La isla Puná está olvidada: Sin carreteras ni esperanzas
Los comuneros denuncian que no cuentan con vías para trasladarse internamente. Recorrer 12 kilómetros puede tomar hasta una hora en carro
Transitar 12 kilómetros en camioneta le puede tomar hasta una hora. Así de complicado es trasladarse entre las comunidades en el interior de la isla Puná, el sitio “más olvidado de Guayaquil”, según reclaman sus habitantes.
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Leer másLos rostros de desesperación, incomodidad, miedo y hasta dolor se puede ver en los puneños cada vez que deben coger los vehículos para llegar desde cualquiera de los puertos de la isla hasta las comunidades próximas. Los viajes no son nada placenteros y más de uno ha tenido que visitar al médico luego de viajar en el único medio de transporte que los puede conducir hasta las comunidades centrales.
Un equipo periodístico de EXPRESO llegó hasta Puná y constató la situación que viven sus moradores para realizar los traslados. La travesía arranca en Guayaquil, desde este punto se debe viajar hasta Posorja donde se toma una lancha que luego de un viaje de unos 30 minutos llega hasta el puerto de la comuna Bellavista. Allí se pasa por un puente peatonal en mal estado, que conecta con 17 comunas y desde ahí se toma una camioneta (solo hay camionetas) para llegar hasta las localidades interiores, desde ahí la primera es Campo Alegre y ahí empieza la travesía.
“Yo vivo en Campo Alegre y desde Bellavista (puerto) hasta mi casa me tomo entre 45 minutos y una hora. Eso pasa porque no hay carreteras, solo caminos hechos por los mismos comuneros que, a punta de machete y pico, se han encargado de quitar la hierba para que los carros transiten. Sin embargo es una zona demasiado complicada, tanto así que a diario hay carros dañados”, relató Aaron Chalén, uno de los choferes que recorre todos los días el área.
EXPRESO llegó hasta Puná y constató que las vías (por darle un nombre a ese camino lleno de tierra, huecos, lodo y que solo hace brincar al conductor) se encontraban completamente dañadas. Había unas pocas zonas que estaban limpias y sin maleza, pero debido a las lluvias, el agua empozada volvía casi imposible que los carros pasen. Sin embargo, luego de hacer pasar susto a los pasajeros, la experiencia de Chalén permitía continuar el trayecto.
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Leer más“Quien no conoce o recién está empezando, se pierde de ley o se queda atorado en el lodo. Solo los que ya conocemos la ruta podemos librarnos”, comenta en tono gracioso, pero luego confiesa que al inicio se quedaba estancado o se perdía. “El problema es que como no hay una carretera señalada nosotros solo nos guiamos por las marcas de las llantas de los carros y si alguien se pierde, hace perder al resto. Así vivimos aquí. Sin rutas”, reclama.
En el vehículo en el que se moviliza Chalén también está Damaris Domínguez, que regresaba de Posorja con su padre de 90 años y su hijo de nombre Ozuna, de solo 4 años. Ella, por las edades de ambos, a menudo le pide al conductor que reduzca todavía más la velocidad para evitar que se golpeen.
Nos sentimos completamente olvidados, nadie se acuerda de nosotros. Lamentablemente no tenemos una carretera decente.
En el rostro de Magno Domínguez, su padre, EXPRESO evidencia las expresiones de dolor durante todo el viaje. Esto, mientras su hija trata de abrazarlo para amortiguar los golpes. “Si tienes problemas de columna, aquí te la arreglamos”, bromea el conductor que cuenta historias para amenizar el largo viaje.
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Leer más“Cuando llueve fuerte sencillamente no hay caminos, no se puede trasladar y nos quedamos incomunicados durante el tiempo que dure el aguacero. Por esa situación nos hemos quedado así hasta dos semanas sin salir”, recuerda la joven, que además cuenta que ha visto cómo hasta con palos y tela han tenido que sacar a las personas. “Cuando alguien se enferma y deben llevarlo a un hospital urgente, los sacan con cañas o palos y ellos colgando en una sábana como una especie de hamaca. Es como vivir en los años 1800”, piensa.
Durante el camino, se pudo observar cómo dos camionetas permanecen botadas y a esperas de ayuda. Una está ya sin gente. En la otra se encuentra un grupo de habitantes que ve la forma de desenterrar una de las llantas entre el fango. Al rescate de los afectados llega Alberto Guaranda, líder de los transportistas que, mientras ayuda, le cuenta a EXPRESO la amarga situación que viven a diario.
“Mire, nosotros nunca hemos tenido carreteras, sin embargo hace unos 10 años vino el expresidente Rafael Correa y construyó una. No era la mejor, pero al menos servía para que podamos llegar. Desde ese momento, nunca más nadie vino a darle mantenimiento. Actualmente esa carretera ya no sirve, está obsoleta. Por eso tuvimos que inventarnos un nuevo camino por acá”, se lamenta Guaranda, que asegura que su pueblo está en el olvido.
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Leer más“Puná está olvidado, parece que se olvidan de que existimos, señora alcaldesa y prefecta, líderes de las nuevas administraciones, recuerden que Puná pertenece a Guayaquil, pero que vivimos como si fuéramos de la selva”, reclama Guaranda.
En Campo Alegre, lugar de donde salen y entran las camionetas, no existe una organización de transportistas, no obstante los conductores aseguran que entre ellos se pusieron turnos. “Acá no hay asociación, pero todos nos hemos reunido para apoyarnos, trabajar y ganar algo de dinero llevando y sacando personas. Particularmente, trato de ayudar a los que se quedan botados y hoy le tocó justo a mi hijo”, explica.
EXPRESO consultó sobre esta situación al Municipio del Puerto Principal, quien está a cargo de esta vía, como denunciaron los habitantes y lo confirmó el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, pero no hubo respuesta.
¿Por qué no existen vías asfaltadas?, ¿qué fue lo último que se hizo por ellos en cuanto a vialidad?, ¿está previsto algún proyecto para unir a las comunidades de Puná? fueron algunas de las interrogantes que no hallaron respuesta.
Al llegar a Campo Alegre, luego de cerca de una hora de viaje, EXPRESO pudo recoger las experiencias y versiones de los comuneros, que aseguran ya estar mal acostumbrados a la situación. “Así he crecido y así ha sido toda mi vida. Ya estamos acostumbrados de una mala manera a esta situación. Conozco Guayaquil y todo es diferente. Nos gustaría ser tomados en cuenta y tener algo, un poquito, una pizca de ciudad”, indica Maicol Mena, uno de los comuneros que conduce a diario las camionetas para ganarse la vida.
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Leer másLa desazón en el sitio es general, los conductores contaron a EXPRESO que esta escena se replica para lograr transportarse de manera terrestre hasta las más de 10 comunidades internas de la isla. “No sabemos lo que significa tener carreteras, nunca las hemos tenido. Nos gustaría poder vivir dignamente. Solo eso le pedimos a las autoridades”, dijo Marjorie Campozano, también habitante.