Foto de Sistema Grana (11168774)
Servicio. Jorge Sánchez Puré, en uno de sus habituales recorridos.Néstor Mendoza

En Playas, un automóvil se convirtió en recolector de desechos urbanos

Un grupo de ciudadanos mantienen el servicio y recorren el cantón

El automóvil de Jorge Sánchez Puré ha dejado de ser un vehículo para paseos familiares y pasó a convertirse en “un recolector de basura”. Todo con el fin de ayudar a mantener limpia la urbe.

Al vehículo se le ha acondicionado un carretón para recoger los desperdicios. Sobre su cubierta tiene dos megáfonos, por donde se escucha pregonar: “¡Que la basura no nos gane!”, “¡No te pido que recojas la basura, solo que no la botes!”, o “¡La basura que botamos no habla, pero sí dice mucho de usted!”.

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Se trata de mensajes de concienciación a la ciudadanía, que difunde en sus recorridos.

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El pasado martes, María Calderón, de 32 años, recibió la llamada de Jorge Sánchez, para decirle que había que salir a recoger la basura en la avenida Jaime Roldós, a una cuadra del malecón.

En ese lugar se acumulaban los desechos y también habían botado un perro muerto. La escena daba mala imagen al turismo y causaba molestia a los transeúntes. Eran las 10 de la mañana y el recolector del Municipio no había pasado por el lugar.

Cuando Calderón llegó al sitio, ya estaba Sánchez, barriendo y colocando la basura en el pequeño carretón enganchado a su automóvil, para después llevar los desechos al botadero de cielo abierto que tiene Playas.

Ese día, como otros, a esta labor de limpieza se unieron tres personas más: Óscar Miranda, Colón Alvarado y Ricardo Pacheco. Ellos son parte de un grupo de ocho personas que, de manera voluntaria y sin que les paguen, salen a recoger la basura en la playa, avenidas y barrios, cuando esta se acumula. “Es que el servicio que brinda la empresa pública encargada de recoger los desechos sólidos es deficiente”, denuncia Sánchez, quien al principio comenzó solo, pero después se le unieron otros ciudadanos.

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Sánchez, un microempresario que lidera el grupo, no solo se limita a recoger la basura, también coloca tachos de caña y madera (el metal se corroe) en sitios estratégicos, para que depositen los desechos, que después recoge en el carretón que jala su vehículo.

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Por esta acción su carro ya ha sufrido daños, por lo que a veces ha tenido que suspender el servicio entre tres y cuatro días, hasta reunir el dinero y repararlo. Los gastos de reparación van de 100 a 200 dólares, dice.

El grupo no tiene horarios fijos. Pueden salir en la mañana o la tarde, porque siempre hay basura que recoger, “porque hay personas que la botan después de que pasa el recolector de basura municipal”, agrega Sánchez, quien sostiene que él no tiene fecha ni calendario para esta labor, porque “basura que veo, basura que recojo”, y para eso está su automóvil con el carretón.

Los gastos de combustible, la compra de guantes y otros costos operativos salen de su propio peculio. A veces les ayudan sus amigos comerciantes y una empresa que les regala los sacos para los desperdicios. A cambio de eso, pone publicidad suya en los tachos, explica Sánchez.

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La ausencia en General Villamil de un adecuado manejo del reciclaje genera contaminación en las calles y playas, incluso en el mar, advierte Sánchez, quien a futuro espera recibir el apoyo de la empresa privada; no de dinero, sino de insumos, para recuperar áreas críticas donde se acumulan los desechos y convertirlas en puntos ecológicos.

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