Redescubriendo a la ciudad desde la cima de El Paraíso
En el bosque seco tropical que cobija al barrio se hace senderismo con frecuencia. Buscan al sitio para conectarse con la fauna y flora guayaquileña
No percibir el ruido citadino, caminar por un sendero dentro de un bosque seco tropical, ver diferentes tipos de árboles y de aves, no es solo un privilegio de las ciudades de nuestra Sierra ecuatoriana, también se lo puede hacer dentro de Guayaquil.
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Leer másUna gorra, un repelente de mosquitos, un protector solar, un termo con agua, zapatos y ropa deportiva es lo que se necesita para ingresar al Bosque Protector Cerro Paraíso. A este sitio se ingresa por la ciudadela El Paraíso, ubicada en la avenida Carlos Julio Arosemena, en el norte de la ciudad.
La aventura empezó subiendo una pequeña loma de la ciudadela; al término de esta hay que desviarse a la derecha. Unos 300 metros más adelante, hay que subir unas escalinatas antiguas de piedras, desde allí nos adentramos al cerro.
Uno de los primeros árboles que el guía turístico Jaime Arellano divisó, al entrar al bosque, fue el guásimu. A las siete personas que lo acompañaban en el ascenso les explicó que este árbol se caracterizaba por su tronco rugoso y su fruto negro, como el de una baya. Les dijo que, si alguien tenía inflamado los ojos debía hacer una infusión de las semillas y colocarlas en la piel; el agua, en cambio, ayudaba a curar la tos. Arellano realiza esta actividad hace cinco años.
Los aventureros se dieron cita el pasado domingo, a las 07:30, en los exteriores de la Unidad de Policía Comunitaria de la ciudadela. Todos querían despejar la mente, desestresarse, alejarse de la ciudad y adentrarse en otro ambiente. Todos caminaron ordenadamente e iban en fila. El verde y el café eran los colores que reinaban y la única melodía que se escuchaba era el trinar de las aves. Cuando se divisaba una, todos paraban y con la ayuda de los binoculares apreciaban sus colores.
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Leer másEn el cerro está permitido hacer actividades físicas, avistamiento de aves, senderismo y pícnic, según indicaciones de un letrero que da la bienvenida a los turistas. Para adentrarse al bosque hay que cruzar una cancha de cemento; en ese punto, solo con levantar la cabeza se puede observar en el cielo cómo las aves vuelan sobre las copas de los árboles; también se puede distinguir un ceibo entre la arboleda, sus ramas parecen que tocan la luna que, hasta las 08:15, aún se la divisaba en el cielo.
Muchas veces decimos que en Guayaquil no hay nada que hacer; sin embargo, hay un montón de cosas para hacer, entre ellas conocer nuestra naturaleza e historia
Diecisiete minutos después, ya adentrados en el bosque, un cacique lomiamarillo se para sobre una rama. A través de los binoculares se podía apreciar mucho más su plumaje. El color amarillo pálido y negro lo diferenciaba de entre todo lo verde que lo rodeaba.
A Isis Macías, de 15 años, le fascinó ver la gran variedad de hongos, como los líquenes, setas, necrotrofos, entre otros que pudo contemplar en los árboles, en las rocas, en el suelo y en la madera muerta. Ella fue con su mamá Sonia Carpio, de 36 años, quien se enteró de esta salida a través de la cuenta de Instagram @jaime.birding e invitó también a su novio Víctor Díaz, de 30 años.
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Leer másA Carpio le encantó poder hacer este tipo de actividad, ya que “no es muy común en Guayaquil” y cuando vio la salida se apuntó enseguida porque necesitaba “desintoxicarme del día a día y de la contaminación de la ciudad”. Lo que la entristecía es que había basura en los alrededores.
A las 08:37, en un primer mirador del cerro, los visitantes podían ver la ciudad y su río, también al ceibo, que al inicio del trayecto se lo había divisado a lo lejos. En ese punto se podía contemplar sus flores moradas que estaban en las puntas de sus ramas. Este es el único árbol con tronco verde en todo el bosque; su coloración se debe a que esta almacena agua para la época seca, explicó Arellano.
Es la primera vez que vengo al cerro y me ha gustado salir a distraerme y a caminar por el bosque porque es como que la naturaleza te aleja un poco de los problemas
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Leer másDe pronto, un vaquero brilloso, un pájaro, se posa en el ceibo. El nombre de esta ave se debe a que cuando le da el sol toma una tonalidad verdeazulada, dice el guía.
Ya en la cima, a las 09:07, todos abrieron sus botellas de agua, felices de haber llegado a un hito de color celeste y verde fosforescente. Aunque aún se podía adentrar más, Arellano dijo que no era recomendable; nadie desobedeció.
A la bióloga Martha Cujilama, de 59 años, le encantó la travesía, había disfrutado de la caminata. Ella era la persona más mayor del grupo y había llegado muy bien; “lo volvería a hacer”, afirmó, mientras se secaba el sudor.
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Leer másAunque a este bosque se puede ingresar sin guía, Arellano recomienda que es mejor no hacerlo así, ya que “al final pueden subir el cerro, pero nadie te podrá contar datos sobre los árboles, el ecosistema, las especies que aquí habitan; de esta forma la experiencia será mejor”.
A pesar de que no hay señalización, el sendero está marcado a través de manchas de pinturas de color verde oscuro, verde fosforescente, turquesa y rosado en los troncos de los árboles.
El descenso también es interesante; la naturaleza te invita a seguir observándola. Los matapalos, unos árboles grandes, con ramas delgadas y colgantes, que reciben a los turistas, a la subida de los primeros escalones del Cerro Paraíso, son los que de una u otra forma los despide también.