
Restaurar imágenes, un oficio sagrado que desafía el olvido en Guayaquil
Aunque la demanda ha bajado, artesanos porteños insisten en mantener viva la tradición de reponer figuras religiosas
Sobre una pequeña mesa, Gustavo Vera retocaba con cuidado una figura mediana de Cristo crucificado. Sostenía un pincel con firmeza mientras repasaba con pintura de color blanco los detalles de la imagen religiosa. Era mediodía del lunes y el calor sofocaba en la esquina de las calles General Gómez y Los Ríos, en el sur de Guayaquil.
“Esto es de Dios. Las cosas de Dios se respetan”, repetía Vera con devoción mientras continuaba su trabajo. Sin embargo, en el lugar ya no se veía el movimiento de antes: un par de figuras religiosas esperaban ser restauradas y solo él ocupaba ya esa acera porteña.
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Desde la muerte de la escultora María Andrade, hace dos años, la dinámica en el taller ha cambiado, contó su nieta Evelyn Escudero. Andrade trabajó en ese mismo lugar del sur guayaquileño por más de medio siglo, y su ausencia aún se siente.
Aunque algunos clientes fieles continúan llamando y visitando el taller esquinero, los ingresos ya no son los mismos. La actividad ha disminuido, por lo que el local permanece cerrado. Sin embargo, Escudero señaló que existen planes para reactivarlo y darle una nueva imagen, pero a finales de año.
“Por ahora hemos pensado que esté activo solo los meses antes de las festividades: octubre, noviembre, diciembre, que la gente viene con sus nacimientos o figuras del Divino Niño. Pero ya enero, febrero, no, porque son meses en que económicamente se está bajo en estos trabajos”, dijo la escultora.
Escudero destacó la necesidad de no dejar perder este tradicional oficio. Mientras hablaba, mostraba una figura de Baltazar, el rey mago, que había sido reparada.
Años atrás, en esta época caminar por la acera del taller esquinero era complicado, debido a la cantidad de figuras por reparar apostadas en el sitio. Hoy, en un balde, quedan restos de esculturas sin reparar y otros objetos de porcelana.
¿Se están perdiendo tradiciones católicas en Guayaquil?
Los alrededores del mercado Cuatro Manzanas también es una zona en la que, tradicionalmente, se ubican artesanos dedicados a este oficio. Pero en un recorrido por las calles Sucre, 6 de Marzo, Lorenzo de Garaycoa, Huancavilca, Pedro Franco Dávila, Pío Montúfar, a esa hora solo estaban laborando los hermanos Juan y José Medina.
Ambos artesanos estaban apostados sobre la esquina de las calles 6 de Marzo y Manabí. En ese sector han trabajado durante más de dos décadas. Juan finalizaba de remendar la figura de una Virgen María y revisaba algunas fotografías en su celular. José recién había salido del mercado.
“Yo creo que la gente está perdiendo un poco la fe o de pronto la tradición de tener imágenes”, fue la primera reacción de José al ser consultado sobre la actualidad del oficio.

Y es que, en la víspera de la Semana Mayor, apenas habían realizado una reparación. Recordó épocas pasadas, en las que la demanda era alta. “Hace diez años vendíamos bastante. Y en Semana Santa muchísimo más, era aquí a full”, rememoró el artesano.
La situación es complicada actualmente, reconoció José. Dijo que el flujo de clientes ha descendido en un 50 % en los últimos dos años. Y explicó una de las razones para aquello.
“Quienes más tienen estas figuras son personas mayores, que pasan los 50 años. Las nuevas generaciones ya no le prestan mucha atención a esta imágenes”, reflexionó. José contó que sacerdotes, monjas y voluntarios de iglesias los siguen buscando para las reparaciones de figuras.
Artesanos de Guayaquil mantienen vivo el oficio
A pesar del descenso en la demanda y la falta de relevo generacional, los hermanos Medina no pierden la esperanza de que el oficio pueda mantenerse vivo. Confían en que, con el paso del tiempo, nuevas generaciones descubran el valor espiritual y artesanal de estas figuras religiosas, y que la tradición vuelva a tener fuerza en los hogares guayaquileños.
“Esto no es solo un trabajo, es una forma de mantener viva la fe y la cultura”, reflexionó Juan mientras limpiaba restos de yeso en su mesa de trabajo y esperaba, con esperanza, la llegada de clientes.
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Para él y su hermano, cada restauración es también una forma de resistencia frente al olvido, una manera de seguir creyendo -aunque sea con las manos llenas de polvo y pinceles desgastados- que las tradiciones aún tienen un lugar en la ciudad.
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