Los incondicionales del barrio del Centenario
Hay quienes se han negado a migrar por el silencio que se percibe. Los recuerdos de la niñez pesan sobre la inseguridad
“Me quedaré en mi querida casa hasta que muera. Nadie me sacará del barrio, de mi amado barrio”, dice Sonia Prieto, de 72 años, residente del Centenario. Un sector emblemático al que llegó hace más de seis décadas y es reconocido por ser el primer vecindario creado expresamente para ser residencial. Allí sus casas son enormes y antiguas, algunas tienen todavía cercas bajas, lo que recuerda al Guayaquil de ayer, y sus calles son adoquinadas y anchas.
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Leer más“Si no fuera por la inseguridad, este sería a ojos cerrados el mejor vecindario para vivir. De hecho, para mí todavía lo es”, piensa.
Prieto es una de las residentes de esta ciudadela, pese a la inseguridad y al hecho de que la mayoría de sus vecinos hayan decidido migrar a otros sectores del Gran Guayaquil. Es una de las supervivientes del Centenario que se resisten a irse por la nostalgia de un pasado no tan lejano y los recuerdos de su adolescencia; y se niegan a vivir en un espacio cerrado, con murallas o más pequeño. En el Centenario, Prieto respira libertad.
La población en esta zona, como lo ha relatado EXPRESO antes y lo constató ahora durante un recorrido, está conformada en su mayoría por adultos mayores, que deciden quedarse por la tranquilidad del sector: no hay ruido, ni gritos, tampoco el sonido de discotecas o buses que retumben las ventanas de sus viviendas. Ellos han decidido que nadie los moverá de ahí, a menos que sea estrictamente necesario, y prefieren quedarse en sus hogares de la infancia.
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Leer másPrieto comenta que sus hijos la han intentado convencer de que se vaya con ellos al norte de la ciudad, pero se niega rotundamente. “Yo crecí aquí, desde los nueve años, esta casa me la dieron mis padres”, comenta en cuanto a sus razones para quedarse. Añade que además en el lugar ha hecho su vida. Aunque no están todas, tiene amigas que han optado también por seguir siendo parte del barrio. Las fundadores insignes.
El residente Enrique Solórzano, de 63 años, recuerda cómo desde hace dos décadas los moradores han empezado a irse a otros lados. La Puntilla y la vía a la costa son las opciones favoritas, indica. Y a veces no lo comprende. Es que ve su barrio y dice seguir queriéndolo como el primer día. “Ahora, usted recorre las calles y ve muchas casas en venta o listas para ser alquiladas. Otras no han corrido con esa suerte. Han quedado nada más que abandonadas, y con ello se degradan, a la par del vecindario”, lamenta.
Mi hijo me dice para cambiarnos, pero yo me quedo aquí, es demasiado tranquilo vivir aquí, nadie te molesta, ya conozco a todos aquí y estoy acostumbrado desde niño.
En el Centenario existen también casos como el de Fidel Serafín, de 49 años, que tiene en sus planes migrar porque considera que el entorno se ha vuelto más inseguro de lo que podría soportar. Ya ni puede salir a pasear tranquilo con sus mascotas. Cuando se oculta el sol, al estar desoladas las aceras, se vuelven el blanco de los delincuentes, advierte.
“La tranquilidad del barrio es buena, pero yo crecí en otro Centenario. Las calles vacías sí se han convertido en una alerta para nosotros”, sentencia. Su pensamiento lo comparte Gastón Gándara, de 46 años, quien baraja la misma opción, pero por sus hijos.
“Antes las calles eran nuestras. Pasaban los heladeros y todos, sin temor, nos reuníamos. Mis padres, mis abuelos vivieron todavía una vida más bonita. Lo único que me hace dudar de salir de aquí, es que quiero que mis hijos experimenten lo que yo viví. Lo que ocurrió el año pasado con el pequeño que murió a causa de una bala perdida en una heladería de la zona fue lamentable, desde allí el tema me ronda la cabeza”, reconoce.
Este vecindario podría ser patrimonial, por eso hay que cuidarlo y cuidar las alteraciones que en él se hacen. El recuerdo de la vida está vigente aquí.
Para todos los consultados, más allá de la seguridad, al Centenario no le hace falta nada más. Quizás, piensan, más faroles sobre las veredas, áreas verdes y bancas públicas que faciliten el encuentro. Incluso aquellos habitantes que llevan no más de una década viviendo allí, como Alfonso Silva, rechazan la idea de que se construyan bares o discotecas, o espacios similares de entretenimiento nocturno.
“Como estamos, estamos muy bien. La paz que sentimos aquí, salvo ciertos casos, no la tiene nadie. Aquí se logra vivir en familia, en comunidad. Todavía da la impresión de vivir en un espacio alejado del verdadero Guayaquil”, opina Silva,
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Leer másA decir del historiador Fernando Mancero, aquello que ha hecho emblemática a esta zona tiene, en efecto, que ver con la longevidad de la ciudadela, la forma en que está construida y los recuerdos.
Sus primeras casas, que datan desde hace nueve décadas, y el hecho de que hayan sido levantadas por arquitectos italianos de renombre, como Francesco Maccaferri, que construyó incluso el Palacio Municipal, llaman la atención y son motivo de orgullo, hace énfasis.
Frente a ello, para Mancero urge que los residentes nuevos del barrio no alteren tanto el diseño de los inmuebles. “Es importante que la esencia original de las obras se mantenga intacta. El Centenario bien podría ser un patrimonio histórico de Guayaquil. Lo tiene todo. Pero para ello, hay que priorizar estos detalles”, sostiene.