Casa de la Música
El Museo de la Música de Guayaquil lleva el nombre de Julio Jaramillo, en honor al cantante Julio Jaramillo, el 'Ruiseñor de América'.JIMMY NEGRETE / EXPRESO

La intangible presencia del pasillo

El inexorable vínculo de Guayaquil con el género declarado patrimonio inmaterial de la humanidad. Un recorrido por el presente y su historia

Cuando a eso de las 11:05 del pasado martes, unas cuantas líneas en Twitter conmovían a los ecuatorianos, Carlos Armijos, de 49 años, ya había subido y bajado con su desvencijada guitarra, siete buses de la línea 20, yendo y viniendo en el trayecto de 12 manzanas en una zona cercana a la Bahía.

Para entonces, había interpretado, con su voz ronca y algo apagada, cinco valses y ocho pasillos. “Así me gano la vida desde que me quedé sin trabajo en abril del año pasado, por la pandemia”, dice este guayaquileño, quien no se había enterado lo que la Unesco anunció en aquel tuit que aquel género triste que le ayuda a solventar la economía de su hogar, era desde entonces parte del patrimonio inmaterial que se reserva para la humanidad. “No sé qué signifique eso, pero debe ser bueno”, asegura este artista improvisado, antes de volver a encaramarse a un nuevo bus, para interpretar su pasillo preferido, ‘Esposa’, uno de los emblemáticos temas del cantautor Carlos Rubira Infante.

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En otro lado de la ciudad, en el número 3603 de Los Ríos y Camilo Destruge, gracias al pasillo, Marcos Ochoa se ha mantenido desde hace 45 años como el único mesero en el salón Amador. El emblemático lugar conserva entre sus cuatro paredes muchas historias de la bohemia porteña, al igual que los casi cinco mil discos de vinil que posee. “Somos un bar de esos que ya casi no existen, donde la gente llega a escuchar música. Solo servimos piqueos. Nada de comida y nada de CD”, afirma este inmigrante balzareño, quien relata que por el bar, a lo largo de los 50 años, pasaron desde “Daniel Santos, acompañado de Julio (Jaramillo) y Cecilio Alva. Hasta Leo Marini y Alberto Beltrán, ‘el negrito del batey’”.

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Gran colección. Carlos Wong es dueño de una de monumental reservas de discos.Ronald Soria / EXPRESO

Aunque apartado del centro de la ciudad, el lugar es uno de aquellos sitios donde la música que predomina es esa letanía que ya en 1842, le permitió al científico alemán Alexander von Humboldt, calificar a los ecuatorianos como seres raros, pues “duermen tranquilos en medio de crujientes volcanes, viven pobres en medio de incomparable belleza, se alegran con música triste”.

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Las anteriores circunstancias -la de Armijos, que recorre los buses con su guitarra; y la de Ocho, colocando viejos discos de pasillos- son parte de esa presencia omnipresente y permanente de un género musical que sobrevive, de manera parsimoniosa, a los nuevos ritmos. Y sucede en Guayaquil, una ciudad que supuestamente tiene algo de la alegría del Caribe, no por nada Daniel Santos consideraba que esa región del lado del Atlántico terminaba en esta urbe ubicada a un costado del lado del Pacífico. “Es que si hay una ciudad en la que el pasillo es parte del aire que se respira, esa es Guayaquil”, alega Edwin Guerrero Blum, el exrector del histórico colegio Mejía, en Quito, quien escribió uno de los últimos libros relacionados con el pasillo. “Durante cuatro años, viajé por muchas ciudades del país, investigando sobre el pasillo y solo en Guayaquil encontré esa comunión de los guayaquileños con este género musical. Puede que no se lo sienta, pero está ahí, presente de manera intangible a veces, pero casi siempre de manera evidente”.

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Rincón de Rea. Mario Rea es el último almacén de discos de acetato de la ciudad. Buena parte son LP de pasillos.Ronald Soria / EXPRESO

Este investigador tiene razón. Solo en esta ciudad, uno de sus cientos de monumentos sorprende a los visitantes en el sector de Puerto Santa Ana. La efigie en homenaje a uno de los intérpretes íconos y más representativo del pasillo, tiene una caja sonora que se activa por medio de un sensor y deja escuchar uno de sus temas conocidos. Es decir, Julio Jaramillo canta de manera permanente en ese sector de la ciudad.

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En lo urbano, Guayaquil le abrió espacio al homenaje. Los músicos y poetas que alimentaron con sus creaciones el acervo de este género musical, tienen una determinada vía con sus nombres. Además de la calle Julio Jaramillo, están las Francisco Paredes Herrera, Lauro Dávila Echeverría, Enrique Ibáñez Mora, Nicasio Safadi y Gonzalo Vera Santos. Igual que la Medardo Ángel Silva, la José María Egas, Abel Romeo Castillo, cuyos poemas fueron musicalizados en ritmo de pasillos.

En esta ciudad, hay lugares donde los discos en acetato aún se venden en sitios determinados, como el local de Mario Rea, en la calla Boyacá y Sucre, o se los colecciona, como en la casa de Carlos Wong Silva, dueño de algo así como 300 mil discos. La mayoría de vinilo. “Todo lo que produjeron las disqueras nacionales en pasillos, los tengo aquí”, dice, mientras señala su colección, distribuida en varias alas de su casa en la ciudadela 9 de Octubre.

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Documento. La partitura de ‘Un triste despertar’, uno de los tesoros del Museo de JJ.JIMMY NEGRETE / EXPRESO

Por su parte, Rea vende en su local lo último que queda de la producción nacional de discos en acetato de pasillos. “Ya queda poco en la ciudad a la venta. Porque ya no hay disqueras que fabriquen los discos, pero aún hay quienes lo piden. La mayoría son coleccionistas”.

Rea aduce que las familias que eran dueñas de las disqueras en la ciudad tienen en su poder un gran tesoro: los catálogos. Estos están conservados en cintas magnetofónicas. “Ese material debería ser parte de un banco de la música ecuatoriana. Hay producciones que no aparecen ya en discos”.

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Así como hay adoradores del pasillo, Guayaquil le ha abierto también un museo y hasta una escuela, donde cada año se entregan 100 becas a niños y jóvenes que deseen aprender a interpretar esta música. Desde 2008, han salido de esas aulas 1.300 cantantes.

“Estamos programando para que el próximo año exista en esta ciudad un lugar donde siempre y de manera permanente esté sonando el pasillo. Que eso no solo suceda el fin de semana”, asegura Helen Constante, la directora de Cultura del Municipio.

En QuitoEl Museo del Pasillo, creado en 2018, hace un viaje por su historia, desde las serenatas guayaquileñas hasta las estudiantinas. Está ubicado en las calles García Moreno y Bolívar.

Y ese lugar será o debe ser el Museo de la Música Popular Julio Jaramillo, donde se han recreado lugares históricos de la bohemia guayaquileña y donde se han recogidos objetos valiosos, relacionados con el nuevo patrimonio inmaterial de la humanidad, como la última guitarra de Julio Jaramillo, una parte de las cenizas de su hermano Pepe, al igual que las partituras originales de pasillos como ‘Un triste despertar’, ‘Ensueño romántico’, ‘Limosna de amor’, o ‘Guayaquil de mis amores’. Discos emblemáticos como el grabado por el Dúo Ecuador, en Nueva York, o el de 78 revoluciones por minuto que se grabó, prensó y comercializó en el país, con la canción ‘En la lejanía’, cuya música pertenece a Carlos Rubira Infante, quizá el último de los grandes compositores del pasillo ecuatoriano, que llegó a enseñar en la mencionada escuela.