"La seguridad siempre será la deuda pendiente en la ciudad"
La institución muestra con cifras mayores resultados contra la inseguridad en Guayaquil con relación al 2018. Hay barrios que no perciben el avance.
Del 1 de enero hasta el 15 de diciembre de 2019, la Policía Nacional, en Guayaquil, ha realizado 551.842 operativos para reducir los índices de delincuencia en la ciudad. Esa cantidad representa un incremento del 12 % de esa labor, en comparación con los operativos efectuados en el 2018. Aún así, para los habitantes del Puerto Principal la inseguridad se mantiene e incluso se ha intensificado y se torna cada vez más violenta.
Los resultados de los operativos, anunciados este mes por la ministra de Gobierno, María Paula Romo, incluyeron la detención de 7.600 personas por delitos, lo que representa, aseguró, un 25 % de detenciones más que el año pasado. Asimismo se desarticularon 332 bandas, esto es, un 26 % más que en 2018 y se decomisaron 1.441 armas de fuego, 55 % más que el año anterior.
Las cifras reflejan un aumento del trabajo policial en un año donde los asaltos a los restaurantes, locales comerciales, medios de transportes y hasta a las iglesias, como ha venido publicando EXPRESO y cuyos hechos han quedado registrados en las cámaras de seguridad; mantuvieron nerviosos a los habitantes que temían -y aún temen- salir de noche a las calles de sus propios barrios.
Para los ciudadanos y seis líderes barriales de Guayaquil, si bien las cifras hablan de un incremento en el trabajo policial, ponerle freno a la delincuencia continúa siendo la deuda pendiente en la ciudad, al “igual todos los años”. Esto, pese a que incluso hace poco -como parte del Plan Más Seguridad, reactivado este 2019 entre el Municipio de Guayaquil y el Gobierno- se incrementaron los patrullajes y se dotó a la Policía de 130 camionetas más con las que, desde ayer, según lo establecido, se multiplicarán los operativos.
Gustavo Rivadeneira, presidente del Comité de moradores del barrio del Salado, situado en el centro de Guayaquil, es crítico al señalar que en su sector, inclusive, los robos han aumentado de forma alarmante.
En el vecindario, pese al trabajo de la Policía y las cifras y operativos que se reportan, los robos prevalecen. Necesitamos más acciones, más apoyo por el bien del sector.
Cuenta que, al contrario de lo que dicen las estadísticas, en su barrio se reportan más robos y asaltos, de acuerdo a los registros que llevan en el chat de vecinos donde participan 586 moradores.
Uno de los últimos casos de robo allí se dio la madrugada de este 24 de diciembre. “Tres ladrones ingresaron a nuestra casa parroquial de la iglesia de San Juan Bosco, ubicada en la calle Carchi entre Aguirre y Ballén y robaron. Nunca antes había pasado, hasta burlaron el cerco eléctrico”, lamenta.
Si hay algo que quedó pendiente, sostiene Rivadeneira, fue más control policial en el vecindario en las noches, cerca de puntos como el hotel Oro Verde y la Piscina Olímpica, donde se instalan las trabajadoras sexuales. “Atrás de las trabajadores sexuales están los vendedores de drogas y otros delincuentes. Y eso ha ido en aumento”, detalla.
Andrés Nazareno, uno de los líderes barriales de la ciudadela Los Esteros, situada en el sur de la ciudad, tiene la misma percepción.
“En este sector la delincuencia ha aumentado y creo que se debe al cambio de líneas de buses urbanos que, desde el 2018, pasan por las calles de la ciudadela. Aquello nos trajo más asaltantes y consumidores que venden caramelos en esas unidades. Ese es un gran problema con el que debemos lidiar a diario”, narra, haciendo hincapié en que pese a los reclamos y pedidos de auxilio público, la solución tampoco ha llegado.
Para Xavier Zurita, líder del barrio Garay, la policía hace su trabajo, pero la cantidad de uniformados que opera en el sector es limitado. “Faltan más elementos. Llegan a mí, constantemente, casos de robos a locales y a personas del sector. La situación es bastante compleja...”, cuenta.
Una medida para protegerse de los antisociales que impulsa el comité, a decir de Zurita, fue la campaña ‘focos en sus portales’, que consistió en que cada familia mantenga iluminado su entorno; a fin de que los delincuentes piensen al menos dos veces, antes de atacar.
En otros sectores, como en el sector Isla San José, (suburbio de Guayaquil), los moradores consideran que la delincuencia disminuyó en comparación con el 2018, pero más que por un trabajo policial o por parte de las autoridades locales, por el trabajo realizado por la misma comunidad, explican.
Hugo Soriano, presidente del Comité de moradores de esa zona, indica que incluso el consumo y venta de estupefacientes ha disminuido en el barrio. “La comunidad está más unida. Ahora si hay un asalto a un local, el resto de vecinos es capaz de perseguir y sacar del sector a pedradas a los ladrones”.
Somos una comunidad unidad que trabaja en conjunto por protegernos. Las gestiones las hacemos desde casa, somos solidarios y eso es lo que nos ha dado más protección.
En Sauces 6, el líder barrial Ponciano Martínez, cuenta también que en su ciudadela los robos han disminuido gracias a las gestiones de los residentes. “Ya no vemos mucha gente extraña en las esquinas. Hemos alumbrado las peatonales este año. Antes, uno de nuestros grandes problemas era el robo de accesorios de carros en los parqueaderos, que son al aire libre. Pero hemos aumentado, con la colaboración de los moradores, los guardianes de los parqueaderos”, precisa.
Martha Béjar, presidenta del Comité de vecinos de la ciudadela Urdesa, donde se reportaron a lo largo del año varios robos que generaron reacciones en toda la ciudad, coincide con Soriano.
“Luego de tantos asaltos, nos hemos preparado, instalamos alarmas vecinas y botones de pánico en las casas, porque comprendemos que nuestra seguridad depende de nosotros”, detalla.
Pero estas acciones que han logrado aplacar en algo el temor en determinados barrios, sostienen los ciudadanos, no es la misma en los espacios públicos, zonas como la Bahía, Las Peñas, los exteriores de los centros comerciales, los mercados, los puentes, los buses y los semáforos. “Cada que el semáforo se pone en rojo, sufro. Siento que un ladrón me va a romper el vidrio o me va a matar. Ese terror no terminará solo con más operativos, lo frenarán nuevas penalidades. Aquí, en todo el Ecuador, son flojas”, sentencia Isabel Ricaurte, residente de la ciudadela La Garzota.