Los mercadillos ambulantes que agobian al barrio
La venta informal obliga a los peatones a caminar por la calle. Habitantes denuncian que los controles municipales son insuficientes
Desde las 07:00 de cualquier día, los vendedores informales están presentes en veredas, parterres, parqueaderos, paraderos y hasta en las peatonales de la ciudadela La Pradera 1, cerca de la avenida Domingo Comín, en el sur de la ciudad. En algunos tramos de esa vía, los peatones arriesgan sus vidas al movilizarse por la calzada para no tropezar con la mercadería.
Legumbres, verduras, frutas, juguetes, accesorios de celulares, productos de aseo, caramelos... se pueden encontrar a diferentes precios, durante una jornada que, al concluir, provoca molestias a los vecinos, debido a la cantidad de desperdicios que quedan sobre el cemento.
No se puede caminar con tranquilidad por las veredas de la ciudadela porque están ocupadas por vendedores que hacen ruido para promocionar sus productos.
“Ya no se puede ni caminar, hay instalados puestos en todas las calles de la ciudadela”, comenta Mariana Rendón, quien habita desde hace 35 años en el sector y el fin de semana pasado tuvo inconvenientes porque junto a su hijo de 10 años, les tocó bajarse a la calle para transitar con el riesgo de ser atropellados por algún carro. “No hay controles y ahora estamos peor con las aceras llenas”, exclamó.
Jaime Dávalos, director del cuerpo de agentes del Control Metropolitano, asegura que diariamente realizan operativos de control para recuperar el espacio público, no solo en La Pradera 1, sino en toda la ciudad, luego de recibir denuncias de los mismos moradores por el desorden que se genera . “El comercio informal es consecuencia de factores económicos y sociales que tomaron fuerza con la pandemia. Frente a esta situación, los agentes Metropolitanos multiplican sus esfuerzos por mantener el orden en los espacios públicos con los medios humanos y logísticos disponibles”, manifiesta Dávalos.
Sin embargo, para los vecinos de La Pradera 1 estos esfuerzos no son suficientes. “Las pocas veces que hay operativos, los comerciantes se desaparecen y vuelven rápidamente a las aceras cuando se van los metropolitanos”, manifiesta Carmen Yagual, quien habita hace 27 años en la zona y dice ser una de las afectadas por la presencia de los informales, quienes a diario dejan desperdicios y hasta legumbres podridas en las afueras de su vivienda.
Con ella concuerda Mariela Mosquera, quien habita en la ciudadela hace 20 años. “Estos comerciantes siempre están listos para marcharse cuando aparecen los metropolitanos, con quienes parecen jugar al gato y al ratón”, menciona, al aseverar que los operativos no son frecuentes y que a los informales se los debería reubicar en otros sectores.
Es una ventaja tener a los informales cerca de casa, porque puedo comprar más rápido lo que quiero y a menor precio que en el mercado. Yo no tengo problemas.
Lo dicho por Mariela es real. La mañana del viernes pasado, agentes metropolitanos desalojaron de la zona a un grupo de vendedores. A varios se les retiró temporalmente los productos, que tienen derecho a recuperarlos una vez que cumplan con la sanción impuesta por la comisaría municipal. No obstante, después de una hora los comerciantes volvieron a colocarse en los parqueaderos y hasta utilizaron los vehículos estacionados para colocar las bolsas de alimentos.
Y si en la mañana el panorama es caótico, a partir de las, 17:00, como lo comprobó este Diario, se acentúa con la llegada de carretas, donde se venden hamburguesas, salchipapas, hot dog y arepas, que también obstaculizan el paso.
Milton Lascano, transeúnte, manifiesta que ahora más que antes se evidencia el aumento de los comerciantes en las calles de la ciudad. “Ya no se puede ni caminar, hay puestos instalados en todas las calles”, comentó. A decir del ciudadano, si antes era complicado andar por La Pradera 1, ahora es mucho peor.
Para Mariana Delgado, residente, esa aglomeración los vuelve además vulnerables al delito. “Cruzar entre todo ese tumulto de personas, te desorienta. Varios robos así se han dado. No hay violencia, te meten la mano al bolsillo, la cartera; y solo te das cuenta cuando estás en casa”, cuenta.
Pero la presencia de los informales no afecta a todos. Mercedes Carrión, quien es educadora, reconoce que compra a los ambulantes porque cree que es más barato y porque le queda al paso cuando se baja en la parada de la Metrovía para ir a su casa. “Me ahorro tiempo y dinero porque no tengo que ir al supermercado de compras”, anota.
Los vendedores justifican su presencia y piden que no se les quite la mercadería. “Debo trabajar de esta manera para el sustento de mis dos hijos”, puntualiza Mercy Ruiz, de 38 años.
