El ocio resucita sobre ruedas
La farra regresa a pasearse por Guayaquil desde las parranderas chivas. Los buses de turismo también aceleran el recreo. La ciudadanía sugiere más seguridad y promoción para su despunte
El motor encendido, decenas de luces multicolores parpadean y un merengue pegajoso comienza a sonar. El ambiente deriva de una tradicional chiva farrera que se alista para rodar por calles y avenidas de Guayaquil, pero antes un grupo de afanados amigos se acicalan para treparse al vehículo, agitar sus caderas y tomar cocteles o cualquier bebida, pues es viernes y el cuerpo lo sabe. La sonrisa, con un toque de excitación, se dibuja en los rostros de algunos. Es su primera vez en una buseta parrandera.
Así comienza el recorrido de más de dos horas en el colorido bus, que se suma a las alternativas de ocio nocturno, que pisan el acelerador de la reactivación económica de la ciudad, luego de dos años de paralización por la pandemia. Hoy, la farra ha regresado con fuerza sobre ruedas y comienza a recuperar a jóvenes y adultos ávidos de diversión.
El bus rueda a 30 kilómetros por hora y, en medio de la pista, la algarabía se conjuga con los ‘pasos prohibidos’ que comienzan a mostrar las chicas y los chicos, quienes entran en una ‘competencia’ por ver a quién le sale mejor el movimiento de la popular canción ‘Sopa de caracol’ o brincan con los clásicos de Proyecto 1.
Los jóvenes se encienden en la Garzota al ritmo de la música
Leer más“Las chivas son interesantes, diferentes y divertidas. A mí me encantan y por eso celebré un cumpleaños aquí. Ahora estamos en grupo”, comenta Mónica Jordan, mientras baila con sus amigos al pasar por calles como la Víctor Emilio Estrada o el bulevar 9 de Octubre.
En estos puntos, por ejemplo, el dinamismo también se extiende a las aceras o avenidas. Los conductores, al ver el paso de la chiva, suenan el claxon de sus autos, y los transeúntes se unen al baile y hasta saludan a los fiesteros, como si fuesen conocidos.
“Transmite alegría y mucha, algo que necesitamos en este ambiente delincuencial que padecemos los guayaquileños. Ya me organizaré para farrear rodando por la ciudad junto a mis amigos”, expresa Carla Mora, una urdesina que ha visto el retorno de estas actividades.
Efectivamente, no todo es fiesta. La violencia que mantiene en zozobra a Guayaquil ha hecho que el paseo en estas unidades se vea opacado. Así lo sostiene Martín Artunduaga, propietario de La Chiva de Mi Pueblo, que tiene tres de estos buses en la urbe y otros ocho en la capital de los ecuatorianos.
“Ya no están miedosos por la COVID-19 sino por la violencia. No hemos tenido inconvenientes porque los delincuentes no tienen a la chiva como una opción de asalto. El vehículo es elevado y solo hay una subida”, recalca, al recordar que desde septiembre pasado volvió a la marcha, tras 19 meses sin actividad.
Las chivas y buses de turismo pueden ser potencializados en Guayaquil, no es que a los guayaquileños no les guste. Las chivas en otras partes del mundo están dirigidas más al aspecto turístico, de hecho
Los viajes se ejecutan los viernes y sábados por grupos de hasta 45 personas. En la pista tienen la opción de beber un coctel de naranja o gaseosas. Allí se han celebrado desde cumpleaños hasta divorcios y han recogido a más de un turista en el aeropuerto.
Vuelven la música y el baile a las discotecas porteñas
Leer másArtunduaga apunta a “mostrar lo más lindo de Guayaquil”, pero admite que hace falta más promoción para que esta actividad despunte en la ciudad, como ocurre en Cali, Medellín y Cartagena de Indias, urbes colombianas. En esta última, las chivas hasta compiten entre ellas para ver cuál hace más bulla, y una persona se convierte en animador de la jornada, invitando a bailar y muestra, a la par, los sitios turísticos de la localidad.
Pero el ocio también rueda de manera más silenciosa sobre los buses de turismo, que volvieron a sus recorridos. Por ejemplo, en el parque Seminario, en el corazón de la urbe, está parqueado un colectivo panorámico de dos pisos de Van Service, que se alista para peregrinar por la Plaza Olmedo, Palacio de Cristal y a lo largo de la avenida Malecón.
Luis Triguero, administrador y gerente operativo de la compañía, recuerda que antes de la pandemia existía más movimiento. Desde este mes reanudó los paseos, tras verlos como una oportunidad para reactivar el turismo local.
Ángel Galarza, quien reside en Galápagos, describe como una experiencia única y distinta para conocer Guayaquil, el recorrido que disfrutó con su familia. “Es necesario después de estar mucho tiempo encerrados en casa”, argumenta con una sonrisa.
Diana Orellana concuerda con ellos y califica a este tipo de actividades como divertidas, ya sea para compartir con amigos, bailar o variar lo que habitualmente se consume en la ciudad. No obstante, el miedo a sufrir un asalto está latente. “Son transportes abiertos y los usuarios llevan su celular en la mano todo el tiempo, por eso corremos el riesgo”, se lamenta.
Guayaquil: la delincuencia aniquila la farra
Leer másY es que la ola delictiva que azota a Guayaquil, que no ha sido frenada pese a los millones de dólares invertidos, agobia tanto a los usuarios como a los promotores de estas alternativas de ocio. Así lo asevera Alba Caicedo, licenciada en Turismo, quien sostiene que las alarmantes cifras de hechos delictivos han frenado la expansión de este tipo de emprendimiento, distinto a como se los lleva en otros países.
Ella propone que se integre esta oferta en Guayaquil y conectarla con puntos turísticos y de espectáculos, como Guayarte o el Puerto Santa Ana, pero “no se lo ha potencializado”, afirma.
Así es como resurgen estas alternativas de ocio en Guayaquil, paralizadas por la pandemia, pero que ahora procuran no frenarse por la violencia delictiva que azota a toda la Zona 8.