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Cierre. Todos los negocios ubicados entre las avenidas Kennedy y del Periodista cierran antes de las 18:00. Antes, era común que tengan sus puertas abiertas hasta las 21:00 o más.CHRISTIAN VASCONEZ

La inseguridad disipa la esencia comercial de la Kennedy Vieja

La mayoría de locales cierran temprano y las calles permanecen vacías. Comerciantes sienten miedo y han optado por dejar sus tradicionales negocios

Calles rodeadas de oficinas modernas, comercios de todo tipo, clínicas, departamentos, un hermoso parque y centros comerciales de lujo, es lo que siempre ha caracterizado a la ciudadela Kennedy Vieja, en Guayaquil. Pero con tristeza, la mayoría de los guayaquileños que transitan por el sector expresan que esta reconocida zona está perdiendo su esencia por la delincuencia. El comercio está muriendo, se quejan.

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Hace cinco años, en la avenida del Periodista, que atraviesa este vecindario, los ciudadanos caminaban sin temor a ser asaltados o intimidados. Tener un negocio era un privilegio, pues además de ser una zona segura, garantizaba siempre un gran número de ventas. Antes, el parque Clemente Yerovi recibía con todas sus puertas abiertas a decenas de personas que deseaban conectarse con la naturaleza o realizar alguna actividad al aire libre. Hoy, son contadas las familias o grupos de amigos que lo visitan.

En el transcurso de este año, algunos locales comerciales de la Kennedy Vieja cerraron y otros están a la espera de ser alquilados o vendidos. Un negocio que cerró y levantó preocupación e impotencia en la comunidad fue la veterinaria Centro Pet & VetShop. Este lugar que brindaba servicios de hospitalización y atención inmediata hasta las 21:00 fue víctima de la inseguridad, pues ahora solo atiende a las mascotas a domicilio y con cita previa.

Las constantes noticias sobre extorsiones o ‘vacunas’ se han convertido en la peor pesadilla de todo comerciante, y a pesar de que esta amenaza no ha invadido del todo a la Kennedy Vieja, los trabajadores sienten temor.

El DatoHistoria. La avenida del Periodista era llamada San Jorge, que corresponde al nombre de Jorge Perrone, constructor de la Kennedy Vieja.
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“A mí no me están extorsionando, pero si sucede, tendría que hacer lo mismo que la veterinaria: cerrar e irme. No estoy dispuesto a pagarle al delincuente. No es justo. A veces he pensado en salir del vecindario. Hace poco empecé a ofrecer mi trabajo a domicilio, algunos clientes me dan las prendas y yo las reparo en mi casa. A eso me dedico”, dice Winston (nombre protegido), propietario de un pequeño local que arregla zapatos y accesorios de cuero.

El hombre, quien como otros con los que dialogó EXPRESO se niega a que se conozca su identidad, por temor, señala que trabaja en el sector desde hace 12 años, época en la que se sentía tranquilo, seguro y exitoso por el buen flujo de clientes que visitaban su local. Incluso, había un Puesto de Auxilio Inmediato (PAI) diagonal a su local, el cual fue retirado hace algunos meses.

El hombre asegura que la delincuencia se incrementó fuertemente después de la pandemia. “Antes de la cuarentena, yo permanecía en este local hasta las 20:00 o 21:00 y me sentía tranquilo porque nunca pasaba nada. Ahora es normal que pasen en una moto y te arranchen el celular”.

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Mariela, propietaria de un local que vende equipos tecnológicos, se ubicó en el sector hace dos años. La mujer mantiene la puerta cerrada y solo abre a quien le transmite confianza. Le da pavor que alguien asalte o aplique una extorsión en su negocio.

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Situación. Como se observa en toda la ciudad, hay rejas, cámaras y muros altos en las casas y comercios, como medida de seguridad.CHRISTIAN VASCONEZ

Llegar a la Kennedy fue una gran oportunidad para ella, estaba en un lugar activo y con mayor influencia económica. Además, “el parque estaba en mejor estado y más gente iba a pasear a sus mascotas”, a practicar yoga o cualquier tipo de ejercicio. Pero todo eso se ha ido apagando. “Los delincuentes se siguen burlando de la ciudadanía y de las autoridades. Aquí la vida ha muerto. Ahora todos nos vamos temprano. Se va uno y se van todos. ¿Para qué quedarnos solos?”, reflexiona.

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Daniella León, residente del lugar, corrobora lo dicho por los empresarios y frente a ello no hace más que recordar la que, para ella, fue la mejor época del barrio. “Había tantos negocios que te sentías en el centro de antes, el del pasado. Con gente que iba y venía, que paseaba, comía y reía; pero ahora no hay nada. Hoy otra vez somos como el centro, pero como ese centro de ahora, apagado, que también las autoridades han dejado morir”.

Jhon Parrales, quien aún visita el parque todos los días para hacer ejercicio y pasear a su perro, cuenta que le gusta mucho el lugar porque tiene varias máquinas para ejercitarse y que le genera tranquilidad. Sin embargo, le preocupa que el exterior se esté apagando por la inseguridad. “La gente prefiere esconderse y no salir”.

Según fuentes policiales, en lo que va del 2023 se han registrado 137 robos a personas en la ciudadela Kennedy, aunque como pasa en todo Guayaquil, la ciudadanía alerta que esa cifra no es real, porque pocos se atreven a denunciar.

“¿Para qué lo voy a hacer? Si aun agarrándolos, los jueces los sueltan. Hay demasiada corrupción. Así, ¿para qué perder el tiempo y ganarte más amenazas? Aquí a uno le toca nada más que luchar solo contra el delito y el crimen. Lo que vive la Kennedy es el reflejo del miedo en el que estamos sumidos, sin nadie que nos ayude”, opina Miguel Carvajal, residente.

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Durante el recorrido, este Diario evidenció que decenas de locales están en venta o alquilándose. “De un día a otro cierran las puertas enrollables o ves un candado. Y el problema es tal que nadie ya te quiere alquilar. Antes, a mi local se lo peleaban. Ahora, lo primero que me dicen es que cómo es la zona, si es segura, si hay vigilancia, amenazas y extorsiones. Y no me atrevo a mentir”, admite Nathalia Fernández, residente del sector y dueña de un negocio en alquiler.

Hace cinco años venía al parque con mi hija. Este llamaba la atención porque era una cosa bonita y colorida. Ahora ha cambiado, no es el mismo. Es un tanto triste.

Andrés Márquez,
trabajador independiente

A partir de las 20:00 esto parece un desierto, casi no se ve gente y los negocios cierran temprano. Además el parque está muy descuidado, pocos lo visitamos.

Jhon Parrales,
miembro de una institución educativa