Explosivos, Sauces 9
La víctima fue puesta a buen recaudo al igual que su familia.Cortesía Policía Nacional

'Hombre bomba': “Hubiésemos muerto los dos”, dice jefe del equipo antiexplosivo

Así fue la tensa desactivación de las bombas adheridas al trabajador de casa de empeño. Detonante se accionaba a través de un celular. Hay un detenido

Pronunciar una palabra, realizar una acción o un simple gesto podría costarle la vida. Fue la advertencia que los delincuentes le hicieron al administrador de una casa de empeño, que fue secuestrado y al que le adhirieron explosivos en su abdomen y su pierna izquierda.

Es por eso que el primer reto para los policías, que la mañana del jueves 30 de marzo acudieron hasta Sauces 9, norte de Guayaquil, donde la víctima, era tranquilizarla, reveló el teniente Álex Mosquera, jefe del equipo antiexplosivo del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) de Guayas.

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El oficial, quien desde hace 10 años labora en esta unidad táctica de la Policía Nacional, contó que, cuando llegó al lugar, el hombre caminaba desorientado, no hablaba y solo hacía señas.

“Los terroristas le dijeron que si él hablaba se activaba el artefacto explosivo, es por eso que el primer reto fue tranquilizarlo, porque uno no sabe cómo va a reaccionar. De pronto, al verme, se me abalanzaba. Le entregué una radio con la cual hablamos. Lo pude tranquilizar, le aseguré que su familia estaba bien, que todo iba a salir bien. De acuerdo a mi experiencia, es poco probable que el explosivo se active con solo hablar”, explicó.

A través de la radio, la víctima, quien fue secuestrada la noche del miércoles anterior y a quien le colocaron los explosivos a las 03:00 del jueves, preguntaba por sus familiares y decía que su prioridad era saber que ellos estaban bien. “Al parecer, lo habían amenazado con hacerle daño a sus seres queridos”.

Al momento de desactivar los explosivos, el nerviosismo se apoderó de la víctima, sus lágrimas empapaban sus mejillas. “El señor lloraba. Los primeros (detonantes) que desactivé fueron los de la pierna. Me decía que no corte, porque podía explotar. Como técnico en explosivos no puedo demostrar nerviosismo ni temor, al contrario, tengo que demostrar tranquilidad, firmeza”.

El delicado procedimiento duró entre 45 minutos a una hora. No solo estaba en juego la vida de la víctima, también la de Mosquera, porque el traje que utiliza para este tipo de labor, no soportaría la cantidad de explosivos que llevaba el hombre. “Hubiésemos muerto los dos. Él hubiera quedado irreconocible; yo, por el traje, no hubiese quedado desmembrado, pero por la onda expansiva sí hubiese fallecido”.

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Una vez desactivadas las bombas, el primer gesto de agradecimiento de la víctima fue abrazarlo. Luego, mirando al cielo, le dio gracias a Dios y a él por haberlo salvado.

“Me dijo: ‘Muchas gracias, que Dios lo bendiga, he vuelto a nacer’. No puedo negar que fue el procedimiento de mayor riesgo, de mayor connotación social, con un explosivo más sofisticado y riesgoso, porque compromete de manera directa a la víctima y a quien lo va a desactivar. Me repetía: ‘Tranquilo, no pasa nada. Vamos, tú puedes’. A mi cabeza vino una memoria fotográfica, pensé en mis hijas, mi mamá, en mi infancia, porque sé que existe una gran probabilidad de que ya no regrese o quede herido”.

En tanto, el explosivo empleado fue Emulnor 3.000, un detonante de alto poder, de fabricación industrial, de tipo comercial y utilizado para la minería.

Los dispositivos colocados tanto en la pierna, como en el abdomen de la víctima, tenían un solo detonante que se activaría a través de un celular. La dimensión de los daños hubiese sido de unos 25 a 30 metros a la redonda.

Mosquera cree que el afán de los delincuentes no era matarlo, sino amedrentarlo para tener acceso a la mercadería del local. AEB