Las calles de Guayaquil como testigo de una histórica peregrinación
Los feligreses de 105 iglesias recorrieron juntos, por primera vez, las calles en honor a la Virgen. Todos oraron por Guayaquil.
Muchos compararon la procesión de este 27 de mayo con la del Cristo del Consuelo. No solo por la marea de feligreses que se concentraron en un solo lugar para orar, sino por la devoción que reflejó la caminata. Esta vez la romería fue dedicada a la Virgen María. Y fue histórica porque por primera vez en Guayaquil los miembros de 105 parroquias con 47 advocaciones marianas se unieron para peregrinar juntos.
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Leer másLa calle Machala, que fue la arteria por donde se movilizaron, fue testigo de la fe de los guayaquileños y ciudadanos que incluso llegaron de cantones aledaños, como Durán y Samborondón, a agradecer, pero también a pedir por el rescate de Guayaquil, que fue una de las razones que motivó a la marcha.
“Lo que están viendo aquí, a toda esta multitud, es una muestra de que quieren lo mejor para esta ciudad. Esta es una peregrinación inédita, que sí, que se hace por primera vez; y es importante saber que fue la ciudadanía que tuvo la iniciativa de hacerla. Fue ella que quiso dedicar todo este día para pedir por la paz y la fraternidad. Este es un día especial”, señaló monseñor Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil; quien caminó en compañía de los fieles, que de vez en vez se le acercaron a pedir la bendición.
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Leer másNathalia Cruz, de 64 años, fue una de ellas. Acompañada de su nieto se desplazó a paso lento con ayuda de un bastón en una mano y un rosario en el otro. “No importa el cansancio, quise estar aquí porque amo a la Virgen y este es su mes. Voy despacio para no caerme, pero voy feliz. Voy cantando, sintiendo cada palabra”, aseguró a medida que avanzó por las 22 cuadras que recorrió la peregrinación.
En el sitio, donde resonaron los tambores y flamearon las banderas del Puerto Principal y de Ecuador, además de decenas de pancartas con el rostro de la Virgen y de Jesús, y mensajes que clamaban por la llegada de la paz; decenas de familias se asomaron en los balcones de los edificios levantados a orillas de la avenida. “Que viva la Virgen, que viva Guayaquil. Que se acabe la violencia, que seamos esa ciudad alegre de antes. Que no quede en el pasado lo hermosa que era esta ciudad. María, intercede por nosotros, por favor”, gritó desde un tercer piso, a través de un megáfono, Noemí Morantes, que se unió espiritualmente a la celebración denominada ‘María camina con su pueblo’.
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Leer másEn intersecciones como la Clemente Ballén, donde los vehículos livianos y pesados cruzaron solo cuando los agentes permitieron el paso, los usuarios de las unidades asomaron sus cabezas por las ventanas y se persignaron. Daniela Mite, miembro del movimiento Juan XXIII, aprovechó una de las pausas para subirse al colectivo y entregar rosarios y pequeñísimos cuadernos que tenían plasmadas una serie de oraciones.
La multitud que hoy está aquí demuestra que el pueblo sigue teniendo como su norte a la Virgen y que anhela el bien de la ciudad.
Kátherine Aldás, quien se dirigía a su hogar, en el sur, al recibirlos decidió bajarse del autobús. “Lo hago porque esta devoción es contagiosa. Veo niños caminando, hombres y mujeres en sillas de ruedas. Quiero unirme hoy a ellos...”, dijo a este Diario, mientras rompía la fila de caminantes que se dirigía a la tarima que se alzó al pie del Colegio Nacional Guayaquil donde hubo una misa.
En la ruta la Arquidiócesis levantó ocho confesionarios que permanecieron llenos de visitantes. Al aire libre, pero de espaldas, uno a uno se confesó con los sacerdotes que se situaron en los espacios por las casi cuatro horas que duró el acto.
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Leer másGabriel Flores, miembro de la parroquia Santa María, al término de la peregrinación dijo estar conmovido. “En más de una ocasión sentí ganas de llorar. Quizás fue por el rostro de María que me rodeaba de forma múltiple o fueron las voces que al unísono le cantaban. Quizás fueron esas ganas colectivas que tenemos para recuperar al país. Nadie quiere ya más tragedias. No queremos bombas, tampoco muertos. No queremos lutos causados por los asesinatos. No queremos más encierro, ni miedo estar en el parque, la universidad o las mismas iglesias, también afectadas por la delincuencia. Queremos vivir. Ese es el pedido de todos aquí, desde el asfalto del centro de la ciudad”, sentenció.
Me llevo la felicidad de ver que los buenos somos más y que estamos reunidos para pedir por el rescate de Guayaquil y el país.