Guayaquil: Los parques de Brisas del Río son dormitorios de mendigos
Drogadictos y vagabundos se apoderan de estos sitios. La inseguridad y el caos vehicular aquejan al sector. Los residentes piden más acción policial
Lo que hasta hace cinco años eran espacios de esparcimiento y distracción, hoy se han convertido en refugios de mendigos, drogadictos, pandilleros y vagabundos que llegan a diario a la ciudadela Brisas del Río, en el norte de Guayaquil, para dormir, consumir drogas y cometer robos en las viviendas aledañas.
A ellos se los observa a todas horas; pero en la oscuridad de la noche vuelven un calvario las vidas de aquellas familias que habitan en las manzanas L-1, F-1, y V-4, donde están ubicadas estas áreas descuidadas.
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Leer másLos residentes deben encerrarse en sus casas para no ser víctimas de aquellas personas que agarran todo lo que está a su paso, y para evitar percibir el humo y el mal olor que emanan las drogas que consumen.
Así lo narra Luis Carrión, quien habita desde hace 20 años en la ciudadela y varias veces se ha salvado de ser asaltado por estos sujetos que se esconden entre las montañas de hojas y ramas secas que han caído de los pocos árboles.
Los ‘visitantes’ llegan con colchones viejos y se ubican en los parques donde comen, tienden ropa y provocan escándalo que perturba la tranquilidad de las familias que lanzan llamados de alertas a la Policía para que realicen rondas, especialmente a partir de las 19:00, cuando inicia el padecimiento.
La delincuencia nos tiene acorralados. Los parques descuidados y los terrenos baldíos se han vuelto viviendas de los hampones. Este problema se acentúa cada día.
“Los uniformados sí acuden a nuestro llamado. Revisan los parques y evacúan a los pandilleros y vagabundos, pero estos regresan al lugar una vez que la policía termina su patrullaje”, menciona Luis Arias, quien hace dos semanas sufrió un robo al pie de su vivienda.
Los hampones roban casas, asaltan negocios y se sustraen las memorias de los vehículos. Los controles policiales no son suficientes, por eso queremos que las rondas aumenten.
Su vecina, Antonia Merchán, corrobora lo dicho por Arias. “Los pillos se burlan de los policías. Se esconden detrás de los árboles y salen de sus guaridas cuando ya no ven a ningún uniformado. Son astutos”, recalca, tras resaltar que hay un alto número de menores de edad, entre 16 y 17 años, que asalta a las personas hasta con armas de juguete.
A los parques también llegan extranjeros para convertirlos en dormitorios de paso.
Esta ciudadela abarca alrededor de siete manzanas, donde habitan 800 familias. En un recorrido realizado por Diario EXPRESO se observó que en muchas de las peatonales los moradores han optado por instalar puertas de seguridad para evitar el robo de carros o los estruches a sus casas. Asimismo, los locales comerciales y las tiendas están aseguradas.
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Leer másPero no solo los pandilleros cometen atracos. Mercedes Viteri, quien tiene una despensa en la manzana L-3, cuenta que desde hace tres años que tiene laborando en esta zona le han robado en dos ocasiones de diferentes formas y en varios horarios. “Han venido en taxi y hasta en moto para llevarse lo que más han podido”, anota.
El teniente coronel Manuel Medina, quien el lunes pasado estuvo a cargo de la Unidad de Vigilancia de Policía Comunitaria (UPC), asegura que en el sector se realizan operativos de controles permanentes. “Se trabaja en la recuperación de los espacios públicos; en el caso de los parques, se les pondrá más atención para devolverle la tranquilidad a los moradores”, prometió.
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Leer másA los problemas de inseguridad se suma el caos vehicular que se forma al ingresar a la ciudadela por la avenida José María Egas.
“Hay camiones parqueados que impiden el libre tránsito de los moradores con sus unidades. Las bocinas suenan incansablemente, los autos no se detienen y los trancones se intensifican”, relata indignada Carmen Tenorio, quien tiene un local comercial en el pasaje 7, que colinda con la mencionada avenida.
Nathalia Beltrán, quien tiene un restaurante en la avenida Cuarta, agrega que ella ha pedido ayuda a la Agencia de Tránsito y Movilidad (ATM) para que controle el ruido de las bocinas que perturba a los comensales; pero dice que las respuestas han sido nulas.
La acumulación de basura es otro problema que existe en esta ciudadela.
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Leer más“Los perros rompen las fundas y esparcen los desechos. El problema se complica en invierno, pues la lluvia lleva los desperdicios hasta las alcantarillas, las tapa y provoca que el agua se estanque”, denuncia otro residente, quien prefiere el anonimato.
A ellos también les preocupa los solares vacíos que se han convertido en basureros.