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Dinamismo. En Sauces 8 hay al menos seis food truck que llenan de vida y color el sitio.Alex Lima

La reactivación rueda en el food truck

Estos negocios se multiplican y le dan vida a sus barrios. El Municipio prohíbe su funcionamiento. Anhelan el día que sí se les permita.

Guayaquil volvió a ser Guayaquil y en distintos rincones sus ciudadanos buscan alzar el vuelo, ya sea reabriendo sus negocios o apostándole a nuevos emprendimientos, en los que los sabores y aromas sean los protagonistas. Este es el caso de los camiones de comida o popularmente conocidos como food truck, negocios pintorescos que cada vez se multiplican en el Puerto Principal y que le dan vida a los sitios donde se aparcan; ya sea en la vía pública, zonas de estacionamiento, garajes o incluso en pequeñas plazas gastronómicas.

La variedad de platillos no solo se limita a la comida rápida como las hamburguesas o papas fritas, sino que también le dan espacio a innovaciones culinarias y hasta platos tradicionales como la fritada y llapingachos.

Los residentes aledaños de estos negocios coinciden en que, gracias a su llegada, el vecindario cambió de cara y favoreció a que el espacio no se torne peligroso, una queja de los jóvenes de la urbe, que, como lo cuenta EXPRESO en la página 12, se sienten limitados para el esparcimiento por los estragos de la delincuencia.

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Evelyn Cedeño es propietaria de uno de los seis food truck que se han instalado en un parqueadero de Sauces 8, al pie de la avenida Francisco de Orellana, al norte, hace dos años. Bautizó a su local como Chori Porteño y ofrece choripanes elaborados con similares características de los que hay en la zona costanera sur de Monte Grande (Argentina).

“Viví en esa zona y decidí traer esa idea. Cuando vine, este sitio era apagado, se estacionaban hasta buses, pero ahora ya arreglaron las luminarias y procuramos tener todo limpio”, comenta Cedeño, mientras enseña la cartilla del menú a unos jóvenes del sector.

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​Vida. Los food truck son aprobados por la comunidad.
JUAN FAUSTOS / expreso

Junto a su establecimiento, el aroma de carnes friéndose se confunde con el de choclos y tacos. Allí está Carlos Ruiz, que ‘baña’ de queso un choclo asado pedido por un taxista que cada tarde que abren, desde las 17:00, los visita.

Ruiz llega desde Los Rosales y hace una pausa para atender a Diario EXPRESO. Es el fundador de los food trucks en el estacionamiento, pues aterrizó aquí hace cinco años luego de tener el visto bueno del vecindario.

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La comunidad aprueba esta opción gastronómica ya que se ha convertido en un punto de encuentro y hasta parada obligatoria de quienes buscan degustar un platillo en su camino a otras ciudadelas o cantones vecinos.

Señala que el dinamismo también se da gracias a dos carretillas que hace un par de meses aterrizaron al lugar, y todos se han comprometido a ejecutar mingas para mantener el espacio limpio.

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Gastronomía. En La Garzota hay un food truck que ofrece fritada cuencana. JUAN FAUSTOS / expreso

La camaradería entre los propietarios es evidente. Se saludan, se intercambian platillos y cada vez incorporan más bombillas en sus locales. “Esto se ha convertido en una pequeña placita de comidas. Hay variedad de platos y la llaman la calle del hambre; vienen del sur, La Joya”, comenta entre risas Ruiz, quien retoma la atención.

En otro punto de la ciudad el aroma de fritada inunda un tramo de la avenida Democracia, en la ciudadela La Atarazana. Se origina del food truck rojo de Gina Palacios, que le costó más de 3.000 dólares, y que deleita, desde hace seis meses, el paladar de sus vecinos y desconocidos con el tradicional plato, pero lo hace con una receta heredada de su natal Cuenca.

Y lo explica: “Pongo a adobar la carne con un día de anticipación, tengo una paila de bronce y olla de barro. Así es como se concentra el sabor”, subraya la mujer que también ofrece papas con cuero, llapingachos y otros platillos preparados a base de cerdo.

Sin embargo, no todo es alegría en estos emprendimientos, que también se replican en ciudadelas como Bellavista, la Alborada o en la avenida León Febres-Cordero, en Daule; pues el Municipio de Guayaquil no autoriza su funcionamiento.

De acuerdo con el coronel Wilson Noboa, coordinador de Control de Tránsito de la ATM, la sanción para los propietarios es de 400 dólares si es que se encuentran en la vía pública. Y esto va tanto para ellos como para el que vende naranjas o pasteles en una camioneta.

“Si está en la vía pública se cita bajo esta contravención por violar la ordenanza. Solo bajo ese concepto, pero si están dentro de un parqueadero, terreno, tránsito no puede entrar; ahí entra Justicia y Vigilancia”, señaló.

Y es por este escenario agridulce que los propietarios anhelan el día que el Municipio disponga las garantías para que este tipo de establecimientos operen con normalidad.

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“Es una innovación que le gusta a los ciudadanos, llama la atención en la ciudad y sería ideal que el Municipio lo potencie, que resuelva una ordenanza y así surjan este y otros negocios que se frenan de hacerlo y no ven lo positivo que es”, remarca Palacios.

Blanchy Brunes y su esposo también son dueños de un camión de comidas y concuerdan con ella. Ellos dan sus argumentos: “Son fuentes de empleo de muchas familias y creemos que este tipo de negocio se lo puede explotar mucho más”, aseveran.