El olvido, el peor de los males de cuatro centros educativos
Los espacios han sido desmantelados. Gente de dudosa procedencia los han convertido en ‘habitaciones’. Educación no dice qué hará con esos predios
El abandono ha sido su peor verdugo. Son cuatro instituciones educativas de Guayaquil, en las que un día estudiaron miles de niños y jóvenes, pero que ahora padecen el peor de los males: el olvido. Están totalmente desmanteladas, llenas de basura, maleza, sin techos, paredes ni puertas.
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Leer másEsos locales escolares abandonados, como ha informado EXPRESO en otros reportajes, se han convertido en un problema que con el paso de los años empeora, ya que han sido ocupadas por personas en situación de calle y delincuentes que rompen los candados, llevan colchones y hacen de esos lugares sitios de consumo y de estadía, despertando preocupación en la comunidad.
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Este Diario consultó a las autoridades educativas de la Zona 8 cuándo intervendrán estos locales para que vuelvan a ser de utilidad para la población, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.
Ana Rodríguez, quien habita en la cooperativa Pájaro Azul, noroeste de la ciudad, donde está ubicado lo que un día fue el Instituto Superior Rita Lecumberri, da fe de los problemas que tiene esta infraestructura y de cómo a diario, alcohólicos y otras personas, trepan los muros y la invaden.
“Desde que fue abandonado, hace más de ocho años, los ‘chamberos’ sacaron varios implementos escolares para venderlos como material reciclado. Se llevaron todo el mobiliario, las baterías sanitarias y las instalaciones eléctricas”, relata indignada, porque asegura que las autoridades educativas conocen de la problemática, pero no hacen nada para solucionarla.
La infraestructura interna y externa de este local está llena de maleza y sus paredes están destruidas y a punto de desplomarse. “El local se ha convertido en guarida de indigentes, consumidores y delincuentes, quienes se han sustraído el techo de zinc de todas las aulas, se han llevado las paredes. Y, en medio de lo que eran los baños han acomodado sus pertenencias. Durante las noches ponen en peligro y atemorizan a la comunidad”, reitera.
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Leer másFlor Morán, otra residente de la zona, menciona que es imposible transitar con tranquilidad cerca de este plantel, no solo por los malos olores que emanan desde adentro; también por el temor de ser interceptado por alguna de esas personas que deambulan a su alrededor y que esperan el mínimo descuido para trepar las paredes para introducirse y perderse entre el monte.
No podemos vivir en paz cuando a pocos pasos de nuestras casas los hampones se camuflan en los predios escolares abandonados para acechar a sus víctimas.
“No es justo que un edificio tan grande se deteriore, en lugar de ser habilitado para que la comunidad pueda utilizarlo”, agrega, al tiempo de exhortar al Ministerio de Educación que intervenga este predio; mientras que al Municipio le pide que lo clausure y desaloje a los invasores.
En otro sector de la ciudad, en la 26 y la K, está la escuela Shyri Cacha, de donde se llevaron pupitres, techos, puertas y ventanas. Para ingresar hicieron huecos en las paredes.
Da pena ver cómo algunas escuelas están en escombros por el abandono de las autoridades educativas que no se preocupan de intervenirlas para darles uso.
“No hay aulas que sirvan, lo que hay son árboles caídos, basura y maleza donde se esconden los malandros”, señala Zoraida Mendoza, quien habita a pocas cuadras del local que, asegura, es ‘un mercado de droga’ de donde a diario sale humo que afecta la salud de los vecinos.
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Edubije Valdés, quien hace 20 años se educó en esa escuela, informa que junto a otros excompañeros han pensado iniciar trámites para que en el sitio se construya un centro de salud, una cancha deportiva u otro local que le dé vida a la infraestructura abandonada.
El panorama es similar en un edificio escolar ubicado en la ciudadela Sopeña, sur porteño, que lleva tres años abandonado y las personas en situación de calle lo han desmantelado.
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Leer más“Se llevaron puertas, rejas e incluso picaron las paredes para sustraerse tuberías y llaves de agua”, denuncia una residente de la zona que prefiere el anonimato.
En el lugar funcionaba un colegio técnico, pero ahora está lleno de basura, escombros y con grafitis en su fachada. Incluso, hay personas durmiendo y usando las instalaciones de forma inadecuada. “Hemos pedido a la Policía y al Municipio para que desaloje a los ‘visitantes’, pero solo se ha colocado una notificación por insalubridad”, cuestiona.
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Cerca del edificio se ubican un parque y una iglesia, pero nadie puede ir tranquilo a estos espacios debido a la inseguridad y a la falta de vigilancia.
En la misma zona sureña, está la Unidad Educativa Acacias, cuya infraestructura abandonada hace más de ocho años aún está cubierta con toldas de nailon para evitar la visibilidad de los trabajos que quedaron paralizados. A través de los huecos de estas cubiertas descoloridas, se observa la cantidad de maleza que cubre uno de los pabellones construidos.
Los ciudadanos piden a las autoridades que intervengan estos espacios, como lo han hecho con el colegio Ana Paredes, ubicado en el centro de la urbe.
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