
¿Ser rechazado en la U?, un mito colegial
Los universitarios guayaquileños relatan a EXPRESO los miedos que tuvieron previo a ir al campus. Los temores fueron infundados por los adultos, incluso por maestros
Al momento que los bachilleres ponen un pie fuera del colegio y dan el salto a la universidad, muchos van con una idea errónea de cómo será su vida entonces. “Cuando entres a la universidad los docentes no soportarán tu comportamiento, así que cambia’, es la frase que advierten los universitarios, se la repitieron los adultos hasta el cansancio, pensando que su cotidianidad estaría llena de trabas, cuando la realidad que han experimentado es otra.
“Los profesores en bachillerato te pintan la universidad como un lugar mucho más estricto que el colegio, pero cuando entras lo que experimentas es distinto. Te ríes y charlas con los maestros de una forma más tranquila, hay libertad para hablar, para ser confidente, pierdes incluso el miedo y te dan la seguridad de creer en ti, en tantas cosas”, comenta Nadia García, de 22 años y estudiante de arquitectura.
Nadia estudia en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) y asegura que la vida universitaria es más tranquila de lo que le habían hecho creer en el colegio. “Te meten miedo, te hacen creer que si eres distraído, un vago o tienes malas notas, de que si te vistes de determinada forma, nunca podrás salir de ahí; pero en la universidad no existe ese tipo de discriminación académica… Seas el alumno vago o aplicado, los profesores siempre te toman en cuenta y te apoyan para lo que sea, académica o profesionalmente, para que salgas adelante”, advierte.
Como Nadia, Marina Rosado, de 20 años, considera que el miedo que suelen transmitirles en el colegio resulta más que exagerado. “Este recién es mi tercer año en la Universidad Católica, dos años vi clases en línea… Los profesores te daban la oportunidad de hablar y todo, pero siempre he sido introvertida y me daba recelo hablar, tampoco había muchas oportunidades de hacerlo… Eso hasta que volví a presenciales”, comenta Rosado, quien confiesa que en las aulas ha sido más que sencillo acercarse y apoyarse de los docentes.

“Siempre creí que no podría hacerlo, que estaría retraída y que prácticamente me tocaría hacer mis trabajos sola. Pero ha sido distinto, soy yo, me aceptan como tal y eso me hace sentir segura”, piensa.
Sin embargo, no todo son miedos inculcados, mientras uno es bachiller, cuentan, hay promesas que en ese momento les venden y que luego no se cumplen. O no del todo.
Diego Lozano, de 21 años, habla sobre cómo en el colegio le prometieron que con el hecho de participar del Bachillerato Internacional (BI) sería una mina de oportunidades. “Te venden esto como la última maravilla, pero en Ecuador no sirve para mucho más que homologar materias del preuniversitario, o algún descuento en materias”, comenta. Él certificó la materia de inglés del BI, pero la única facilidad que tuvo al entrar a la universidad fue homologar una materia de su carrera, sin embargo igual se veía obligado a rendir un examen.
“Estudio en la Estatal, pero en otras universidades que busqué información de carrera, me decían que aquí solo me servía para homologar materias del pre… No quiero decir que es inútil hacer el BI, te sirve, pero en Ecuador no tiene mayor utilidad, sí fuera del país, pero no todos tenemos las mismas facilidades para ir al extranjero. Así que lo que te dicen en el ‘cole’, como fue conmigo, no se cumple en su totalidad”, añadió.
Las notas sí importan, lo sé; pero ser vivo y social con la gente necesaria te abre más puertas. En la universidad me siento seguro.
Muchas cosas cambian, pero no por completo como te hacen creer en el colegio. Hay responsabilidades sí, pero creen mucho en ti.
Además del ámbito académico, Ámbar García, de 22 años, resalta que una de las diferencias que pudo presenciar al convertirse en universitaria fue la libertad de prendas, accesorios y distintos tipos de moda que podía usar. “En el colegio no puedes pintarte las uñas, debes llevar falda debajo de las rodillas y usar un solo estilo de peinado…, pero cuando llegué a la Universidad Laica Vicente Rocafuerte las libertades que da el campus permiten expresarte mejor, tener tu propia identidad y la ropa es clave para poder expresarla, incluso los accesorios te permiten mostrarla, pero solo por llevar una pulsera en el colegio te retaban. Acá es otra cosa, pero tantas veces nos decían que al ir a la U nos chocaríamos contra una pared, y no fue el caso. Me gusta la universidad”, comenta Ámbar.
Agrega que no solo era la limitación para la indumentaria de los alumnos en general, sino las limitaciones que existían para las niñas para usar incluso falda. “Honestamente, me hubiese gustado poder alternar entre pantalones y falda en el uniforme, hay momentos en que es muy incómoda, debes tener cuidado de cruzar bien las piernas, en días lluviosos te mojas fácilmente las piernas, no puedes hacer deporte al igual que los chicos en recreo… Hay muchas razones por las que es incómoda, pero nunca se cambia el uso de la falda y eso ahora debería ser tomado en cuenta. No sé por qué tantas limitaciones, si eso no influye, creo yo, en que seas o no una buena persona. En el colegio te marcan distancia, en su mayoría. Sería bueno que en la relación maestro-alumno se trabaje más en la complicidad, en la confianza”, sugirió.
Para los jóvenes, algo importante que hay que destacar es que los maestros, en casi todos los campus, no tienen problema con que los alumnos los llamen por el nombre. “Te invitan a que haya esa cercanía. Puedes decirle miss, mister, José, Eduardo, siempre con respeto; pero con la libertad de saber, de entender que no estás haciendo nada malo”, agregó Nicole Dávila, de la UEES.