Trabajo infantil, un virus que aún no tiene vacuna
Alrededor de 504 niños mendigan y trabajan en las esquinas, veredas y semáforos de Guayaquil, según un informe de la Dinapen.
“La señora que me llama no es mi mamá”, le dice al equipo de EXPRESO una pequeña de 8 años, que se pasea entre dos metros del parterre central de la avenida Francisco de Orellana, al pie de la ciudadela Sauces 8. Lleva cerca de una hora en ese punto. Viste un vestido negro, sandalias del mismo color y tiene una barbie mugrienta entre sus manos. Se la regaló una conductora hace días.
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Leer másLa circulación de los carros, entre las cinco esquinas que se conectan en esa parte de la vía, ilumina los ojitos vivaces de ‘Adacha’, como dice llamarse. Solo espera el semáforo en rojo para bajar a la calzada y extender su mano a los vehículos que se acumulan al pie de su vereda, donde la vida se le pasa lenta y triste. A su edad, ya conoce el desconsuelo de que la miren con desdén, la ignoren y hasta la atropellen por mendigar monedas.
Su realidad la viven 504 niños que mendigan y trabajan en las esquinas, veredas y semáforos de Guayaquil, según un informe de la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) enviado a EXPRESO.
La sombra de una realidad que encrudece
Desde que se suavizaron las restricciones, a raíz de la pandemia del coronavirus, el aumento de niños trabajando en las calles es notorio. Hay quejas ciudadanas sobre esta problemática en redes, por la vulneración de derechos de menores. Dan cuenta de esta realidad los semáforos de toda la ciudad, especialmente del norte, en la Avenida del Periodista, la calle Rodolfo Baquerizo, la Víctor Emilio Estrada, Las Lomas de Urdesa y Las Américas.
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Leer másEn esta última, incluso, se turnan para trabajar y mendigar, así lo cuenta Guacho, de 16 años, quien limpia vidrios en el semáforo. Él llega desde Durán y se hace $ 10 al día, “para ayudar” a su mamá. Sus hermanos también trabajan en la calle.
Hay menores de entre 3 y 17 años. No solo piden dinero o limpian parabrisas, también venden frutas y dulces, o algún otro artículo. Un ejemplo está apenas a un kilómetro y medio de la esquina donde ‘Adacha’ es solo una sombra, en la misma vía. Allí, Tatiana, de 12 años, con un canguro pequeño que le cuelga en el torso, muestra un par de cajas de chicles en las manos. Se apresura cada vez que los carros hacen cola en la intersección de la Benjamín Carrión. “Ando con mis dos hermanas, una de 17 y otra de 15 años. La de 15 no trabaja, solo me cuida”, cuenta. Su contextura escuálida la hace lucir desnutrida.
Miren como este miserable finge tener problema físico y utiliza a la niña obligándola a mendigar. Luego “prestan el semáforo a otros” xq pedir es más rentable@PoliciaEcuador @KtaLaGrande @dayannamonroy @alcaldiagye #dinapen @Luigi8a1 @comunidadgye @tctelevision @Cdla_Alborada pic.twitter.com/5xd2nvFP36
— Vinizio Montoya (@VinizioMontoya) August 26, 2020
Entre el peligro del tránsito y el de las riñas
Es la Francisco de Orellana la tercera avenida más transitada de Guayaquil, con 80.000 carros diarios, entre autos y buses (antes de la pandemia), un enorme monstruo al que ambas le temen, pero con el que tiene que convivir a diario, bajo el sol, todo el día.
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Leer más‘Adacha’ admite que ha estado en peligro. “Un carro me empujó y me caí. Me dolió mucho”, cuenta, y muestras las heridas, aún sin sanar en sus piernas y raspaduras en su mentón. Deja de hacerlo ante un grito: ¡Taaanya! Así la llama la mujer que, más tarde, asegura ser su mamá y que está recostada en una vereda, sin hacer nada más.
La amenaza de los autos no es la única con la que lidia. También ha estado inmersa en lluvias de piedras por disputas entre bandas que se pelean el territorio para mendigar y robar en el lugar.
Hay quienes afirman que algunos de estos menores están atrapados entre las mafias que los manipulan o les ordenan mendigar o vender droga. “Cada tarde llegan dos mujeres gordas con varios niños. Ellas se sientan en la sombra y los niños van a pedir, en la noche se levantan toman a los niños y se van”, cuenta un vecino de Los Álamos, otra ciudadela cerca de la Francisco de Orellana.
El MIES, que no tiene una cifra actualizada de cuántos menores piden dinero en las vías o están en situación de calle, y no ha identificado que los niños están siendo obligados a trabajar. Afirma, en cambio, que la mayoría está en compañía de sus padres.
La responsabilidad estatal
El trabajo de “rescatar” a niños recae en la Dinapen. De esa entidad, el mayor Santiago Racines, jefe de la zona 8, explica que aunque cumplen con su trabajo, no pueden rescatar a más menores porque las casas de acogida del MIES no tienen espacios.
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Leer másHace dos semanas, en un recorrido policial, se identificó a 94 menores, cuyos derechos estar siendo vulnerados por estar en las calles. El aumento de este fenómeno social es progresivo, afirma el funcionario.
“La mitad son niños ecuatorianos y la otra mitad venezolanos. Los niños que están en situación de riesgo cuando están en las calles, se les está vulnerando sus derechos primordiales como educación, a permanecer seguro, a un buen desarrollo. Recuperamos a los niños de las calles y los entregamos a sus padres y a través de la Junta Cantonal de Derechos les emitidos todas las medidas de protección que deben ejecutar”, detalla el mayor.
En lo que va del año Dinapen ha visitado 55 hogares identificados como puntos de riesgo de violencia infantil, donde han dado charlas y han realizado 1.106 operativos para evitar vulneración de derechos de los infantes.
El secreto está en atacar la pobreza
Las casas de acogida para menores de edad deben ser la última solución al problema de la mendicidad y el trabajo infantil. Así lo afirma Billi Navarrete, secretario ejecutivo del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, organización que coordina la Red de Movilidad Humana.
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Leer másEsta ONG se sumó al levantamiento de información en los 55 puntos identificados como puntos de riesgo para infantes en agosto.
Navarrete antepone como solución brindar herramientas a las familias que las saquen de la pobreza y que el escenario del desempleo es el problema de fondo y que este espectro se ha incrementado en la pandemia, cuando miles de personas han perdido sus trabajos.
La mendicidad es una expresión del universo de trata de personas, que también incluye la explotación laboral y trabajo sexual. Las casa de acogida están colapsadas e institucionalizar a los niños tampoco es la respuesta, de hecho, eso aumenta la vulnerabilidad de sus derechos.
“Este panorama ha deteriorado más las condiciones de familias. En el caso de las familias con niños migrantes, por ejemplo, su condición de irregulares, complica más su situación porque no tienen documentos y no pueden acceder a algunos servicios, como créditos para emprendimientos”, dice.
La mirada integral
La vulnerabilidad de menores de edad es una constante desde diferentes aristas. Un informe de la Policía detalla que de lo que va de este año hasta agosto pasado, se han reportado 465 niños como desaparecidos.
El escrito además indica que de esa cantidad 451 ya han sido encontrados y que los 14 casos restantes están en proceso de investigación.
“Este es un problema social que no se va acabar, es un problema mundial. Hemos hecho conocer de esta problemática a organizamos internacionales. Trabajamos de la mano con el MIES, el Ministerio de Educación y otras instituciones y seguimos trabajando”, enfatiza el mayor Racines, de Dinapen.
La niña de vestido negro, sandalias del mismo color, que dice llamarse ‘Adacha’ y que pide dinero en el parterre central de la avenida Francisco de Orellana, confiesa que a veces logra recaudar dos dólares. Mientras habla con EXPRESO, cabizbaja, acaricia su vieja barbie, a la que ha peinado, como tiene su melena, entrenzada con cabello amarillo sintético. “Con esa plata quiero comprarme una muñeca nueva”, dice.