“Señor transportista, ya no me fumigue más por favor”
La contaminación se agrava por el humo de los buses. Expertos hablan de los riesgos en la salud y al ambiente. Usuarios piden otras alternativas de movilidad
No hay día en que Marcela Mendoza, de 35 años, no sea fumigada por el humo gris que sale del tubo de escape de algún vehículo, en el momento en que está en un paradero a la espera de abordar un bus.
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Leer másElla labora en una empresa ubicada en la avenida Juan Tanca Marengo, norte de la ciudad, por donde diariamente circulan cerca de 85.000 carros, entre livianos y buses urbanos. Muchos de ellos emanan hollín que causa daños a la salud y contaminan el aire, aseguran médicos y expertos en medio ambiente consultados por EXPRESO, quienes cuestionan la falta de acciones de parte de las autoridades del Municipio para contrarrestar este problema que cada día se acentúa.
A los cuestionamientos se suman los perjudicados: los ciudadanos, quienes exigen otras alternativas de movilidad, así como una revisión minuciosa de los buses urbanos que la Agencia de Tránsito y Movilidad (ATM) realiza dos veces al año.
Sobre estas objeciones, ni el Cabildo ni las autoridades de tránsito han respondido, como tampoco lo han hecho a varias interrogantes que, sobre esta problemática, envió este Diario la semana pasada, a través de correos electrónicos e hizo conocer mediante llamadas telefónicas a voceros de ambas entidades, quienes informaron que iban a emitir las respuestas que, hasta el cierre de esta nota, no llegaron.
Pero no solo en la Juan Tanca Marengo es visible el olor de gases contaminantes provenientes de la combustión de los motores, también lo es en otras zonas de la ciudad, como en las avenidas Daule, Quito, Machala, 25 de Julio, etc., sobre todo en las llamadas horas pico cuando los trancones y el ruido se apoderan de las vías.
Mucho antes de la pandemia, yo ya usaba mascarilla para salir a las calles. El aire de la ciudad está contaminado por el humo que parece que nos fumigara siempre.
Xavier Salgado, presidente de Medio Ambiente Sostenible, asegura que en Guayaquil no existe una red de monitoreo permanente de la calidad del aire, por lo que no es posible establecer tendencias de deterioro de la calidad en forma cierta.
El humo negro que contiene PM 2.5, monóxido y bióxido de carbono es dañino para la salud y el medio ambiente. Es cancerígeno para el pulmón y agudiza enfermedades alérgicas y oculares.
“En la ciudad, el esmog ni se mide ni se controla. Es importante el diagnóstico con un plan estratégico para reducir la contaminación ambiental por gases que son provocados por el transporte público y urbano que trabajan con diésel”, sugiere el experto.
Los gases de humo generan un calentamiento en el medio ambiente, contaminan las especies, las aves, el agua, la poca cantidad de árboles existentes y todo el ecosistema.
Además, menciona que debe existir un trabajo en conjunto entre la Agencia Nacional de Tránsito (ANT) y la ATM para la coordinación inmediata de un transporte masivo sostenible, como los buses eléctricos. Actualmente 30 circulan en la ciudad, con una tarifa diferenciada de 0,35 centavos. “La inversión generará un progreso en el transporte público sin contaminación”, destaca.
Pero Christian Sarmiento, presidente de la Federación de Transportistas Urbanos del Guayas (Fetug), tiene sus dudas. “Los buses eléctricos tienen un mayor costo ($ 400.000) en comparación con los que trabajan con diésel ($ 100.000). La puesta en marcha de los primeros representaría un mayor precio en el pasaje, algo que hasta ahora ha sido negado a los choferes”, remarca.
El censo de revisión integral que realizó en 2016 la ATM permitió el retiro de circulación de unos 800 buses que cumplieron con su vida útil, es decir más de 20 años. Una de las principales causas de la salida fue por la contaminación que generaban.
No obstante, Sarmiento reconoce que 1.000 de los 2.500 buses de servicio público que circulan por las calles de la ciudad tienen deficiencias en la parte técnica, porque emiten gases tóxicos; pero asegura que eso se debe a la mala calidad del diésel con el que operan.
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Leer más“El combustible es malo, tiene mucho azufre. Esto daña la bomba y por eso emanan los gases. Para renovar la flota y garantizar el mantenimiento de las unidades, incluido el recambio de neumáticos gastados que no hemos podido ejecutar debido a la crisis, es necesario un incremento en el precio del pasaje, de 0,30 centavos actuales a 0,40 centavos”, manifiesta.
A los daños al medio ambiente que provoca el hollín de los buses, se suman los riesgos en la salud.
Francisco Plaza, director de la Fundación Médica contra Ruido y Ambientes Contaminantes (Fumcorat), explica que un vehículo con mal mantenimiento es altamente contaminante. “Emite gran cantidad de material particulado llamado PM 2.5, que aparte de ser tóxico es un elemento altamente cancerígeno”, menciona, al enumerar otras enfermedades como el asma, rinitis, alergia a la piel, etc.
El galeno considera importante conocer cuáles son los niveles de polución local a causa de la emisión vehicular. “Este trabajo debe estar a cargo de Municipio o una entidad gubernamental, como existe en otras ciudades como Madrid (España), cuyo ayuntamiento informa cada día sobre esos niveles y pone alertas cuando estos pasan los rangos para que la población tome precauciones”, resalta.
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Leer másPlaza menciona que la adaptación del tubo de escape en la parte superior de la carrocería del vehículo podría mitigar los efectos de la contaminación. Sin embargo, refiere que los buses lo llevan a ras de piso y generan una humareda negra peligrosa.
Y es precisamente eso lo que preocupa a la ciudadanía. “Es como si los buses le escupieran al peatón una bocanada de humo negro en la cara”, reclama Mario Tomalá, quien habita en la Kennedy, a la altura de la avenida Orellana, norte de la ciudad, y tiene que soportar el bullicio y la contaminación de la congestionada vía.
“Pero no solo los colectivos contaminan. También lo hacen los volquetes, camiones, incluso la metrovía pasa fumigando a la gente”, cuestiona Carmen Medina, quien habita en la ciudadela La Pradera, sur de la ciudad.
El ruido es otro problema. Lo sabe bien Carlota Ramírez, quien tiene un gabinete de belleza en la concurrida avenida 25 de Julio. “A cada momento tengo que limpiar el polvo que se acumula en ventanas y sillas. He comenzado a tener problemas de audición y rinitis. En las horas pico es tanto el ruido que uno tiene que gritar para conversar con algún cliente”, enfatiza.
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Leer másCarlos Santillán, ambientalista, remarca que si el problema de la contaminación es la mala calidad del diésel, “entidades y profesionales deberían efectuar el estudio que detecte los problemas y determine correctivos para un mejor combustible”.
Por el momento, el Municipio apunta a controlar el problema con un sistema integral de transporte público donde se incluyen la Aerovía y la bicicleta pública, que aún no termina de arrancar ciento por ciento.