Cae la noche y el centro es un 'dormitorio'
Niños, jóvenes y adultos mayores se acomodan en las veredas, armando improvisadas camas con cartones y trapos
Acurrucadas con sábanas, fundas y hasta cartones, un grupo de personas en situación de calle (y otras que sí tienen hogar) han convertido los portales del centro de Guayaquil en dormitorios públicos.
Sobre las frías aceras porteñas, más de 30 personas se abrigan con lo que pueden durante la época seca, que va de junio a noviembre. Antes de acomodarse, se alimentan gracias a la generosidad de ciudadanos y fundaciones que les ofrecen comida cada noche.
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Leer másSiete ‘inquilinos’ de las calles Chimborazo y Aguirre se preparan para ‘construir’ sus camas. Extienden cartones y colocan sobre ellos una colcha o sábana. Luego, se acuestan y se arropan con lo que tienen a la mano. Así, la noche convierte el suelo en su cama improvisada.
Durante un recorrido por el centro porteño, EXPRESO verificó que niños, jóvenes y adultos mayores recurren al duro pavimento como lugar para pasar la noche.
En la zona comercial, especialmente cerca del bulevar 9 de Octubre, una de las principales vías de la ciudad, más personas pernoctan en las calles. En la intersección de Chimborazo con Vélez y Luque, desde las 20:30 o 21:00, familias, incluyendo menores de edad con juguetes, se establecen en las aceras. En esta área hay entre 40 y 50 personas durmiendo. Colocan sus pertenencias a su lado mientras descansan. Entre los objetos encontrados se incluyen carritos de juguete, probablemente pertenecientes a los niños que aún caminan por la esquina de Chimborazo y Vélez a las 23:30.
Sin embargo, no todos han conciliado el sueño. Algunos adultos deambulan por la vereda y se ponen a la defensiva al notar la presencia de este Diario. Al intentar conversar con un grupo de tres hombres, dos de ellos se acercan con insultos y gritos, exigiendo que no los miren. Durante más de cinco minutos, los hombres lanzan groserías y amenazas, haciendo referencia a incidentes pasados con la policía. Un hombre que aparece de repente, identificándose como Carlos Panchito, intenta pacificar la situación y los manda a “seguir en lo suyo”, para ser él quien dé la cara.
“Yo no soy de los que duermen aquí, pero doy vueltas toda la noche. Son personas que vienen de otras partes solo para dormir. La cosa es que aquí tienen garantizada la comida en la noche porque al centro viene montón de gente para regalar alimentos”, explica.
Carlos Panchito confirma que, ciertas noches, quienes duermen en las calles reciben hasta cinco platos de comida diferentes. Algunos se han acostumbrado tanto a esta situación que ni siquiera sienten la dureza del pavimento. Carlos Panchito, de 29 años, aunque asegura tener un hogar, ha optado por vivir en la calle y busca una oportunidad laboral.
“Yo sé rapear y hacer de todo. Lo único que en mi caso puedo pedir es una oportunidad laboral. En muchas ocasiones, al vernos en este estado, no nos quieren ni cerca”, dice con un tono de lástima.
Alfredo Lino
Ignacio, de más de 65 años, también enfrenta las incomodidades de la vida en la calle. “Hasta hace unos meses yo trabajaba conduciendo un camión de frutas, pero ya no más. A mi edad ya no puedo laborar en cosas que demanden esfuerzo. Ahora estoy aquí y, al igual que algunos, también tengo familia a la que recurrir, pero no voy porque no quiero”. Ignacio, cuyo cabello ya está pintado de canas, toma la colcha con la que se estaba arropando y regresa a su espacio.
Se extienden hasta más calles
El fenómeno de las personas que duermen en la calle también se extiende a otras áreas. En Chile y Aguirre, afuera del pasaje comercial El Correo, se observan tres cuerpos recostados, mientras los guardias privados custodian el sector sin interrumpir su descanso.
Los guardianes de dos edificios en la calle Chile, quienes permanecen despiertos para proteger las residencias, aclaran que los habitantes del pasaje comercial saben que recibirán comida todos los días. “Incluso reciben desayuno en la iglesia, con un huevo cocido, un sánduche, café y un guineo, además de una buena merienda”, detalla uno de los celadores.
Los vigilantes también deben protegerse de posibles robos o ataques, utilizando dos palos como defensa. Entre las historias que conocen, relatan la de un joven de 16 años. “Él mismo decía que la mamá tiene un local a unas calles de aquí y es verdad, la señora ahí está, pero él no va porque supuestamente no le gusta que le digan qué hacer y su mamá lo mandaba a bañar, que comiera o hiciera tareas del colegio”, relata.
Otros habitantes de las calles también utilizan la noche para ducharse o lavar su ropa. Así lo evidenció el equipo de EXPRESO, que captó a un hombre lavando una camiseta en un espacio público en Víctor Manuel Rendón y Riobamba.
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