La reactivación no sube al Santa Ana
La pandemia y las medidas de bioseguridad dispuestas por las autoridades del cantón recrudecen la opacidad que ya afectaba a este emblemático cerro.
El ambiente ha muerto. En el tradicional e inquieto barrio Las Peñas y el cerro Santa Ana, las farras han desaparecido, tanto o más que los mismos turistas y caminantes que llegaban también al sitio para subir los 444 escalones que los conducía al gran faro, desde donde se puede observar la grandeza de Guayaquil.
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Leer másHoy todo es distinto. A pocos días de cumplirse un año desde que llegó el coronavirus al país (y con él las restricciones), en este lugar, donde nació Guayaquil, solo hay silencio y caminos vacíos, con apenas unos cuantos vecinos que desde sus portales advierten a las visitas por dónde seguir.
“No suba más, si lo hace regresará sin su equipo. Ya todo está oscuro, ahora lamentablemente nos guardamos temprano”, le dice una habitante a EXPRESO, durante el recorrido que hizo el pasado miércoles. Apenas son las 20:00.
La llegada de la COVID-19 y el que en la ciudad se prohiba el funcionamiento de bares y discotecas para evitar contagios ha calado hondo en la vida del cerro, que ya tenía meses atrás, incluso antes de la pandemia, reclamos por el olvido de la autoridad, que no se ha hecho presente con ningún plan integral para volver a darle vida al sitio tras la regeneración.
Consultado a propósito de este tema, para un especial que trataba el retroceso del cerro, el Municipio no dio mayores detalles de si tiene pensado algo para mejorar la vida turística del cerro, pero se supo especificar que se harán estudios para proponer la colocación de un ascensor turístico. De eso no se ha socializado nada aún.
No hay guardias en el cerro Santa Ana
Leer másLas secuelas más graves y recientes pasaron factura el último feriado de carnaval. La resolución del COE Cantonal, de permitir solo hasta las 18:00 la venta de bebidas alcohólicas durante el asueto, deprimió aún más el lugar. Así como la economía de los 26 locales que funcionan allí, de los cuales solo cinco tienen permiso de funcionamiento del Municipio y otros están en proceso de obtenerlo tras muchos años.
Tatiana Vélez administra el local Casa Grande, un bar ubicado en un pasillo del escalón 37, al inicio del cerro. Cuando supo aquello de que el COE no los dejaría atender, se indignó. “Analizamos con otros dueños. Guayaquil queda vacía los feriados. Y ni siquiera al poco turista que llegó nos dejaron atenderlo. Es injusto”, comenta.
Las playas se abarrotaron de multitudes sin ninguna prevención. El cerro afirma aplicar medidas de bioseguridad y respetar el aforo. Extraña la vida nocturna. La factura alcanza, además, a los usuarios.
El Santa Ana, la joya que opaco el tiempo
Leer másCarolina Acevedo, de 35 años, vive en el Malecón desde hace un poco más de dos décadas, y recuerda haberse instalado por “religión” en el Santa Ana cada fin de semana, desde que era adolescente. “Estoy segura de haber farreado en cada uno de los bares, absolutamente en todos”, cuenta; mientras decide, junto a su hermana, Nicole, a qué sitio ingresar.
Diva Nicotina, La Taberna, Fountain, el Bar Karaoke Pan de Oro, así como La Casa Grande, son algunas de las opciones que encuentra esa noche. En todos los sitios, convertidos ahora en restobares (el requisito para funcionar en medio de la pandemia), hay apenas unos contados clientes. Ese escena a Acevedo le genera nostalgia.
En febrero de 2020, recuerda, estuvo sentada a orillas de la pileta, a escasos pasos de Fountain, con 12 amigos que se confundían con la cantidad de turistas que subían y bajaban de las escalinatas y hacían fila para ingresar a los cerca de 55 bares que, a decir de Nicolás Vasco, vicepresidente de los Centros Nocturnos del Guayas, habían en ese entonces en el lugar.
Mas locales agravan la falta de parqueos en Puerto Santa Ana
Leer másEs la noche del pasado miércoles. Esa imagen se ha esfumado. En los pocos sitios abiertos, sí, hay música; también un menú diverso para picar; dueños y meseros listos para atender, pero ese ambiente de fiesta, ya no se siente.
Oswaldo Alarcón, quien recorre también el espacio en busca de una “añorada noche bohemia”, dice extrañar los conciertos de rock de Diva Nicotina, “la buena onda afuera de los bares”, la euforia de amanecer mirando el río o La Perla, y hasta la comida al paso al pie de las escalinatas.
“Somos de las pocas ciudades del país donde los centros nocturnos están prohibidos. Montañita, Salinas, Ambato tienen todo abierto y que yo sepa, la pandemia es la misma. Con estas medidas, la identidad del guayaquileño se está perdiendo...”, advirtió.
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Leer más“Si seguimos así, no seremos más esa gente alegre y acolitadora. ¿Acaso quieren eso las autoridades? No tenemos ya donde entretenernos”, lamentó; mientras veía como su tan “amado bar”, Diva Nicotina, permanecía desolado.
No en todos los lugares turísticos de Guayaquil están solitarios. Guayarte y Puerto Santa Ana, proyectos municipales más recientes, tienen un escenario en el que la reactivación sí ha dado frutos.
Antes de llegar a Puerto Santa Ana, sin embargo, uno debe avanzar por la desolación que golpea la calle empedrada Numa Pompilio Llona, donde se levantan coloridas casas históricas y galerías llenas de arte, hoy cerradas. No hay bulla, no suenan los tacones sobre las piedras, no hay visitantes riéndose, ni luces de colores, ni puertas de bares abiertos.... No hay nada.
Pero cuando se pasa la Casa Pilsener y se acerca al Puerto Santa Ana, los locales están abiertos todos, llenos de vida, de música y, lo más importante, de clientes. Es la otra cara de la pandemia, la cara bonita, la que aún brilla y que hoy pinta recuperada en su camino a la reactivación. Para el cerro, es la muestra de lo injusto.
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Leer másVasco, también presidente de los Centros Nocturnos de la Zona Rosa, reconoce también ese sector que representa ha sentido el golpe. Solo 10 de los 33 bares que antes de la pandemía existían hoy se mantienen a flote. Aunque a medias.
Solo esta semana, cuatro más han dicho que van a cerrar. Es que así no podemos mantenernos. Y claro, todo se está perdiendo y no es justo. Y no lo es porque tenemos un protocolo a seguir para evitar el contagio, pero nadie lo toma en cuenta. Simplemente dicen: los bares y discotecas no funcionan, y mientras tanto todo muere
Aún así, en 20 días, Vasco prevé reunirse con la alcaldesa, junto al resto de directivos del gremio, para llegar a un acuerdo.