producto. Es un local que se suma a los que ya hay, restaurantes y cafeterías, para que la gente de Los Ceibos no tenga que salir de su ciudadela por un helado”, detalla Javier.
Los helados se venden por conos y vasos desde $2 a $5 y hasta por litros. Ambos locales abren de 14:00 a 22:00 de martes a domingo.
También vende helados sin licor:
- Ferrero rocher
- Piña caramelizada
- Pay de limón
- Chocolate
- Vainilla
- Chicle
- Menta
- Rompasa
- Brownie
- Óreo