Obras de los vecinos salvan la convivencia en La Puntilla
Con sus aportes han logrado levantar un mural y un campanario. El comité lidera la iniciativa que motiva la integración entre las familias
Como un periodo de gestación de un bebé. Así describe Fernando Huamán Febres Cordero la obra que, con el apoyo de las más de 1.000 personas que habitan en la ciudadela La Puntilla (Samborondón), han logrado construir.
Han tardado exactamente nueve meses en ejecutarla. Y aunque todavía no está inaugurada (lo harán el 5 de abril, Domingo de Ramos), ya hay familias que se acercan a la iglesia María Madre del Amor Hermoso, situada dentro de la urbanización; para observar ese enorme campanario que puede verse desde el puente de la Unidad Nacional, y ese colorido mural que ahora la acompañan y son los protagonistas de la obra.
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Leer másEl diseño del campanario, que mide 19 metros de altura, fue elaborado por arquitectos extranjeros, pero construido en Guayaquil. “Nos tomó un mes y medio darle forma, queríamos que quede perfecto. Y no fue tan fácil. Estamos hablando de levantar una base de 15 metros de altura y sobre ella colocar una cruz de 4 metros más”, detalla Huamán, mientras recorre el entorno que cobija a estas nuevas estructuras y donde, además, se sembraron 2.000 metros cuadrados de áreas verdes.
Hace un año que EXPRESO estuvo en el lugar para entrevistar a los miembros de esta directiva, que entonces llevaba pocos meses de haber sido elegida y llamaba la atención por estar integrada solo por jóvenes; se habían plantado casi 3.000 metros cuadrados de árboles, césped y diversos tipos de especies.
“Ahora le apostamos a tener un entorno incluso más natural. Sabemos que esto es importante para la comunidad, la salud y la convivencia. A través de esta acción hemos logrado que los jóvenes quieran pasar más tiempo aquí”, admite, al asegurar que los fines de semana, por ejemplo, se ve ya a los chicos haciendo pícnics, leyendo o jugando sobre el césped.
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Leer másAlgo similar apunta a que se haga también en el sitio donde se levanta el mural de 35 metros de extensión, creado por cuatro artistas, todas estudiantes de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo y miembros de la agrupación La colita de lagartija.
Allí, donde hasta hace poco había nada más que abundante maleza, se levanta una pared en la que están plasmados con pintura los animales que son también vecinos de la ciudadela. Hay un mono, una ardilla, un pato, una garza, un colibrí, una iguana y hasta un caimán.
En mi gestión trabajamos por la seguridad y el orden. Ahora se están haciendo obras que apuntan a la convivencia. Todo se complementa, hay armonía, eso es bueno.
¿Un caimán? Sí, advierte George Williams, miembro del comité, al detallar que aunque ya no con la frecuencia de antes, estos todavía visitan el Club de la Marina, situado al interior del vecindario.
Para la residente Andreína Mendoza, de 19 años, son estas imágenes las que le han servido precisamente de gancho para visitar -en las últimas semanas- con más frecuencia el malecón; que limita precisamente con las obras levantadas.
Somos una ciudadela muy unida. Disfrutamos de los parques, sí, allí nos reunimos todos; pero también de la iglesia. Tras la misa, compartimos. Es nuestro ritual, nos gusta.
“Amo el arte, amo los murales y me encantan los animales. Sentí curiosidad de ver cómo había quedado todo, y al hacerlo noté también que había más espacios verdes y hasta bancas para sentarse... Vi el malecón, al que no visitaba hace mucho tiempo, y me gustó”. Desde entonces, al menos los viernes, se reúne al caer la tarde allí con sus amigas. No descarta que una vez colocadas las banquetas frente al mural, lo haga también los domingos.
“Me gusta mucho pintar, quiero ser paisajista. Quizá y al estar rodeada de colores, me inspire más”, dice entre risas.
Así estas gestiones, que fueron analizadas y luego aceptadas por los residentes en una asamblea, según los habitantes, ha logrado -sin esperarlo, al menos no en el nivel logrado - recuperar esa hermandad entre las familias.
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Leer másNo es que antes los vecinos no eran amigos, lo eran. Sin embargo ahora, detalla Luis Chonillo, residente, existen espacios mucho más amigables y libres para juntarse. De hecho, agrega, hay familias que han regreso a vivir a la ciudadela. “Los cambios los han motivado a regresar a sus orígenes y a modernizar sus viviendas y espacios; factores que facilitan la integración y el reencuentro”.
Jimmy Cedeño, administrador de la urbanización, coincide y adelanta que se vendrán otros cambios para este año. El comité tiene en la lista la construcción de un gimnasio y una pérgola ubicada a escasos metros del río. “Queremos que La Puntilla sea una miniciudad”, piensa Huamán.
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Leer másLa iglesia fue construida a base de donativos (no alícuotas) de un grupo de residentes en el año 2016. Esta vez, con fondos aportados por ese mismo grupo, han logrado levantar la casa parroquial; que también será inaugurada el 5 de abril y se encuentra ubicada en el mismo terreno donde está el campanario y el mural.
La iglesia, donde cada domingo al mediodía se dan misas, coinciden los residentes, es otro punto de la ciudadela que facilita la unión en el lugar.
Según explica Huamán, en la casa parroquial vivirá el monseñor Antonio Arregui Yarza o quien él designe.