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Hecho. Durante la velada, que inició pasadas las 17:00, Alberto Avilés (sobre el escenario) invitó a todos a bailar.Valentina Encalada / expreso

La Navidad más esperada por los abuelitos

En el Hogar del Corazón de Jesús, 200 residentes celebraron ya la fecha. Es el encuentro más importante del año. 

Cuando la banda empezó a tocar, la fiesta también empezó. La edad no importó, y las sillas de ruedas y los bastones pasaron a segundo plano. En el Hogar del Corazón de Jesús, en Guayaquil, los más de 200 residentes que integran la institución se pusieron a bailar. Era Navidad y, como lo repitieron decenas de veces, debían celebrarlo a lo grande. En familia.

La noche del miércoles, tal como lo han venido realizando los últimos cuatro años (y siempre seis días antes de la fecha), en el patio del lugar, donde sobraban las guirnaldas y las luces de colores, hubo una fiesta a la que todos llegaron vestidos de gala.

Las perlas sobre el cuello o las muñecas, al igual que los pantalones y faldas plisadas, además de las rosas sobre las blusas y los sombreros y tacones, destacaban en el espacio; al que llegaron también Papá y Mamá Noel, y decenas de duendecillos, renos y zanqueros que desde lo alto cantaban villancicos.

“Esta es la fiesta más esperada por todos porque aquí somos familia y esta es nuestra gran velada anticipada. El 24 de diciembre vamos a casa de nuestros hijos o parientes para celebrar la Nochebuena. Y la pasamos lindo, lindísimo. Sin embargo, esta es la fiesta en casa con nuestros amigos, que se han convertido ya en los hermanos que elegí”, comentó durante el evento Jenny Silva, maestra jubilada de la unidad educativa Dolores Sucre, quien vivió hasta hace un año en el Hogar, al que prevé regresar.

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Silva, quien no dejó jamás de aplaudir y de reír a carcajadas con sus amigas, quienes atentas veían el espectáculo que los artistas invitados realizaban sobre el escenario ahí improvisado, asegura que acudió al lugar porque nunca se ha desvinculado de él. “De la familia, uno jamás se aleja. Aquí están los seres con los que compartí cuatro hermosos años. No podía entonces perderme esta fiesta. Es nuestra Nochebuena”, agregó.

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Durante el acto, el residente Néstor Rodríguez no dudó en salir a bailar con María Fernanda Navarro, asistente de gerontología del Hogar y, por el evento, también Mamá Noel.

Así en la ceremonia, que inició una vez que cayó la tarde, residentes como Carlota Piedrahíta, de 77 años, y Rebeca Pérez, de 99, miraban atónitas las presentaciones artísticas, entre ellas las protagonizadas por el músico Gilmar León, quien tocó ‘El tamborilero’ (villancico) con un arpa, lo que llenó de emoción a los espectadores; y por el grupo de Danzas Folclóricas Ecuador y la Banda Metropolitana, que por alrededor de una hora y media entonaron asimismo canciones navideñas y cumbias. Las favoritas.

“Yo quiero bailar, puedo mover muy bien el esqueleto. ¡Sigan, sigan, no pasa nada!”, se escuchó decir a Fabiola Vinueza, cuando intentó levantarse de su andador para dar unos pasos.

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Vinueza lo hizo. Bailó con Mamá Noel, luego con sus compañeros, y cuando las piernas le dolieron volvió a sentarse en el dispositivo y empezó a dar piruetas con él, sin problema, mientras la música seguía sonando. Y Alberto Avilés, también residente, asimismo sobre el escenario (y alternándose con los artistas), alentaba a sus amigos a salir a la pista.

Hubo algunos, como Rebeca Pérez, que no pudieron hacerlo, por la edad y la dificultad para caminar. Sin embargo, eso no impidió que ella disfrute el momento. Con su bastón siguió el ritmo de todas las melodías. Con él dio golpecitos en el piso, lo movió a la derecha y a la izquierda y hasta lo alzó un par de veces, como lo hacen las porristas. “Viva la Navidad”, gritó. “Que viva una y mil veces para usted, Rebequita”, le dijeron entusiasmadas las enfermeras que la acompañaban.

En la fiesta, en la que se repartieron desde dulces navideños de todos los sabores hasta artesanías alusivas a la fecha, hubo residentes como Emilio Gallegos que, en cambio, participaron del acto expresando sus buenos deseos a quienes junto a él circulaban.

Felicidad para todos, buena vida para todos...”, decía mientras recorría el portal y el jardín del hogar, que se ha convertido en su casa desde hace nueve años y en cuyos balcones del segundo y tercer piso se podía ver asomados a los domiciliados que, por salud sobre todo, no habían podido bajar y desde sus habitaciones participaron de la ceremonia.

“Aquí todos participan del acto porque es importante. Yo lo hago porque esta es mi casa, llevo ya nueve años. Mis padres pasaron sus últimos 11 años aquí. Hay, por lo tanto, recuerdos pasados y actuales. Celebro hoy el hecho de haber podido construir aquí amistades maravillosas”, agregó.