José Rojas, el guardia que cautiva con su canto
Es parte del personal de seguridad de una clínica, pero su voz es apreciada por los pacientes Rojas ahora busca ser Salmista
La melodiosa y potente voz de José Rojas traspasa las paredes de una clínica, en el centro de Guayaquil, y alegra los tímpanos de pacientes, transeúntes y todo aquel que se encuentre por ese lugar. Un bálsamo para el alma.
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Leer másY no es para menos. José, vestido con ropa oscura, chaleco antibalas y botas, está atento a cualquier situación rara, pues es guardia de seguridad. Pero ese trabajo no le impide compartir con la gente el don para el canto que Dios le concedió.
José tiene 40 años y desde joven sus familiares y amigos le han reconocido por su talento. De niño, en las reuniones, sus familiares siempre le pedían que cantara. “El primer recuerdo que tengo sobre el canto tiene que ver con mi padre (fallecido). A él le gustaba mucho la salsa vieja, especialmente la de Óscar D’León. Entonces cuando se ponía a escucharla, yo trataba de imitarlo y ahí salió a la luz mi talento”, relata.
Nunca ha recibido clases de canto, todo lo aprendió de forma autodidacta, escuchando y tratando de imitar, hasta que le salía lo más parecido posible. Tampoco ha intentado dedicarse de lleno a la carrera musical, pese a que su talento es valorado por sus compañeros y amigos, quienes lo contratan para fiestas y serenatas.
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“Se le escucha hasta adentro de la clínica. Canta todo el día porque le apasiona. Cuando no se le escucha un buen rato, nos preocupamos de que algo le haya pasado”, dice una trabajadora del lugar.
Antes José era fanático de la salsa, reggae romántico, baladas y vallenatos, pero se alejó de la música mundana desde que transformó su fe al cristianismo. Ahora solo canta alabanzas y canciones consagradas a Dios.
“Tuve un accidente de tránsito que casi me provocó la muerte. A raíz de eso entendí que no dependemos de nosotros, sino de la voluntad de alguien que está allá arriba, que es Dios. Puedo certificar que en esa prueba que me puso, envió a dos ángeles a socorrerme. Fueron dos personas que no conocía, pero me auxiliaron y se quedaron conmigo hasta que me intervinieron en la clínica. No supe más de estas personas, pero sentí que Dios me estaba llamando y fue en la cama del hospital donde recibí a Cristo y empecé a encaminar mi música. Si antes cantaba para el mundo, ahora lo hago para Dios”, reflexiona.
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