Comadre Lissette
Lissette Arellano, co-fundadora de Comadres Coworking en Guayaquil.Christian Vásconez/EXPRESO

Lissette Arellano, una audaz 'comadre' de las emprendedoras guayaquileñas

Guayacos: Es la fundadora del primer coworking de la ciudad, que empodera el rol de la mujer como trabajadora y mamá

Guayacos es una sección en la que contamos historias de los habitantes de Guayaquil, vidas que alimentan y hacen más rica esta ciudad. Relatos que ayudan a conocer mejor la madera de la que están hechos.

La idea de Lissette Arellano, una guayaquileña de 36 años, era crear un espacio que permita formar alianzas entre mujeres emprendedoras y compartir ideas en comunidad. Pero sobre todo, buscaba que ese espacio sea una muestra de que ser madre no le impida a ninguna mujer tener sus negocios, alcanzar metas y llegar al éxito. Un espacio para ellas y por ellas.

Así inició Comadres Coworking en enero de 2019. Un emprendimiento que lleva casi dos años de vigencia y avances.

En su espacio físico, localizado en Urdesa Central, en el norte de Guayaquil, Comadres Coworking tiene una pequeña y elegante tienda de diversos productos: dulces, bisuterías, remedios artesanales, calzados, ceniceros, peluches, almohadas, libros y más, que se exhiben al público. Recorrer esas perchas equivale a entrar en un mundo de detalles y sorpresas; de mezclas de aromas dulces; y de herramientas recién elaboradas. Pero también a un mundo de buenas energías, esfuerzo femenino, pasión y calidad en el trabajo.

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“Hay mujeres emprendedoras que no tienen dinero suficiente para alquilar un local y mostrar sus productos. En este coworking (trabajo compartido), entre todas, logramos alquilar un lugar y exponer nuestros productos, formando esta tienda diversa. Por eso hay variedad”, cuenta Lichi, como le dicen a Arellano el resto de comadres, mientras muestra algunas de las mercancías a EXPRESO.

Un negocio al alcance

Exhibir sus productos en la tienda, en un sector como Urdesa, les cuesta a cada una de las emprendedoras $ 30 al mes. Algunas participantes en el negocio, por el tipo de productos que elaboran, pagan menos. Un precio que les resulta accesible, justamente porque se han unido en comunidad.

La tienda es una pieza fundamental, pero no es el único espacio del coworking. Hay diversas oficinas, todas amobladas, donde a diario, decenas de mujeres levantan sus negocios y cumplen sus sueños. El precio de alquiler de estos despachos también es beneficioso para otras comadres.

Otro de los espacios importantes y que marca aún más la diferencia de este conjunto de negocios, con el resto de coworkings que hay en la ciudad, es el área de niños, donde las emprendedoras pueden confiar a sus pequeños, dejar que se diviertan y mantenerlos vigilados, a través de la ventana de cristal, mientras ellas trabajan.

Alrededor de 200 mujeres forman esta comunidad. Algunas son parte de la tienda, otras hacen solo oficina, otras llegan para recibir talleres y ser parte de otras actividades.

¿Cómo nace Comadres coworking?

Lichi Arellano es la fundadora. Ella es máster en Administración de empresas y madre de tres niños menores de cinco años. Antes de crear la organización, ella ya era emprendedora. Su anterior negocio, Mumma creado en 2017, consistía en la elaboración y venta de porta-bebés.

La promoción del producto era vía virtual. Después de seis meses de su creación, Mumma tuvo mucha acogida y la demanda creció mucho. Ante eso, Arellano se vio obligada a buscar un espacio físico donde exhibir mejor sus productos.

“Los lugares donde quería alquilar, en ninguno permitía que llevara a mis hijos”, cuenta con lamentación. “Entonces aquello se convirtió en otra necesidad que quería cubrir”, menciona orgullosa, mientras con una sonrisa observa a su hija mayor, jugar en el área de niños.

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Ayudar a otras mujeres

Como no hallaba un lugar que se acoplara a su rol de madre y emprendedora, Lichi tuvo la idea de crear su propio local, donde no solo ella pueda trazarse metas, sino ayudar a otras mujeres que, como ella, veían bloqueados sus emprendimientos, ya sea por falta de recursos para alquilar un local, o simplemente porque no tenían con quien dejar a sus hijos mientras  trabajan.

Fue así que Lichi le planteó a su esposo Bradley Hilgert, crear un coworking. Él, como principal testigo de la desesperación y audacia de esta joven guayaquileña, accedió y se convirtió en su socio.

Así fue que Lichi se empeñó en pelear contra un sistema que, a veces sutilmente y otras en forma descarada, rechaza a las trabajadoras que deciden ser madres. ¿Por qué debe ser así y por qué se mantiene de esa manera? se preguntó.

“Antes de crear mi emprendimiento de porta-bebé, trabajaba en un canal abierto del país, como supervisora de operaciones comerciales. En esa época tuve a mi segundo bebé, después de tomar mi periodo de maternidad, regresé al trabajo y una semana después me dijeron que gracias por mis servicios pero que ya no me necesitaban”, cuenta.

El despido intempestivo en su trabajo la motivó a poner en acción la pequeña empresa que hasta entonces había madurado solo entre ideas. Con el dinero de su liquidación compró los insumos necesarios, realizó la investigación de mercado y creó su propia marca. Tenía muchos deseos de seguir sus sueños y de aportar económicamente a su hogar.

En esa empresa había trabajado por varios años. Entró en 2005 y tres años después salió de ella para estudiar una maestría en el estado de Ohio, en Estados Unidos, de donde era Hilgert, a quien conoció y se enamoró en Guayaquil. Juntos, él por trabajo y ella por estudios, llegaron a EE. UU.

En ese país, luego de sus estudios de cuarto nivel, Lichi tuvo la oportunidad de trabajar como analista de crédito, por cuatro años, en la empresa BMW, fabricante de carros y motocicletas de lujos.

Regresó a Ecuador en 2015, de nuevo de la mano de su esposo, porque él tenía una nueva propuesta de trabajo acá y ella se había convertido en mamá. “Ya con mi bebé, quería estar cerca de mi familia”, recuerda. En 2016 vuelve al canal de Tv, donde más tarde la despedirían.

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Lichi, en la tienda del coworking, donde se exhibe al público los productos de las emprendedoras.Christian Vásconez/EXPRESO

PROYECTO

Para abrir Comadres Coworking, Lichi y su esposo hicieron un préstamo a un banco y una fuerte inversión en el amplio local donde ahora trabaja. Ese espacio estaba en muy malas condiciones y ellos lo remodelaron en cuatro meses. Ahora el ambiente es limpio, fresco, agradable de ver y recorrer.

Aunque los coworking empezaron a ser una tendencia en Ecuador y en ciudades como Guayaquil y Quito, desde unos cinco años, fue en Estados Unidos donde Lichi pudo visibilizar la interacción y ayuda entre trabajadores, en esos espacios de trabajo conjuntos y lo replicó en su ciudad.

Programa Mujeres de Alto Impacto

'Mujeres de alto impacto' es el más reciente programa de Comadres Coworking, que lleva a cabo con la Dirección de la Mujer y el Municipio de Guayaquil. Consiste en brindar talleres, en el espacio físico del coworking y su plataforma, a mujeres emprendedoras, cuyos negocios han sido afectados por la pandemia del coronavirus.

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Los talleres son impartidos por profesionales, como Lichi, que son parte del coworking, conocen el mercado, saben de marcas y cómo vender productos. Estas clases la reciben, algunas mujeres de la ciudad independientes de Comadres como también varias de las emprendedoras que son parte de la comunidad. En total son 100 las beneficiadas, cuyos emprendimientos van desde mermeladas, galletas, carnes, postres, licor de cacao, vestimenta, juguetes de madera, muñecos y más.

“Los talleres son sobre cinco pilares principales: imagen corporativa, estrategia digital, comercial, finanzas y comunicación. Estos son ejes transversales que permiten que cada una de las mujeres puedan pulir las diferentes áreas de sus negocios”, detalla Lichi.

Este es un programa de cinco meses, donde la Municipalidad de Guayaquil pone la inversión y el coworking los profesionales y la plataforma. El objetivo es ayudar a levantar negocios de emprendedoras y así aportar a la reactivación económica de la ciudad.

Que Comadres Coworking, cada día sea un espacio donde más mujeres acuden, incluso, en los últimos meses, compadres también, es gracias al trabajo en comunidad. Así lo dice Lichi, quien, aunque tuvo la idea inicial, no cree que el éxito de este coworking, por la necesidad que llegó a suplir, sea solo por su empeño, sino el de toda la red de mujeres, que se han hecho sus amigas y compañeras.

Gracias a este proyecto decenas de mujeres ya han retomado sus negocios que aplazaron por la pandemia y antes de esta. Un ejemplo, cuenta Lissette, es una mujer que se cansó de promover sus productos en la ciudad sin éxito y estuvo a punto de ir a vivir a Otavalo, por trabajo, pero se enteró del proyecto y le dio otra oportunidad a su emprendimiento y ahora se ha levantado. También hay madres solteras que han logrado reorganizar su tiempo, continuar con estudios y emprendimientos.

“En esta comunidad hemos aprendido a que si las mujeres nos unimos, dejamos las barreras hacia un lado, las críticas, el hecho de juzgarnos entre nosotras, podemos lograr mucho, entre ello, amistades bonitas, alianzas y proyectos que nos permitan tener mayor ingresos para nuestros hogares. Esta red de mujeres es un ejemplo”, destaca la joven madre.

¿Cómo ser parte de este negocio?

Lo primero, aclara Lichi, es que las nuevas integrantes no pueden pensar interesadamente. Es decir, creer que solo tendrán ganancias. Ellas también deben aportar a la comunidad y estar pendiente de ella.

Las interesadas pueden contactar el coworking a través de Instagram o en la página web www.comadrescoworking.ec y a los números telefónicos que aparecen en él.