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Sobreviviente. Galo Aguiño, guardia de seguridad privada, cuenta a Diario EXPRESO los enfrentamientos que ha tenido con los delincuentes.Christian Vinueza

El oficio que ama lo ha puesto de cara a la muerte 15 veces

Es guardia privado por 11 años, guayaquileño Ha recibido 10 balazos en diferentes acciones, por impedir asaltos y repeler ataques de sicarios

Galo Aguiño, guardia de seguridad privada, se ha enfrentado a 15 balaceras con delincuentes en 11 años de trabajo. En diferentes escenarios ha recibido 10 balazos que lo han puesto de cara con la muerte.

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Ahora relata su historia de vida y con ello advierte a las autoridades de los puntos que tienen que fortalecer ante el plan de que estos profesionales se sumen a combatir la inseguridad.

Aguiño aprendió a defender a las personas cuando era adolescente. Siempre acompañaba a su tía a vender bebidas y snacks al interior de los estadios y varias veces puso a buen recaudo a su familiar, mujeres y niños cuando había enfrentamientos entre los fanáticos de los equipos de fútbol. Al llegar a la mayoría de edad, y tras escuchar la sugerencia de su tío, se enroló para trabajar como guardia.

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Tres cicatrices de los 10 balazos que ha recibido el guardia.Christian Vinueza

Su relato empieza por el enfrentamiento más difícil que tuvo. “Hacía mi guardia en una camaronera cerca de Playa Desolada, en Villamil Playas, junto a otros tres compañeros, cuando llegaron siete piratas disparando”, narra.

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Suspira y continúa recordando que al ver que iban a atacar a un guardia nuevo, se lanzó a protegerlo y allí recibió una bala .357 que penetró por el lado izquierdo del pecho, perforó un pulmón y salió por el omóplato. El impacto lo tumbó al piso y el delincuente avanzó para rematarlo, pero él alcanzó a dispararle primero.

Al estar consciente de la gravedad de la herida, tomó su cuchillo karambit o garra de tigre y se rasgo la camiseta para hacerse un torniquete. Sus compañeros lo llevaron al hospital de Playas, donde solo le suturaron la herida para que no se desangre. Al llegar a una clínica de Guayaquil, escuchó al doctor decir: “Han traído un muerto”. Y entonces tomó fuerza para gritar: “¡Estoy vivo!”. Aunque fue un susurro por lo débil que estaba, los doctores sí lo escucharon.

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 Galo Aguiño a diario sale a trotar con su mascota Yansá y hasta lo acompaña en la entrevista con EXPRESO.Christian Vinueza

Hace un alto a su relato, para analizar lo que hay que mejorar: “Es necesario que la placa del chaleco sea más grande y también proteger los costados del cuerpo. Las autoridades deben exigir esto a las empresas y controlar. Además se necesita usar cascos. También es un error usar ropa reflectiva en la noche, los delincuentes entran disparando y nos ubican por el uniforme”.

Hace otra pausa para acariciar a Yansá, que se pone a ladrar. La abraza y pasa a contar otra de las veces que vio la muerte: “Me veía en una playa y vi una casa donde mi mamá (fallecida) me llamaba. Cuando quise abrir la puerta para entrar en esa vivienda, escuché una voz que me dijo: ‘Todavía no es tu hora’. Entonces mi cuerpo reaccionó al electroshock que los doctores le aplicaban a mi corazón para impedir que muera”.

Y aquí va una nueva reflexión: “No habría contado la historia si no me llevaban a una clínica privada. Urge que los hospitales tengan equipos para salvar la vida. Y si los hay, están dañados. Además, que exista la medicina”.

Retrocede más en el calendario y cuanta que antes del caso de la camaronera recibió dos balazos entre la costilla y la axila cuando iba de guardaespaldas de un abogado, que aplicando la ley mandó a la cárcel a una banda de delincuentes y estos mandaron sicarios a matarlo. Como esas, hay otras ocho historias de sus participaciones en balaceras. Pues también ha enfrentado a los delincuentes que pretendieron llevarse un cargamento de exportación que se estaba llevando al Puerto Marítimo.

Otra observación que hace es que los chalecos de seguridad no pueden ser para enfrentar a la delincuencia común, sino a las mafias. “Ellos usan balas que pueden traspasar el chaleco simple. Entonces para enfrentar a los delincuentes hay que armarse y protegerse como es debido”.

También señala que no se puede poner a un guardia a enfrentar a mafias si no ha recibido capacitación para ello.

Destaca que ama esta profesión y va a seguir en ella, aunque el pago al mes es de $ 500.

SU PERSONALIDAD

  • "Si no siento miedo, no puedo sentir valentía"

Luego de haber recibido tantos balazos se abre la pregunta si no tiene miedo de no poder contar la historia de la próxima vez que se enfrente con los delincuentes. Su respuesta fue enfática: "Si no siento miedo, no puedo sentir valentía. Y lo que pienso es que uno puede perder la vida de muchas formas hasta por una sencilla caída, así que voy a seguir defendiendo a las personas justas y honradas". 

Aguiño gusta de hacer cursos de especialización, por ejemplo realizó uno solo para aprender a usar el cuchillo garra de tigre, la arma que utilizó para rasgarse la camiseta empapada de sangre y hacerse el torniquete que le salvó la vida. En ese enfrentamiento en la camaronera, la balacera terminó cuando llegaron los agentes de la Armada Nacional y la Policía.  

Tras la pregunta de qué piensa al momento de estar en medio de una balacera, mencionó que su mente está preparada para reaccionar ante cualquier peligro, en sus estudios también ha aprendido a usar la fuerza de manera progresiva. "No se trata de abusar", dice mientras se acordona las botas para ir a cumplir con la guardia que le toca realizar.

Lo más sobresaliente en Aguiño es que sus heridas de balas no le ha formado un carácter explosivo, ni amargado, ni resentido con el sistema. Lejos de ello, no tiene una voz militar, de tal manera que sin el uniforme puesto nadie podría darse cuenta que es un guardia de seguridad privada entrenado hasta para enfrentar a la muerte, como ya lo ha hecho por 10 años.

Por seguridad no habla de su familia, pero tiene una que invoca a todos los santos a la hora que él se va al trabajo.