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Los manglares son los protectores de la ciudad en diferentes aspectos. Colindan con las zonas urbanas.JOFFRE FLORES

Manglares: otro símbolo de la identidad guayaquileña

La comunidad resalta la importancia de este ecosistema para la cultura. Están amenazados por el urbanismo

Si hay algo más guayaquileño que comer cangrejos debe ser el manglar de donde estos salen. En esto coincide la comunidad científica local y ecologista, y es que encima de este ecosistema se alzó una ciudad cuya gente puede ignorar su importancia. 

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Importancia del manglar

‘‘Los manglares cumplen funciones que son irreemplazables’’, asevera Natalia Molina, bióloga de la UEES. Esta especie de humedal costero protege naturalmente a la civilización de las inundaciones, por su gran capacidad para retener agua en subidas de marea y por sus extensas raíces que sostienen la tierra y el sedimento ante la erosión. ‘‘Son una barrera de protección para la salinidad; si se remueve el manglar la tierra deja de ser fecunda’’, explica Molina. 

EXPRESO visitó el parque lineal de Kennedy Norte, un espacio icónico por su límite con el manglar, y porque es un espejo perfecto de la principal amenaza del mangle guayaquileño: su contacto con el urbanismo.

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En el parque lineal, la comunidad ha encontrado un espacio de recreación, pero poniendo en riesgo el ecosistema.JOFFRE FLORES

Sobre este parque se han introducido especies que restringen de sus propiedades de captación de nutrientes al manglar, haciendo que estos ramales se tornen malolientes. ‘‘La verdad, desconocía sobre tantos beneficios de los manglares, pero yo creo que algo preocupante es toda la basura que llega arrastrada hasta este espacio’’, contó Carmen Gutiérrez, moradora del sector, quien también ha participado en mingas en dicho parque. 

Algo que la bióloga Natalia Molina contó a este Diario es que la presencia de los felinos en este parque también pone en riesgo el equilibrio biológico del manglar, porque estos son depredadores naturales y completamente ajenos a este hábitat; consecuencia de esto destacan en las memorias de otro residente de Kennedy Norte, Roberto Barriga. ‘‘Aquí antes había muchas iguanas; las personas podían divisar y pescar cangrejos, ostiones y conchas. Ya no se ve nada de eso. Hace más de veinte años, incluso, se vio un cocodrilo’’, contó nostálgicamente. 

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La fauna de antes

Basta cruzar los puentes que conectan las ciudadelas del norte de Guayaquil, como Kennedy, Urdesa, Miraflores y el Malecón del Salado, para divisar varias especies de aves que sobrevuelan su hábitat de manglar, pero no son todos los animales que podrían vivir allí. 

Estos humedales son sustento de biodiversidad: la mayoría de peces tienen sus primeros estadios de vida en las raíces de los manglares y, claro, la proteína predilecta del guayaquileño surge aquí, los cangrejos. Es raro que estos sean avistados en las zonas urbanas, por lo que su pesca se sitúa mayoritariamente en el Golfo de Guayaquil.

Con los pescadores artesanales de estas aguas ha trabajado la académica Alba Calles, de la Escuela Politécnica (Espol).  El objetivo ha sido concientizar sobre la gestión responsable en el ecosistema del manglar, aplicado a una pesca que debe ser sostenible. ‘‘Es importante que se respeten las vedas. Yo destaco que la comunidad de cangrejeros es muy consciente de la importancia del manglar. Para quien desconoce, debe saber que los recursos bentónicos (propios del sedimento) son sobreexplotados; si uno captura una hembra en veda pone en riesgo entre 160.000 hasta 300.000 huevecillos de cangrejo’’, detalló la experta. Calles reconoce que Guayaquil es una ciudad que se sostiene de los manglares y teme que si en algún momento nos llegáramos a quedar sin recursos como el cangrejo, Guayaquil retroceda biológicamente, pero sobre todo en cultura.

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El cemento toma contacto con el manglar, con puentes y estructuras levantadas sobre el ecosistema.JOFFRE FLORES

Para cuidar los manglares hay otra medida clave: no aplicar nunca algún insecticida o químicos de control de ‘plagas’. La entomóloga Myriam Arias detalla que junto a su equipo de investigación de la UEES logró identificar 12 órdenes, 78 familias y 8 grupos tróficos de insectos; en el manglar estos cumplen su rol dentro de la cadena alimenticia para un equilibrio biológico.

Natalia Molina mira con cariño a los manglares, les ha dedicado mucho a tratar de preservarlos y transmitir a sus oyentes que estos sostienen la vida de Guayaquil: ‘‘Incluso, en conferencias, le he llamado ‘Guayaquil, perla del manglar’. Es posible recuperar el manglar, nosotros promovimos un proyecto de islas flotantes donde en tres meses se empezaron a ver peces en las raíces de mangles. Hay vida’’, explicó la bióloga, insistiendo en que todavía está en manos de la ciudadanía el dejar de llenar de cemento los últimos remanentes de manglar de Guayaquil.

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