Jimmy Simisterra ataca con música y baile a la delincuencia en Isla Trinitaria
Personaje de la semana. “Llegamos con comida a las familias que almorzaban canguil o agüita de cebolla”, asegura este gestor cultural
Guayacos es una sección en la que contamos historias de los habitantes de Guayaquil, vidas que alimentan y hacen más rica esta ciudad. Relatos que ayudan a conocer mejor la madera de la que están hechos.
La entonación de los cununos, la marimba y el guasá, se escucha a 100 metros de la casa comunal 'Señora Cleotilde Guerrero', de la cooperativa Andrés Quiñónez 1, de la Isla Trinitaria. Es la percusión inconfundible del baile tradicional de los afroecuatorianos, que contagia, aviva los ánimos y aleja el miedo.
Al comando del ritmo y moviendo el cuerpo de derecha a izquierda, con un par de mazos de caucho, Jimmy Simisterra golpea unas finas barras de madera, cuya resonancia guía un baile folclórico de faldas anchas y turbantes de mujeres caderonas y hombres con sombreros.
Ese rincón marca la diferencia en esa zona del sur, con más de 90.000 habitantes, rodeada de necesidades básicas, pobreza y donde cada año se cometen gran parte de las 700 asesinatos que en promedio se dan en Guayaquil, según la Policía de la Zona 8.
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Leer másEl grupo marimbero, que danza a pie descalzo para EXPRESO, con una energía difícil de superar, es 'Afromestizo Candente', el emblema de ese centro cultural y un proyecto fundado por Simisterra, con chicos afros del lugar, para cambiar sus destinos y abofetear a la delincuencia.
En la pared de la casa comunal, un grupo de fotos apiladas cuentan la cronología de un proyecto que nació entre la violencia, que incluye a la juventud y que lucha por cambiarle el rostro de inseguridad de esa zona, considerada por la Policía como una de las más peligrosas de la urbe porteña con sus 70 cooperativas.
“Esta casa comunal no era lo que es ahora. Cuando el barrio me pidió que me hiciera cargo de ella, en 2005, era una casa de caña abandonada, donde botaban basura, fumaban, se repartían los robos y hasta violaron allí a una señorita. Más tarde y después de la limpieza que le hicimos, la reina de Guayaquil, quien se enteró del proyecto, nos construyó la casa comunal de cemento en 2006”, le cuenta a este medio Simisterra de 53 años, el rostro de este proyecto, mientras señala una de las fotografías a blanco y negro, donde se observan los pilares de madera de una covacha.
En ese espacio cultural, explica Jimmy, los jóvenes del barrio practican marimba; reciben talleres de manualidades, como la creación de artesanías de la cultura negra ancestral; tienen talleres de actuación y hasta charlas espirituales. También se ha dado computación y cocina. Todo es gratuito, aseguran Simisterra y varios vecinos.
“Este sector es un lugar de comunidades afrodescendientes. Trabajamos con marimba principalmente, para no perder las tradiciones culturales de nuestros ancestros. Se trata de exaltar lo nuestro”, destaca.
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Leer másLa casa comunal, situada a orillas del Estero Salado, además es el espacio donde se ejecuta la fundación Señora Cleotilde Guerrero, presidida por Simisterra. Allí llegan donaciones, gestionadas también por él, para entregar a la comunidad. Agasajos en diciembre, útiles escolares, ayuda económica para los enfermos y hasta para la compra de ataúdes cuando alguna familia muy pobre lo requiera.
La idea es brindar oportunidades y alternativas para los jóvenes para que no se vayan por el camino de las drogas o los robos. La idea es rescatar a la juventud.
Es que es este personaje, en medio de las leyes que imponen las bandas delincuenciales que habitan en el sector, quien intenta abrir un camino más amplio a la cultura, al arte y a la ayuda comunitaria.
Durante la pandemia de la COVID-19, Simisterra gestionó cerca de 2.000 kits de alimentos que fueron entregados a las familias más pobres. “También hicimos, con dinero de nuestro bolsillo, más de 4.300 almuerzos solidarios. Lo hicimos, después de ver con mis propios ojos que muchas familias del sector que perdieron sus empleos por el coronavirus, almorzaban canguil o agüita de cebolla con ajo”, narra.
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Leer másY es que la Trinitaria tiene una particular consistencia social: una gran población de afroecuatorianos, las familias con ingresos mínimos, gente que trabaja en la informalidad y con muchas necesidades.
Pero ese es el mundo en el que Jimmy Simisterra dice que es feliz. ¿Por qué? No solo porque practica el concepto de ayuda, sino porque la gente le es agradecida. Y para que sus palabras no queden en el aire, rápidamente saca de su bolsillo la evidencia y la muestra con orgullo a EXPRESO. Es una nota de papel, que tiene escrito, con pluma azul, 'para la camioneta' y allí mismo se leen 10 nombres y al lado de cada uno la cantidad abonada: $1, $2, $1,50...
“Como se me dañó la camioneta con la que entregábamos la comida, las mismas personas a las que ayudamos, ahora nos envían dinero para tener un fondo y reparar el carro. Me mandaron $ 10, en agradecimiento. Este gesto me motiva a seguir”, resalta.
“Él llegó con comida donde había personas con discapacidad, adultos mayores y las familias más pobres. Muchas casas tuvieron alimentos durante la pandemia, gracias a él y los chicos. Está dejando un legado en el barrio”, cuenta María Obando, vecina del sector.
La acción de Jimmy es reconocida por los moradores, amigos y hasta por la Academia. Pues su rostro, en grande, resalta en un colorido mural que adorna el barrio. “Fue un obsequio de los estudiantes de la Universidad de las Artes, quienes, apoyando mi iniciativa, me dibujaron en esa pared”, cuenta con una sonrisa.
¿Cómo inició su labor social?
Sentado en un banquito, acompañado de la brisa que llega del Salado, Simisterra le cuenta a EXPRESO que desde los 7 años de edad ya amaba el canto y la actuación. La sonrisa se le dibuja y dice que sus acciones culturales iniciaron cuando tenía 15 años. Época en la que ingresó al grupo de marimba La Catanga, de su sector de aquel entonces, Cristo del Consuelo. Llegó allí por casualidad, quería impresionar a una las muchachas más bonitas que danzaba en la agrupación.
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Leer másCuando fallece su madre, hereda una vivienda en la Isla Trinitaria y el deseo de ayudar al prójimo. Su madre Cleotilde Guerrero era un propulsora de los derechos humanos y de la ayuda social de los barrios populosos de la ciudad. En el año de 1996, luego de casarse y tener hijos, nace en Jimmy el programa 'Padrino por un día'.
“La idea me la dieron mis hijos, porque yo veía cómo compartían sus juguetes con sus amiguitos del barrio que no tenían con qué jugar y andaban descalzos y en calzoncillos. Para diciembre, le hicimos una fiesta a 17 niños. Yo, con un cachuelo que me había salido, les compré juguetes, y otros vecinos apoyaron con gelatinas y comidas”, recuerda.
'Padrinos por un día' se financió hasta el 2001 con el dinero de Simisterra; de los fondos que conseguía 'Afromestizo Candente', a través de sus presentaciones y de otros vecinos. Luego varias figuras de la televisión se enteraron del programa y apadrinaron a los pequeños y en los últimos años se han sumado colegios, escuelas y universidades privadas de Guayaquil. Y con más rotarios, más niños pobres de esa parte de la perimetral reciben juguetes y refrigerios en las navidades. Ahora se agasaja a más de 1.000 niños de esa zona.
“El grupo de baile surgió porque la juventud se estaba perdiendo en las drogas, en la delincuencia, permanecía parada en las esquinas sin nada que hacer. Empezamos con 17 jóvenes, entre familiares y amigos nuestros. Y bailábamos en las noches en la calle. Las presentaciones se convirtieron en un espectáculo diario. La gente sabía que a las 7 de la noche salíamos a bailar al aire libre y sacaban su silla afuera de sus casas para vernos. Así contagiamos a más personas”, recuerda.
Con el tiempo la agrupación logró enganchar permanentemente a 120 chicos del barrio. Además de invitarlos a ser parte de ese círculo cultural, algunos niños, adolescentes y jóvenes llegan al lugar por voluntad propia. Muchos, cuenta Simisterra desde su experiencia, en busca de la atención que no hallan en casa.
Por esta casa comunal han pasado a alrededor 478 jóvenes y las puertas están abiertas para todos.
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Leer másA veces, por su trabajo, ajeno al grupo y a la fundación, asegura que el tiempo le juega en contra y no puede desarrollar más actividades de las que quisiera. “Sé que no podemos ayudar a todos, pero solo con ver los logros de algunos, estamos felices. Por ejemplo, uno de los jóvenes que pasó por este grupo, ahora es productor de películas y le da trabajo a otros chicos”, cuenta con orgullo.
Jimmy asegura que la ayuda no es solo económica y cultural, sino también espiritual. Para aquello, el pastor Franklin Arboleda, vecino y amigo suyo, apoya a la sociedad con charlas motivacionales.
“Él me invitó a darle charlas espirituales y así encaminar a los chicos. Si aquí en la Trinitaria tuviéramos más personajes como Jimmy, este sector sería diferente”, acota el religioso.
La idea de Simisterra, y no se cansa de repetirlo, es ayudar a la juventud a desarrollar sus talentos y así combatir la delincuencia de ese círculo vicioso que vive en esa parte de la ciudad.