“Al parque lo dejaron morir y no veo esas ganas de resucitarlo”
Césped marchito, paredes despintadas, juegos rotos y escasa iluminación rodean a la laguna artificial Coviem. El descuido y la falta de servicios trastocan la convivencia
El parque está tan marchito que quienes lo visitan sienten que están en un cementerio. “Todas las áreas verdes, salvo uno que otro árbol, están secas. Sequísimas. Caminar por aquí, trotar o traer a jugar a mis nietos, es como llevarlos al cementerio una semana después del Día de Muertos: ves flores, ves plantas, pero todas dobladas, grises, sin pétalos, sin vida”, advierte Ana Montalván, quien junto a su perro pasea por el parque Coviem, ubicado en la avenida Pío Jaramillo y Sixto Durán Borrero, en el sur.
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Leer másEn el espacio, donde el entonces alcalde Jaime Nebot inauguró una laguna artificial en abril de 2014, los niños intentan rodar por un césped inexistente que está repleto de basura. Hay desde cajas hasta botellas, fundas de todo tipo, trapos, colillas de cigarrillo. Ayer, personal municipal se encontraba recogiendo los desechos, pero resultaba imposible recogerlos todos, sobre todo porque algunos eran pequeños. Además, denuncia la comunidad, el personal va solo de vez en cuando.
“No sé por qué tanto descuido. Ni siquiera sé por qué vengo. En el pasado sí que fue bonito. Ahora no hay más que abandono. Ni siquiera las máquinas geriátricas las podemos usar. Hay horarios. Un bendito horario que no entiendo para qué lo fijan, si el adulto mayor necesita estar activo siempre. Nosotros no tenemos tiempo para hacer agenda. Vivimos el día a día”, se queja Leonor Padilla, de 70 años, quien cuestiona que el área donde yace la laguna y en la que también están las máquinas, recién esté operativa desde septiembre pasado y abra sus puertas solo de jueves a domingo, de 10:00 a 16:00.
Sobre esta situación, EXPRESO consultó al Cabildo, pero no hubo respuesta hasta el cierre de esta edición. ¿Por qué la zona permanece abierta apenas por cuatro días? ¿Por qué hay tanta vegetación marchita? ¿Cuándo piensan pintar las áreas comunes y la zona de eventos, ahora deslucidas? ¿Cuándo van a reponer las luminarias de al menos la mitad del parque, que es la zona afectada? ¿Cuándo van a soldar los juegos infantiles que imposibilitan entretenerse?, fueron apenas algunas de las preguntas enviadas.
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Leer másY es que a la ciudadanía le preocupa no tener dónde ejercitarse y poder caminar mirando siempre a todos lados con temor. Llega la noche y es como si bajaran el telón de una obra de teatro, describe la residente de Santa Mónica, Lorena López.
“La mitad del parque queda en tinieblas... Aunque hay guardias, también hay consumidores de droga y jóvenes que vienen a beber y eso te frena. Ellos son los causantes de la insalubridad. El parque está contaminado. Lo han dejado morir y no veo ganas de querer resucitarlo”, piensa la adulta mayor, que debido a que no puede usar a diario los equipos que le permiten mejorar su movilidad, entrena cerca de la puerta y siempre en compañía.
Las rejas impiden el uso diario de la piscina y las máquinas. ¿Por qué? Que alguien dé la cara y explique.
“Antes salía sola, no necesitaba que nadie vea por mí. Ir al parque era una forma de hacer vida barrial. No hay ya nada de eso. Y ojo, que lo que mató esa actividad no fue el coronovirus, que obligó a cerrar los parques de forma temporal. El espacio estuvo cerrado más de dos años y no sé por qué. En ese tiempo, nos hemos visto obligados a vernos la cara solo cuando estamos de suerte y coincidimos. Sumado a la inseguridad, el espacio se ha convertido en un adorno. Ya ni a la pileta las familias vienen”, señala.
Esta última declaración la confirmaron las residentes Noelia Garzón, Lídice Nolivos y Sonia Moreira. Las dos primeras, adolescentes, confirman que rara vez “tiene algo de gente” la piscina. En el caso de Garzón, ya no va porque a sus padres les da miedo que puedan ser víctimas de un robo. “No hay parque que no esté libre de asaltos, entonces prefieren que no vaya. Además, hay juegos rotos. Yo llevaba a mis hermanos a jugar, pero hasta el sube y baja está sin asiento. La puerta del baño, rota. Las cosas no están bien”, confiesa.
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Leer másSandra Ponce, quien por años fue una asidua visitante de este espacio, ahora se ha limitado a recorrerlo solo para pasear a su can. Que el lugar esté despintado y con paredes que se descascaran, la desanima. “Me entristece ver cómo está el lugar. Este sitio podría ser el punto de encuentro de todo el sur. Es grande. Lamentablemente, es un rincón que se apaga, como otros tantos”, coincidió la residente Sandra Torres.