Lucía Sánchez
Concertista. Lucía Sánchez, de 101 años, tocaba violín en la Orquesta Sinfónica de Guayaquil.Miguel Canales Leon

El Guayaquil romántico, pacífico y con olor frutal que no se olvida

Adultos mayores hablan de la ciudad de su juventud. Son ciudadanos que se han destacado por su servicio a la comunidad

Guayaquil olía a mango, almendra y guayaba. Eran los días en que el tocadiscos estaba de moda y en las fiestas era común bailar un pasillo o un bolero. Era la época en que la ciudad romántica se podía reflejar en su río Guayas. La descripción del Guayaquil de ayer son de tres mentes brillantes que se han destacado como profesionales. Ellos se refieren a los días del siglo pasado a los días de su juventud.

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Lucía Sánchez tiene 101 años, violinista y una de las primeras integrantes de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, destaca la cualidad que hasta la fecha tiene la ciudad de ser hospitalaria y abrazar como hijos legítimos a quienes se atreven a salir de sus pueblos para venir al Puerto Principal.

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Tenía 24 años de edad cuando llegué a Guayaquil y fui acogida cariñosamente, ingresé al conservatorio y después a la Orquesta Sinfónica de Guayaquil”, dijo Sánchez.

Recordó que su viaje lo hizo a lomo de mula desde Carchi y que en asuntos de transporte la ciudad mejora por un tiempo y luego no hace los debidos mantenimientos y por eso se vuelve a ver un déficit para atender la demanda de movilidad.

Después de haber participado en cientos de conciertos, aspira un despertar en lo cultural de la ciudad. “Las autoridades deben promover que los niños y los adolescentes se interesen por la buena música”, destacó Sánchez.

HECTOR VILLGRAN
Catedrático. Héctor Villagrán Lara, de 92 años, fue profesor en colegios y universidades.FRANCISCO FLORES

Sin civismo no hay libertad

El doctor Héctor Villagrán Lara, presidente del Consejo Patriótico de Guayaquil, tiene 92 años, fue profesor de la materia de Cívica en el Colegio Nacional Guayaquil, ahora Instituto Superior Tecnológico Guayaquil. También impartió cátedra en las universidades de Guayaquil, Vicente Rocafuerte y Católica de Guayaquil.

El doctor Héctor Villagrán me enseñó respetar la patria, su soberanía, sus símbolos, su cultura y su entorno megadiverso. Eso le enseño ahora a mis alumnos.

Verónica Salazar

Maestra

Él destaca la importancia de que el guayaquileño no pierda el civismo, porque sin esto no hay una verdadera libertad. “Por eso es importante enseñar cívica en las unidades educativas, porque tener civismo implica tener un comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública cumpliendo con los deberes y defendiendo los derechos escritos en la Constitución”, indicó a Diario EXPRESO Villagrán.

Su ideal de hacer patria desde cualquier rincón en que esté la persona fue una lección aprendida por sus alumnos. Una de ellas que ha hecho noticia es Verónica Salazar, actualmente maestra, quien a través de canciones ahora enseña a sus alumnos el respeto por todos los ciudadanos y a ser solidarios con las personas con discapacidad. “El civismo, eso lo aprendí de mi inolvidable maestro HÉCTOR VILLAGRÁN LARA, permíteme escribirlo y decirlo con mayúsculas para destacar lo grandiosas que eran sus cátedras para mí. Guayaquil necesita muchos profesores como él, para que la ciudad vuelva a ser un oasis de paz y progreso”, resaltó Salazar.

Maritza Ortega
Soprano. Maritza Ortega, de 83 años, maestra de música.Miguel Canales Leon

Los olores de la ciudad

Maritza Ortega, de 83 años, maestra concertista y soprano, habló de los aromas que tenía Guayaquil en las décadas de los 50 y 60. “La ciudad tenía árboles de mango, almendras y guayaba y esos olores frutales eran su característica. Aunque se caminaba por la calle Panamá el olor era de cacao”, dijo Ortega, quien por trayectoria en la música ha recibido muchos reconocimientos, entre ellos uno dado por el ministerio de Cultura. Ella fue profesora por 38 años de música, además de participar en muchos conciertos con su privilegiada voz.

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Lo que más anhela del Guayaquil de ayer es cuando se iba al cine Encanto o al Olmedo disfrutando de caminar sin el miedo de ser atacada por un delincuente. “Era hermoso regresar a casa caminando, en la noche estrellada, después de haber disfrutado una buena película. Vivía en Vernaza y Carchi, había que caminar muchas cuadras; pero se lo hacía con toda la tranquilidad”, dijo, tras pedir que regrese esa paz, esa seguridad que antes tenía Guayaquil.

También se refirió a esos días en que los niños jugaban a las rondas, al sacado y al pepo. E incluso el sueño de muchos jóvenes de esa época era ir a cantar a las radios, como radio América, al programa Los domingos del tío Pepe.

Ortega destacó que para tener una mejor Guayaquil hay que sembrar cultura, arte, deporte y un amor por la lectura y poner nuevamente de moda los valores morales y éticos, la educación es la mejor belleza de un ciudadano.

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